EEUU en tangas

I

¿Quién creerá que a los EEUU los hunda nadie?  ¡Pssssii!...  Es un acorazado contra el que ni las videncias de Cayce han podido...  Bueno, seamos precisos:  Edgar Cayce vaticinó el hundimiento de gran parte de los EEUU hacia el 2.100, a la vez que la emersión de nuevas tierras en el Atlántico.  Y apenas canturreamos el año 2.010, aunque momento, también, de predicciones y crisis, pero lejos de cualquier presunta debacle.  Y soy sincero:  no sé qué dice Nostradamus.

Mientras tanto, ¡psssii!, decía que el acorazado si se quiere vuela.  Vino, vio y venció, se dirá, como dijeron aquellos viejos romanos, artífices de la otra descomunal máquina de sujeción humana.  Y aunque los de Roma duraron media siglo por ahí marcando los escaques del tablero del mundo conocido y estos (los EEUU) apenas ensayan unos 160 años, aproximadamente, desde que le arrebataron media manzana territorial a México, el hecho es que hoy son los que marcan y desmarcan preponderantemente sus botas militares sobre la jurisdicción de otros Estado con el fin siempre maquillado de expandir su poder político y hasta territorial.

Muchos les darán 20 ó 30 años más como fenómeno imperial, desde que decidió engullir a La Florida, que entonces le pertenecía a otro imperio  ─ya feneciente─, el español, y que hasta en algún momento determinado le pudo pertenecer a la victoriosa Venezuela o Gran Colombia como heredera de los territorios bajo dominio de la derrotada Corona española.  Otros dirán que la ansiedad de latitud mundial se remonta hacia la misma época de la Declaración de Independencia gringa, habiendo quienes hiperbólicamente puedan decir también que los EEUU son imperio desde que navegaron a nuevas tierras aquellos primero colonos, arrechos con los ingleses y ansiosos por fundar a sus anchas su nueva Inglaterra.  Otros invocarán la doctrina Monroe, de 1.823 (“América para los americanos”) o el periodo de la primera guerra mundial como puntos de arranque.  Etc, etc.

Lo cierto es que ese país, desde que leyó su Declaración en Filadelfia, en 1.776, hasta la toma territorial de California, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y Colorado (medio México), en 1.848, lo que había acometido en tierra y mar eran incursiones de piratería, cuidos de rutas comerciales y disputas contra otros estados imperiales, incluyendo la ya mencionada Florida.  El arrebatón contra México fue contra un Estado, declarado, constituido y reconocido independiente y soberano.

Después de entonces, los estadounidenses se desataron sobre el acto de embolsarse al mundo entero dentro de los confines de la palabra “América”, esa misma de la tendrían que tomar posesión, como ellos mismos se mandaron.  Sobra mencionar listas de lugares pisoteados e invadidos por sus marines a escala global, harto conocidos por todos (200 invasiones, más o menos), siendo América Latina conspicuamente el patio trasero de sus entrenamientos y punto de inicio.

Simón Bolívar, premonitoriamente, fue el primero y quien mejor delineó la palpitante apetencia imperial que tomaba forma cuando sentenció en 1.829 que "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad".  Hoy sabemos que la palabrita “América” se quedó chiquita y mejor se le acomoda el contexto al sustituirla por “mundo”.  Y hoy sabemos, además, dentro de la pérfida y cínica dialéctica imperial, que libertad es un discurso, un semantema técnico o artístico de la misión diplomática, cuyo trabajo es lubricar y anestesiar el hundimiento de la daga imperial entre la humanidad de sus víctimas.  Como en los viejos tiempos, cuando la cruz antecedía a la espada, libertad es el reclinatorio moral donde se purgan o excusan las cargas de tantos e inimaginables crímenes.

Y al sol de hoy ahora usted ve al acorazado que vuela, más fortalecido después de la segunda guerra mundial, a la que llegó a tomar despojos casi que cuando la guerra estaba consumada y otros habían derramado el grueso de su sangre definitoria; allí alcanzó la certificación digamos “oficial” de águila siniestra, derramando la sangre de los otros y no la propia, después de lanzar aquellas dos célebres bombas que aniquilaron en suma a más de un cuarto de millón de seres humanos.  Bombas que hoy ─se descubre─ las tienen por doquier, en Italia, en Holanda, con aliados, hasta debajo de las arenas del Naguev,  a escala de más de 5 mil..., listas para explotar la Tierra si así lo determinan las ofensas mundiales contra el ideal libertario.  ¡Valga la libertad al estilo americano por encima de los escombros de un planeta conquistado!

Ronald Reagan, esa suerte de refundador de los EEUU imperiales, terminó por elevar aún más su vuelo, al decir de ellos mismos, ante ese pantéón de esos sus héroes patrios.  Le atribuyen el haber arrodillado a la URSS, el gran rival, hasta el grado de su desintegración en particulares republicas conspiradas, pudiéndose decir, entonces y en consecuencia, que el mundo quedaba a su merced, ya sin competencia, sin Guerra Fría, sin bipolaridad, abierto para el genético ejercicio de su condición imperial, tantas veces represada, maquillada, escamoteada, en nombre del buen porte, la civilización y el progreso.

Después de Reagan cayeron las máscaras, y que se siga todavía utilizando fórmulas exculpatorias como “guerra contra el terrorismo” para realizar avances imperiales sobre otros países parece mero hábito y formalidad. Digan lo que digan en el mundo y chillen lo que chillen sus propios ciudadanos, el pueblo estadounidense…,  esas bases electoras de la gran mentira republicana y democrática que son los EEUU, esos hombres y mujeres estereotipos ya como un desorbitado factor de consumismo distractor.  No importando que “Los [EEUU] de hoy no [tengan] nada que ver con la declaración de principios de Filadelfia formulada por las 13 colonias que se rebelaron contra el colonialismo inglés”¹ para fundar una república con proclamas de “libertad, igualdad y fraternidad”, tal como pregonaba el alto ideal de la Revolución francesa; o, dicho de otro, nada importando que se pueda tener la percepción de que los EEUU son en realidad unos “estados fallidos”, no sólo desde el punto de vista de los desvirtuados principios fundacionales, sino desde el ángulo fraudulento de un real ejercicio de la democracia.

“Hoy constituyen un gigantesco imperio, que no pasaba en aquel momento por la mente de sus fundadores”, como asevera Fidel Castro,² en nada sembrado por los valores espirituales de la Revolución francesa, sino, peor aun, plagado por vicios como la mentira, el cinismo, la manipulación, el desprecio por su población, en nada condolidos con ningún ideal democrático.  Al respecto, dice Noam Chomsky que en los EEUU priva lo que él denomina como “déficit de democracia”,³ a saber, una creciente incorrespondencia o brecha entre las expectativas de la opinión pública y la política pública, constatable tanto en lo interno de los EEUU como en sus políticas aplicadas en el exterior.  Dentro se manipula al ciudadano, se le engaña, se le estafa, se le induce, se le conmina, se le despoja, y aun así su dirigencia continúa presumiéndose de democracia:  la verdad es que en la actualidad la política pública es rechazada por la población, así como es verdad que la población paga los impuestos y los ricos quedan exentos, a la población se le confisca y allana mientras al ricachón se le auxilia en sus problemas financieros, a la población se le excluye del sistema político, a la población se le somete lentamente a un proceso de desmantelamientos de estructuras institucionales a su servicio, como harto es conocido el tema de la seguridad social…; y con semejante perfil interno, EEUU se atreve a promover la democracia hacia fuera (no la suya, por cierto), hacia otras partes del mundo.

Temeridad de la razón y lógica, sin duda.  Pero, como se dice, es lo que hay.  Democracia y libertad al modo imperial, si dialécticamente el asunto es posible.  En discurso bélico, como otrora fue la cruz, llave y argumento hacia la mortandad.

II

¿Pueden poner a temblar (como se dice) a semejante imperio las revelaciones macabras de la hoy archiconocida página WEB Wikileaks? ¡Pssssiiiii!, exclamamos ahora en coro, y repetimos, peor aun, que el acorazado pueda envalentonarse mucho más con sumados superpoderes.  El imperio que sabíamos eran los EEUU, detrás del cariz moralino democrático y libertario, lo será ahora abiertamente, sin tapujos, con desvergüenza, con mayor radio y posibilidad de acción, a conciencia de que el mundo tiene la conciencia a su vez de que son ellos, los EEUU, en catadura y condición.  Wikileaks descarnó la trama nauseabunda de la política y diplomacia estadounidense:  medio millón de documentos y memoranda oficial exponen a la opinión mundial las entrañas del monstruo.  Y puede, ahora mismo, en su efecto aún no desarrollado cabalmente, estar quitando la última reserva de dignidad en un país vil y desvergonzado.  Tal es lo que hay.

Su trabajo, en realidad, fue coadyuvar al desenmascaramiento a ciencia cierta de lo que todos sabíamos.  Esto es, los EEUU son una farsa de democracia, de libertad, de república, lo que es decir un imperio.  Al diablo con aquellos 13 estados pendejos que exprimieron su sangre para fundar una nación santificada por elevados ideales.  La realidad fue que el pobre pendejo murió para que el rico o poderoso viva, como parece ser el sino de jungla de la historia de la humanidad, lejos del sublime valor de la civilización y de los altos valores de evolución pregonados.  ¡Pssssi!  Véalo así, para retratar la catadura del estado imperial desbocado del que hablamos:  Julian Assange, el creador de la mencionada palabrita, fue acusado de violación, se recomienda su ejecución y se procura su captura en cualquier parte que esté del globo terráqueo; y vea usted, no se le busca no por creador de la tal palabrita WEB ni por revelar cientos de miles de documentos comprometedores para los EEUU, sino por violación.  ¿Se dan cuenta?  ¿Notamos de lo que hablamos cuando oímos de labios de los EEUU sus ofendidas quejas sobre la democracia y la libertad para escoñetar a segundos países?  Hablamos de eso, de los EEUU mismos, de lo que se es precisamente por lo que no se es.

El efecto Wikileaks es un viento que corrió el cortinaje del engaño y dejó en pelotas a la dama embustera, en tangas, como se dice en Venezuela, pero no mostrando sus encantos (que los tendrá, seguramente, como toda dama al desnudo), sino discursos, puñales, galimatías, fusiles, burlas, metrallas, muertes y bombas nucleares.

Vive el acorazado imperial, volando contraconceptualmente, como desde el principio hablamos, haciendo caso omiso de agüeros o videncias; por el contrario, alimentándose hasta de lo que parece apuntar a su destrucción.  Poco habrá de importarle los señalamientos del loco paisano suyo ese que mencionamos al principio, Profeta Durmiente, Edgar Cayce, cuando pinta el futuro sin ellos, los EEUU, en medio de un panorama dominado por China y Rusia. Y menos habrá de importarles, ahora en condición tan desnuda y siniestra, que quienquiera diga que los imperios pasan y que no hay futuro, cuando la verdad es que lo que cuenta es el presente, el ahora, su hora.   Punto.

Notas:

¹  Fidel Castro:  “La política cínica del imperio” (en línea).  En Diario Gramma. – 25 may 2008. - [pantalla 4]. - http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/ref-fidel/art20.html. - [Consulta:  2 dic  2010].

²  Loc. cit.

³  Noam Chomsky / Entrevista para Democracy Now:  “EEUU o Estados fallidos” [en línea].  En Rebelión. – 4 abr 2006. - [pantalla 20]. - http://www.rebelion.org/noticia.php?id=29354. - [Consulta:  2 dic 2010].

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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental. Animal Político https://zoopolitico.blogspot.com/

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