La noticia de impacto en los últimos
días es la supuesta muerte de Osama Bin laden, quien fue lanzado al
mar por los militares estadounidenses, de acuerdo a las informaciones
de los medios de comunicación, unas horas después de anunciada la
operación armada de estas fuerzas en el lugar donde dicen ellos que
residía con sus familiares. Esta acción militar de los yankys se practicó
en Pakistán, país musulmán que cuenta con decenas de bombas atómicas
listas para la guerra, pero no precisamente contra los Estados Unidos
sino contra su nación hermana de la India. Estos territorios se mantienen
divididos por la gran influencia del gigante imperial norteamericano.
Con el atentado que destruyó el World Trade Center en Nueva York, el
11 de Septiembre de 2001, el entonces Presidente George Bush, ordena
el inicio de la invasión a Afganistán, región donde gobernaban Los
Talibanes, con una política nacionalista que también venció a las
fuerzas de la Unión Soviética. Desde entonces la gran excusa para
las invasiones es la lucha contra el movimiento de Al Qaeda y su máximo
líder Bin Laden, buscado por más de diez años. Hay que recodar que
Osama Bin laden pertenece a una de las familias con más poder económico
de Arabia Saudita que, además, mantenía relaciones comerciales, especialmente,
con el régimen de gobierno de Bush. Actualmente, el derrumbamiento
de las torres gemelas ha sido denunciado como una estrategia del propio
gobierno de los Estados Unidos para justificar su permanencia en el
medio oriente y controlar las fuentes energéticas de petróleo existentes
en esa zona. Para la Invasión a Irak, decidida por el Presidente Clinton
en el 2003, se utilizó la información engañosa de posesión del Gobierno
Iraquí, dirigido por Sadam Hussein, de armas biológicas de destrucción
masiva. Luego de la muerte de Hussein, la ONU comprobó
la falsedad de la información y hoy, incluso reconociendo la mentira,
permanecen las fuerzas armadas de Estados Unidos en ese país.
En el marco de la acción
militar de los gringos en Paquistán para dar muerte a Osama Bin Laden,
se difundió una boda real como noticia principal mundial resaltando
una figura medieval y atrasada de poder político como son las monarquías,
al tiempo que se masifica la información de la beatificación del Papa
Juan Pablo II. Todo se desenvuelve dentro de los planes mediáticos
de distracción. La invasión al territorio libio pasa a segundo plano
pero, si logran asesinar al presidente Gaddafi, entonces la imagen de
terrorista de Osama Bin Laden lo justificará. Al pentágono y la CIA
nada se les escapa, mantienen una permanente guerra sicológica en
el mundo para crear el concepto de los Estados Unidos como el símbolo
y emblema de la democracia mundial, manteniendo la hegemonía económica,
militar y cultural en el planeta. En la actualidad, en los países
del norte de África y el medio oriente, se ha desatado un movimiento
nacionalista libertario que coloca en peligro los intereses de las transnacionales
que explotan los bienes naturales en esos lugares. Ahora surgirá otra
excusa y otra invasión. Siria e Irán están en la mira del imperialismo
norteamericano. Son gobiernos enfrentados al poder yanky que se legitima
con la guerra y el armamentismo. Los movimientos populares insurgentes
en el mundo, con espíritu independentista y soberano, representan el
antiimperialismo. En los países árabes se desarrolla la rebeldía
de las masas y, como sabemos, estas culturas milenarias resisten en
su identidad, su diversidad, su derecho a ser libres y diferentes.
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