La reciente decisión del Congreso de la República de Honduras de incorporar al texto constitucional una versión antidemocrática y anti-soberanista de la figura del Referendo, nuevamente abre al interior del Frente Nacional de Resistencia Popular, FNRP, el debate sobre las tácticas y la estrategia que deben desarrollarse con la finalidad de alcanzar transformaciones democráticas en la vida del país y producir cambios substanciales en las condiciones y esperanza de vida del empobrecido y explotado pueblo hondureño.
Desde mucho antes del Golpe de Estado oligárquico-imperialista del 29 de junio de 2009, contra el presidente constitucional Manuel Zelaya, ejecutado por la embajada usamericana, en alianza con las élites militares, económicas, políticas y religiosas; el movimiento democrático y popular hondureño se mantiene enfrascado en una importante controversia sobre el camino más eficiente para alcanzar sus objetivos políticos y, pese a la unidad de acción alcanzada en los días siguientes a la acción golpista, a la victoria alcanzada con la recolección de los 2.300.000 firmas por el Referendo de la Constituyente y el acuerdo para elegir una dirección colectiva del FNRP y la designación de Manuel Zelaya como Coordinador General y Barahona como Subcoordinador general; la unidad política, organizativa y programática de las diversas corrientes integradas al Frente, se encuentra muy lejos de ser alcanzada y con ello, se hace más difícil mantener la ofensiva política frente a un gobierno que maniobra dentro y fuera del país, para dividir al movimiento democrático y popular y romper el aislamiento internacional, especialmente en América Latina y el Caribe.
La base de tales debates se encuentra en los viejos métodos y estilos de trabajo y dirección aún presentes en el movimiento popular y sus partidos progresistas y revolucionarios, que no terminan de entender que en la dirección de la acción política de las masas populares por alcanzar objetivos democráticos, es esencial que los liderazgos sociales, sus proyectos políticos y sus visiones de la lucha, sean sometidos a la validación en el debate amplio, democrático y respetuoso en el seno del pueblo y, sería el resultado de esa confrontación de ideas lo que deberá determinar el curso de la acción política del pueblo bajo la dirección a quien se otorgado la responsabilidad de conducirla: el FNRP.
Pretender imponer las concepciones y visiones del proceso político atendiendo solo a valoraciones de liderazgos, numerales de militancia y legítimas consecuencias en la lucha contra los herederos de la dictadura oligárquico imperialista, sin tomar en cuenta el papel fundamental que tienen que jugar las bases populares en la definición de la acción, es una reiteración de la concepción vanguardista, burocrática y personalista, que condujo al movimiento popular y revolucionario de Nuestra América a derrotas históricas, de cuyas consecuencias, apenas hemos comenzado a reponernos.
Zelaya, Barahona, Reyes y demás dirigentes del FNRP de la República de Honduras, tienen hoy que asumir con humildad y espíritu autocrítico, como lo hizo el hermano presidente Evo Morales recientemente, el principio fundamental de la nueva forma de hacer política en el siglo XXI de América Latina y el Caribe: “Dirigir oyendo al Pueblo”, para unificar sus visiones y voluntades en una sola fuerza capaz de enfrentar y derrotar a sus enemigos históricos: la oligarquía sátrapa y el imperialismo norteamericano.
Nada más importante es hoy al pueblo catracho y morazanista que la unidad política, programática y de acción de sus dirigentes y organizaciones, pero solo es ese mismo pueblo y no sus dirigentes y aparatos políticos, por muy legítimos que sean, quien tiene el Derecho a decidir sobre el curso de sus luchas por la Democracia, la Soberanía y la Justicia Social. Lo contrario conducirá a la inevitable división y a otra derrota para los pueblos de Nuestra América.
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