El Síndrome de la Negación del Origen Propio es un mal que, como el
estrés, ha afectado a gran parte de la población citadina. Es un
problema de la conciencia, del estado de ánimo y la baja autoestima.
Éste síndrome afecta grandemente a amplio sector de la clase media, la
clase alta y a casi todo el conglomerado de políticos de vieja data. Los
síntomas son evidenciados a través de la interlocución porque los temas
de desprecio a lo propio son los preferidos de quienes padecen esta
“enfermedad”.
El Síndrome de la Negación del Origen Propio se puede definir como el
desprecio exagerado, irrenunciable e innegociable de todo lo que se
asocie al origen humano de la persona, su pueblo, las conductas,
procesos y alcances primarios del individuo.
Una vez que la persona se encuentra en ese estado de la conciencia, muy
difícilmente puede ser convencido para la rectificación y, por el
contrario, mientras más intentos hagan sus seres queridos, amigos o
allegados de buena fe para su recuperación y su salud mental, más obtusa
será su actitud, más deformes los argumentos con los que pretenda
justificarse y más delirante su exposición de motivo.
Como contraparte de esa afección, los individuos con esta desgracia
de la modernidad, suelen colocar en las altas esferas de la gloria, la
perfección, lo estético, la calidad, el ejemplo y la prosperidad, en
asuntos foráneos impropios de su cultura, del medio que le rodea y de su
propio origen. Es este el síntoma segundo con el que se define al
compendio de anomalías que subyacen en la conducta y la conciencia de
quien ha adquirido éste síndrome. Ahora bien, El Síndrome de la Negación
del Origen Propio tiene su semilla en la transculturización de los
pueblos. Ese bombardeo alienado del consumo, a través de la publicidad y
otros medios, y la errónea idea de que los más inteligentes seres del
planeta surgen en otras latitudes, con innovaciones imposibles de
alcanzar por los pueblos marginados, con sociedades perfectas, gentes
lindas, felices e incluidas en el ideal de una humanidad de iguales, sin
problemas que resolver; productos hechos por dioses terrenales y por
dignidades intachables, es el detonador para que muchos que sueñan con
ese universo falso de probabilidades se encaminen a alcanzarlo aunque
nunca puedan defraudarse de sus sueños inexistente porque con solo
intentarlo les contenta. Todos los ciudadanos nos hemos topado alguna
vez con personas muy contaminadas con el Síndrome de la Negación del
Origen propio que ya debería ser un tema abordado por sociólogos porque
causa estragos en las buenas relaciones. Muchos, incluso, convivimos con
personas que lo padecen. Los sentimos, los escuchamos, nos revelamos y,
finalmente, aprendemos a vivir con ellos a nuestro alrededor
minimizando las consecuencias sociales de este mal.
Cierta vez caminaba yo con mi señora esposa por un centro comercial de
la ciudad en busca de un par de zapatos propios para caminar largas
distancias porque ella tiene por hobby caminar. Yo la acompañé con el
gusto que me causa estar a su lado. Nos detuvimos frente a una muy
surtida zapatería y a ella no le parecieron los modelos en exhibición.
Yo le sugerí unos calzados deportivos de muy bonita línea y visiblemente
de calidad. Ella refutó mi sugerencia con un retundo no, esgrimiendo
que esa “marca” era muy mala. Tras una pausa, inquirí sobre cuántos
pares de zapatos de esa marca ella había tenido en su vida que probaran
su afirmación. También tras una pausa, ella negó haber comprado alguna
vez zapatos de esa marca. Yo tomé un zapato de muestra y se lo puse en
la mano para que le hiciera el análisis justificativo y ella, sin
haberlo examinado concluyó: «es que son hechos en Venezuela».
Mi irritación generalmente la escondo en mi corazón cuando de ella se
trata; pero me puso en una situación muy penosa y frustrante. Yo le
quité el zapato y le mentí. Mucho he viajado por el mundo y entre tantos
viajes, más de una cincuentena ha sido, por asuntos de trabajo, al gran
paraíso de la perfección universal, Estados Unidos de América.
Basándome en esa trayectoria de trotamundo no me quedó de otra que
hacerle una prueba vergonzosa. Ese zapato que originó mi análisis de su
estado de la conciencia tiene una publicidad por todos los medios donde
lo promocionan con un slogan en inglés. Aprovechando ese detalle le dije
convencido de hacerla cambiar de parecer que ese zapato era la
competencia de las dos más famosas marcas estadounidenses y que los
anaqueles, zapaterías y tiendas norteamericanas estaban abarrotados de
ese calzado, de esa marca “nueva” y que era el último “boom” de la moda
entre los jóvenes deportistas de aquel lejano país. Ella me quitó el
zapato que tenía de muestra y comenzó a hurgarlo –buscando un Made in
USA, tal vez-, pero no encontró nada. Tras su observación me dijo:
«Bueno, es cosido!, por lo menos no se van a romper mañana» Una pausa y
otra opinión: «Esta suela es de polímeros de muy buena calidad… ¡Se ve
chévere!» Dobló el zapato una y otra vez mientras mis ojos desorbitados
buscaban al dueño porque no quería exponerme a un llamado de atención
por aquel trato de violencia a su producto. ¡Sorpresa! Mi esposa terminó
por considerar intempestivamente, ese calzado como “de muy buena
calidad” (probablemente porque yo le dije que era un producto
estadounidense –para sus pensares).
Pero esa marca es tan criollita como la arepa. Su slogan en inglés
obedece a que está dirigido a clientes (consumidores) juveniles que ya
bastante influenciados están por los productos foráneos. Y entonces
empecé a interesarme por esa particular forma de pensar del venezolano y
esa otra dolencia citadina denominada Síndrome de la negación del
Origen Propio. Quizá conozca usted a uno o varios con síntomas
similares. En ese caso estaría usted frente a una persona “infectada”,
sin definición de orígenes, que nació en el país equivocado, que sueña
imposibilidades, que desprecia lo propio, la arepa, su país, sus
productos, su gente trigueña, los avances “mediocres” de su nación; que
no soporta saber que hay algo bueno y bien hecho en Venezuela porque
inmediatamente se lanza una campaña independiente y sin fines de lucro
para desprestigiar eso que se produjo, que se alcanzó o que se logró.
Infinitos ejemplos del Síndrome de la Negación del Origen Propio podrían
convertir este ensayo en un escrito sin término. Sin embargo, la
sociología debería atender con mucha sutileza estos casos de
discordancia social que traen como consecuencia que algunos no logren
interactuar correctamente con sus connacionales motivado a las
diferencias ideológicas con las que se han alimentado sus conciencias
débiles y prestas a captar todo lo ajeno y aborrecer todo lo que les es
propio.
Si usted padece del Síndrome de la Negación del Origen Propio, hable
con su médico de confianza y no se niegue a sus orígenes. Siéntase
orgulloso y comience una nueva vida imaginando, con los hechos tangibles
que tiene al frente pero que por la razón de este mal no puede ver, que
otro mundo es posible; todos somos capaces y, aunque no perfectos,
podemos demostrarnos a nosotros mismos que sí podemos, que estamos aptos
y que el pesimismo es la más grande limitación mental de todos los
hombres y mujeres del mundo. Lo mejor que pueda ser creado es: ¡HECHO EN
VENEZUELA!
notodos1@hotmail.com
Marino Mercante