Las fechas relevantes de la historia no son sino apoyos de la memoria colectiva, pero eso que llamamos memoria, lejos de parecerse a una reproducción fiel del pasado, es siempre y solamente, un relato que construimos desde nuestro presente, en el que se mezclan recuerdos, creencias, relatos escuchados desde la infancia y sobre todo, ese conjunto de nociones aceptadas colectivamente que constituyen nuestra “idea del mundo”.
Estamos celebrando los doscientos años de la que viene a ser la fecha más relevante de nuestra historia republicana. Hasta los niños creen saber que celebramos los venezolanos este 5 de julio. No obstante, toda fecha es apenas el hito de algún proceso sin cuya comprensión, cualquier celebración se reduciría a lo protocolar y anecdótico, Sería simplemente otra ocasión mas para derrochar discursos y coronas de flores.
Este 5 de julio de 2011, es ciertamente una fecha propicia para celebrar, pero por su singular relevancia debe ser también propicia para reflexionar en su significado. Para entender aquel 5 de julio de 1811 en que un grupo de criollos reunidos en capilla, proclamaron una independencia que hoy nos toca completar, debemos remontarnos a los procesos de emancipación que en Venezuela y en toda Nuestra América, surgieron desde el mismo 12 de octubre de 1492. Procesos de resistencia que en nuestro caso arrancaron desde el momento mismo en que, para nuestra mala fortuna, el almirante Colón pisó las playas de Macuro.
Esa lucha no ha concluido todavía: Ayer genoveses, españoles y alemanes entraron a saco en estas tierras. Hoy nos vemos enfrentados al Imperio mas poderoso y genocida que ha conocido el mundo y nuestra lucha se inscribe en la insurgencia global contra la hegemonía del sistema capitalista.
Formalmente admitimos que las guerras por la independencia arrancaron en 1810, pero como bien lo dice el profesor Vladimir Acosta, Independencia y emancipación no son la misma cosa. Los criollos aspiraban a la independencia política de España y aclamaban la globalización de los mercados que imponía ya entonces la Armada Británica. Para ellos, burgueses de ayer y de hoy, la independencia era un negocio, una oportunidad –legítima en su escala de valores- para deshacerse del odioso monopolio comercial que imponía la metrópoli, pero entre sus planes nunca estuvo ni está hoy, desmontar la estructura de explotación colonial del resto de un pueblo sometido y despreciado. Bástenos recordar -nos dice Acosta Saignes- cómo Miranda compró mil esclavos a los terratenientes de la provincia de Caracas, para incorporarlos a sus tropas.
El fracaso de la Primera República nacida precisamente aquel 5 de julio que hoy celebramos, se explica a partir de la decepción y en ocasiones hasta el rechazo beligerante hacia los criollos esclavistas, de un pueblo cuyas esperanzas solo supo interpretar el genio de Bolívar, luego de un largo proceso de reflexión que arrancando en las duras derrotas de 1814, culmina quiza con la lección y ejemplo de Haití y su invaluable ayuda en 1816. Bolívar decretó la libertad de los esclavos, pero luego de su muerte nadie se acordó de semejante promesa.
Toda nuestra historia se podría explicar bajo el hilo conductor de las luchas populares por una emancipación que aún no se concreta plenamente y solo en esta perspectiva tendríamos quizá una justa valoración de este Bicentenario que no es la celebración de un hito histórico perdido en el pasado sino el recuerdo inperecedero de una lucha continuada y heróica que luego de libertar a cinco países de Nuestra América regando sangre de este Bravo Pueblo, se prolonga hasta nuestros días.
Los venezolanos que cayeron en Carabobo en Boyacá y en Ayacucho, en Urica y La Puerta, sin importar el bando, son los mismos que cayeron también el 27 de febrero de 1989, el 4 de febrero de 1992 y el 11 de abril de 2002. Gracias a ellos tenemos y tendremos patria para siempre
HONOR Y GLORIA A NUESTROS HEROES DE ENTONCES Y DE HOY
PATRIA SOCIALISTA O MUERTE
VENCEREMOS
cajp391130@yahoo.es