El fiasco que llaman Barack Obama, que llegó al poder presidencial de la mayor potencia militar del mundo, cual anticristo o mesías, de lo más taimado y disimulado, hoy se desploma. Su popularidad ya quiere pisar el 30%, y hace recordar a otro esperpento de la política latinoamericana que milagrosamente culminó su mandato: Alan García, quien en su tiempo lamió prácticamente la baldosa de su palacio presidencia al rozar la cifra del 20%, aproximadamente, si no exagero.
Yo digo que tal es el destino de quienes no son dueños de sí mismos, como lo es cada abanderado de la derecha política y su potranca capitalista de modelo económico. Tal es el problema de no ejercer en política el real principio del amor al pueblo, a la polis, y de dejarse penetrar por la vara métrica de los ricachones, hoy prácticamente dueños del mundo. Ya hemos oído: un 2% de ellos posee algo así como el 80 ó 90% de la riqueza planetaria. Decirle “no” a este pequeño porcentaje parece tarea titánica, so pena de que te caiga el planeta encima.
Pero, también sabemos, que el hecho no justifica que te conviertas en una puta política. No puedes llegar a un poder para engañar, para venderte, como si fueras eso mismo que acabo de mencionar. Más con penas que glorias pasan semejantes gobernantes, viéndose obligados a recurrir a la invasión, la guerra, la muerte, para lograr subir algo en las encuestar y terminar su mandato. Para que la historia se congracie con ellos y los llame “presidente”. Y mandato, por cierto, que realmente significa lo que significa. Obama (como la mayoría de los presidentes de la derecha política, sinónimo de no-principios, de venta, de entrega, de traición respecto de las mayorías) lo que hace es obedecer, cumplir los requerimientos de la plutocracia mundial que lo utiliza: petroleros que mandan y hacen guerras, banqueros que roban, compran y no son penalizados (mejor, premiados), transnacionales que tienen su representación en el congreso, militares que cada vez más como que se hacen autónomos en sus barbaries (las llamadas “fuerzas especiales”). Una belleza el asunto.
Y el presidente, el primer negro en la historia del poder presidencia de los EEUU, que subió encarnando esperanzas de cambio para la gente de su país (¡coño, allá hay pobreza, cuate!) y del mundo entero, se deslastra de su pasado, de su campaña presidencial, de sus ofrecimientos políticos, de la madre que lo parió, pues, para convertirse en una mercancía más, como precisamente le cae al pelo a sus compradores. ¿Qué no es fácil decir no? ¡Caramba, negrito, toda la presidencia has dicho que “sí” y mira hacia dónde te lleva tu popularidad! ¡Hacia el hundimiento!
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