Tercera expedición de Colón

Iº Inicio de la invasión a Venezuela: En mayo de 1498 levó anclas en el puerto sevillano de San Lucas de Barrameda su tercer viaje con el designio de llegar hasta el ecuador, guiando por las Islas de Porto Santo y la Madeira, para evitar el encuentro de unos franceses. Dos días descansó luego en La Gomera, y a la altura y vista de la Isla del Hierro, despachó tres Carabelas en auxilio de la Española, y él con las tres restantes navegó hasta las Islas de Cabo Verde, deteniéndose algunos días en las de Buena Vista y Santiago, de donde salió el 5 de julio, navegando al sudoeste para llegar por aquel rumbo al ecuador y virar luego al oeste en demanda del Continente.

El treinta de julio comenzaba a escasear el agua y demás provisiones, y como a esto se juntase el mal estado de los bajeles, la incertidumbre del término que podía tener aquel viaje por mares desconocidos, y el presumir algún desorden en la tripulación, gobernó para el norte en la mañana del 31, creyendo hallar por aquel rumbo las Islas Caribes, donde intentaba remediar las necesidades más urgentes de sus compañeros y las averías de sus naves. Más, cuando el sol llegaba al cenit, el marino Alonso Pérez, quien casualmente había subido a la gavia del buque, anunció tierra por el ocaso. Era la Isla Yare, que Colón llamó la Trinidad por tres cumbres que se destacaban en la lejanía, y conforme a su propósito de honrar con aquel nombre la primera tierra que se descubriese.

Por las circunstancias que acompañaron el hallazgo, Colón juzgó el caso milagroso y no poco se holgó de él, por considerarlo tan importante y glorioso como el de su primer descubrimiento, y navegando el 1º de agosto sobre la costa meridional, la vía de occidente hasta la punta más sudoeste de dicha Isla, que llamó entonces el Arenal, (hoy punta de Hicacos) la cual forma con la costa del continente un canal de tres leguas, divisó en efecto por el lado sur, más confundiéndolo con otra isla lo llamó Isla Santa o de la Gracia. Surto entre la expresada punta y un islote frontero que llamó del Gallo, se detuvo algún tanto para reconocer el paraje y hacer aguada.

Luego, para seguir la vía del septentrión, doblada la Punta del Arenal, hubo de pasar el estrecho que se forma entre ella y el Islote del Gallo, en cuya posición le demoraba al oeste el Continente; más, al intentar la travesía, que concibió gran temor, porque en su centro se precipitaban las corrientes con indecible estruendo y furia, tirando para el occidente con una velocidad de dos millas y media por hora. Encuéntranse allí las aguas que corren en direcciones opuestas, y en el choque rugen como peñas, azotadas por el oleaje, levantándose luego a gran altura, amenazando sumergir las naves y a pique estuvieron de perecer las de Colón en uno de estos combates terribles, en que la turbación y el miedo de las tripulaciones llegaron al extremo.

Libres del peligro, llamó Colon al lugar, por lo tormentoso y difícil, Boca de sierpes o de Serpiente, y guió al norte en demanda de otra que a lo lejos se veía, la cual denominó Boca de Dragos o del Dragón, formada por la punta noroeste de La Trinidad y la frontera del Continente que entonces llamaron Cabo Bote o Cabo Lapa. (Llamase hoy Punta de Peña Blanca o Punta de la Peña) Entre ellas median varios escollos, por medio de los cuales entran y salen torrentosas las corrientes de la misma manera que en la Boca de Serpientes, por cuya razón, temiendo el Almirante que los escarceos de las aguas le pusiesen de nuevo en gran aprieto, volvió las proas al Poniente con la esperanza de encontrar mejor salida hacia el norte, si por dicha lograba rodear la Isla Santa.

Siguiendo aquel rumbo tocó por primera vez en las inmediaciones de Macuro, (a partir de ese instante se inicia la invasión, el saqueo de Venezuela, y el nacimiento de una casta de ladrones, adecos y copeyanos) luego en otros dos puntos de la costa, para reconocer sus tierras, las cuales halló bellísimas, cultivadas en gran parte y pobladas de chozas mejor construidas que las de los otros sitios ya descubiertos; sus habitantes benévolos y afables, altos de cuerpo y bien formados de muy lindos gestos, escribía Colón, y más blancos que otros que hubiese visto en Indias. Sus bohíos más grandes y regulares que los de los otros indígenas, sus canoas ligerísimas, hechas con mucho primor y artificio, de ellos se supo que el lugar se llamaba Paria, y a la pregunta constante de donde podría conseguirse oro, respondieron señalando unas tierras que les demoraban al occidente, habitadas, según su decir, por hombres fieros; los Caribes.

Vieron los Castellanos con asombro y codicia finas perlas horadadas de varios tamaños, por lo cual nombró Colón Golfo de las Perlas a la ensenada que se forma en un sitio ameno, llamado por él de los Jardines, hoy la ensenada de Irapa. Alzadas las anclas en aquel poético paraje, distante de la Boca de Dragos cerca de cuarenta leguas, prosiguió navegando hasta las proximidades del seno más occidental del Golfo, siempre en la falsa creencia de que nuestro Continente era una Isla y esperanzado en hallar, rodeándola, una salida al norte. Así navegó cinco leguas, pero notando que el fondo se disminuía con gran peligro de sus Carabelas, se detuvo y mandó seguir costeando a la menor y más ligera; avanzó ésta mucho, hasta una espaciosa ensenada donde desembocaba un rio muy grande, el Guarapiche, pero sin hallar mayor fondo ni salida al norte, antes reconociendo que las costas tomaban la dirección del sudeste, y continuaban sin otra interrupción que las de los ríos más o menos caudalosos.

Viéndose; pues, por todas partes cercado de la tierra y seguro de no encontrar el paso que buscaba, determinó Colón regresar a la Boca de Dragos, lo cual realizó al punto por distinto rumbo, habiendo advertido que las corrientes empujaban las naves hacia el oriente y les impedían volver por el derrotero de la costa. Viose en gran apuro cuando llegó al canal, pues allí amainó el viento y quedaron las Carabelas dando tumbos a merced de las corrientes encontradas, con inminente riesgo de ir a estrellarse en la costa continental o en los escollos inmediatos.

En la tremenda lucha de las aguas dulces y saladas, pugnando unas por salir fuera del Golfo y otras por penetrar en él, las olas se embravecían y levantaban de un modo extraordinario y amenazador, causando gran pavor en los navegantes, quienes se daban por perdidos si del temeroso combate resultaban vencedoras las del Océano; más no fue así, sino que, vencidas éstas, dejaron correr libremente los bajeles hacia el mar, empujados con fuerza por las del Golfo.

El día 13 de agosto fue cuando lograron salir de aquel laberinto por la Boca de Dragos, y dejando al noroeste dos islas que Colón llamó La Asunción y la Concepción, (actual Isla de Granada) continuando su derrota a la vista de la tierra, y observó que la de Paria seguía unida sin término, por lo que confirmó una muy reciente sospecha suya, de ser éste el Continente Asiático, y quiso insistir para asegurarse de ello, más le agobiaba el pensamiento de la colonia de Santo Domingo, hallábase quebrantada su salud y la impaciencia de las tripulaciones crecía con la tardanza y las fatigas. Mal de su agrado salió al Océano, divisando antes y poniendo el nombre de El Romero a la isleta que hoy se llama La Sola.

El 15 avistó también las islas de Los Testigos, Cubagua y La Margarita, famosa luego por sus pesquerías de perlas y por el denodado patriotismo de sus habitantes; al oriente de éstas las que llamó Guardas, hoy Los Frailes, y sobre el Cabo noroeste de La Margarita, el islote Martinet, actualmente Isla Blanca, y lejos de tocar en ninguna siguió su crucero en dirección noroeste arribando el día 19 a Santo Domingo o La Española, cincuenta leguas a sotavento del puerto y río de Ozama, fondeando a la mañana siguiente al abrigo de la Punta Beata.

De los descubrimientos de este su tercer viaje formó Colón una carta geográfica que más tarde remitió a los Reyes de España. Tenía ya por cierto que el gran archipiélago que se extiende desde La Trinidad hasta Las Lucayas, era su adyacente a la Tierra-firme de la última India, y que el principio de ésta era la Provincia de Paria, porción pequeña de las grandes regiones que en el sentir de los doctos debía ocupar la mayor parte del Globo; decía por eso que las tierras avistadas hacia el sur, a poca distancia de La Trinidad, pertenecían también al Continente y continuaban largo espacio por aquel rumbo; que desde Cabo de Lapa se extendían al poniente, ora llanas, ya montañosas.

(IIº invasión)

En 1499 el Capitán de Navío Alonso de Ojeda fue autorizado por la Corona de Castilla para continuar los descubrimientos por los mismos derroteros de Colón. A él se unieron el vizcaíno Juan de la Cosa y el florentino Américo Vespucio. Su Flota compuesta de cuatro buques salió del puerto de Cádiz y en poco menos de un mes entró en el Golfo de Paria y dio fondo cerca del río Guarapiche, donde saltaron a tierra los castellanos para reconocer el lugar, que desde entonces recibió el nombre de Tierra-firme, del cual se ha usado hasta el presente para designar las costas septentrionales de la América del Sur. Alonso de Ojeda, fue el primer europeo que recorrió las costas de Venezuela, desde el Rio Esequibo y el Orinoco Hasta el Cabo de la Vela; donde se establecieron los límites entre Venezuela y Colombia.

Prosiguió navegando al occidente y desembarcó en el actual Puerto Viejo de Chichiriviche, donde fue recibido de guerra por los naturales y salió mohíno y maltrecho, continuando el derrotero occidental hasta las costas lacustres del Coquivacoa, no sin antes bautizar aquel paraje con el nombre de El Flechado, para significar que allí fue donde los españoles midieran por primera vez sus armas con las terribles flechas de los indígenas; y descubrió luego, en los confines de la provincia de Río Hacha un Cabo que denominó de la Vela, por una lucecita que en él divisara.

(IIIº invasión)

A esta expedición siguió la de Pedro Alonso Niño, marino acreditado y compañero de Colón en sus viajes a Cuba y Paria, quien con el permiso real, acompañado de Cristóbal Guerra, salió del Puerto de Saltes con treinta y tres hombres en una Carabela de cincuenta toneles rumbo a las Indias Occidentales. Arribando al Naciente de la Provincia de Paria y siguiendo la costa pasó al Golfo del mismo nombre donde, por primera vez en su viaje, desembarcó. Guió luego a la costa del norte y al salir de la Boca de Dragos hubo de rechazar un asalto de los Caribes, para poder llegar a las islas de Coche, Cubagua y Margarita, (primera vez que los castellanos pisaron tierra en dichas islas) donde rescató perlas. De allí pasó a un territorio que los indígenas llamaban Curiana, (muchos historiadores confunden este territorio que comprendía las Provincias de Cumaná y Margarita y los dominios del Cacique Coyaraital, con el de la Curiana Occidental, que son las costas del actual Estado Falcón) en los dominios de los Cumanagotos y desembarcó en un puerto muy semejante al de Cádiz, que acaso es el de Mochima y el de Manare.

Prendado ya de la grandeza y excelencia de los puertos, ya de la mansedumbre y cariñoso trato de sus habitantes, se detuvo tres meses en estos parajes, cerciorándose de que pertenecían a la Tierra-Firme, al ver cuadrúpedos que no se hallaban en las islas. Siguió luego al occidente solícito del oro que los indígenas dijeron existir en la Provincia de Cauchieto, (los límites de esta Provincia estaban comprendidos en el litoral desde Ocumare de la Costa hasta Puerto Cabello) y tocando en la ensenada de Corsarios o en el fondeadero de Chuspa, llegó a Cauchieto el 1º de noviembre. Detuvose allí poco tiempo y siguió navegando de costa y rescatando en los puertos y ensenadas, sin intentar agresión alguna contra nadie, antes bien, respetando escrupulosamente las costumbres de los naturales para no darles el más pequeño motivo de queja; así llegó al puerto de Chichiriviche (puerto viejo de Chichiriviche o El Flechado, en las inmediaciones de Cabo Blanco) o sus inmediaciones, en sitio amenísimo con poblado bohío. Pero los moradores del lugar al ver la Carabela acudieron en gran número a la playa resueltos a impedir el desembarco y esperaron a punto de batalla, blandiendo sus flechas en ademán de guerra, por lo cual resolvió Niño retroceder a la costa Curiana, donde en veinte días hizo gran acopio de perlas y se volvió a España el 13 de febrero de 1500.

(IVº Conquista de Venezuela, comienza el genocidio de indígenas)

En el transcurso de 1500 unos aventureros buscadores de perlas se establecieron en la Isla de Cubagua, la cual nueve años más tarde era ya una ciudad organizada y al correr del tiempo se llamó Nueva Cádiz. En 1501 el Licenciado Don Marcelo Villalobos concluyó un tratado para la conquista y establecimiento de la Isla de Margarita, la cual, como hemos visto, había sido visitada el año anterior por la expedición de Pedro Alonso Niño y Cristóbal Guerra.

Tomado de La Historia Naval de Venezuela.

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Manuel Taibo


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