El horizonte se arremolina. Vientos de cambios mueven el mechón de la sociedad y vida. Hay crisis y se barruntan transformaciones.
Los EEUU, la mayor potencia militar del mundo, presentan fisiológicos problemas. Su interno organismo se convulsiona en silencio, bajo la puja de guardar las exteriores apariencias. Por fuera el rostro sonríe, como le tiene que corresponder a un jefe militar que debe inspirar confianza a sus seguidores, a su sistema, a su preponderante supervivencia; pero interiormente el estómago, el corazón y la mente crujen como ante la irrupción de piedras u obstrucciones en el camino de las funciones.
Ya como que el coloso va dejando de atraer a los buscadores de oro. Ya como que no se matan por irse a vivir en una parcela de sus tierras. Como ocurre en Europa, donde la gente se estremece al imaginarse la probabilidad de tener que salir de sus terruños a explorar mundos, al analizar la proyección de las curvas gráficas, al sentir bajar su acostumbrado alto nivel de vida. En España, por ejemplo, donde muchos odian tanto a los “sudacas”, como que se repite el cuento: se presiente una nueva emigración hacia tierras suramericanas, buscando más prósperos rumbos. Como en general ocurre en el mundo, para no dar la impresión de que sólo se joden unos pocos.
Es la crisis, pues, la crisis financiera. El declive de un sistema. El envejecimiento de un coloso minado por deudas, aunque sobre un pedestal de armamentos. El cambio de época. El cansancio y vicio de un mecanismo que en su mocedad tuvo mejor vida y que ahora es un bicho metálico que amenaza. La hora crucial de un imperio que, al no poderse manejar, se desarticula y muestra sus primeros espasmos. La hora común final de los sistemas e imperios que en el mundo han sido. El quiebre escandaloso de la propuesta plutocrática de que un 1% de la población ha de ostentar el 99% de la riqueza mundial. La evolución de la tolerancia humana. La conciencia. La caída. El colmo.
En EEUU no hay dinero para pagar el sistema público social. Cunde la deuda, y el 1% mencionado se mueve arteramente para liquidar los beneficios sociales y educativos de la población con el propósito de ahorrar y recabar los montos requeridos. Aumenta el desempleo. Baja el nivel de vida; se vuelve trizas, en fin, el sueño americano. Ello en lo interno, que es decir grave cosa, porque habrá de ser duro que un orgulloso estadounidense se desacostumbre de su providencial aureola de prosperidad y abra su boca con hambre, como si fuera un famélico africano de esos de las historias eternas, o como si fuera un griego, de esos del presente, sin trabajo ni casa que dar u ostentar, hueso en cueros. En proyección, hablando de lo interno fisiológico, la amenaza del sistema imperial de los EEUU radica en su propia gente, en su propia tierra, en su decadencia y depauperación poblacional.
Crisis que amella los filos y evita que el orgulloso guerrero corte tan eficientemente la tripa en el combate como antes. Esto es, que convenza y atraiga no más que por prestigio y estampa; que no haga pensar que será necesario utilizar la fuerza para remediar sus problemas y los de sus allegados (como ya va pareciendo una práctica sistemática), dado que en medio de estados de guerra las fidelidades y futuros se hacen inciertos. Dado que en medio de estados de guerras las configuraciones mutan; dado que en medio de estados de guerras las poblaciones son el combustible de las armas y los alimentos poseen un origen bélico. Dado que en medio de estados de guerra la conciencia pare y puede concebir ángeles o demonios. Dado que en medio de estados de guerra se come más o menos, siempre con la mancha latente de la sangre ante los ojos. La guerra es un planificado accionar humano que suele preceder al caos.
En lo exterior, la cosa no es menos preocupante. Los chinos se han erigido, a partir de una antigua sociedad campesina y feudal, luego comunista, ahora híbrida y poderosa, en la nueva potencia del futuro…, a menos que los estadounidenses recurran nuevamente a otra de sus soluciones “amarillas”, esto es, a bombas atómicas o novedosísimos armamentos, como los lanzados sobre los japoneses para reducirlos. China y no hablando a largo plazo: es ya, en el presente, a menos de un quinquenio. Las proyecciones colocan a China como la primera economía del mundo para el 2.015, siendo hoy la segunda, detrás de los EEUU.
El cuento doloroso para los estadounidenses es que parecen mirar desde una esquina, impotentes, el crecimiento asiático indetenible, sin fronteras. Los chinos se las han arreglado para abaratar al mínimo lo mismo que los EEUU produce a grandes costos; han incursionado en la era de las armas cibernéticas, nucleares, espaciales; han pisado ya el espacio y dejado su huella propietaria y competitiva sobre los cielos; han concretado alianzas militares y económicas; se han extendido por el mundo como una premonición vital de los nuevos tiempos.
De hecho, los buques del comercio bilateral, parten de China cargados y regresan vacíos, como un cascarón indicio de la nueva preeminencia económica, fortaleciendo sus yenes, acrecentando sus divisas en el extranjero, sus dólares. De hecho, los EEUU están atascados casi hasta el alma de la riqueza china, lo que podría equivaler a decir “embargados”, “endeudados”. El mayor acreedor del total de la deuda de los EEUU es China y tiene China invertido en los EEUU 2,14 billones de dólares, dos tercios de sus 3,2 billones de divisas internacionales, las más grandes del mundo. Digiérase lentamente lo dicho.
¿La tragedia yanqui? Los EEUU están prácticamente embargados. Recientemente los chinos se les pararon con fuerza en el firmamento para pedirles reparos en cuanto al manejo de sus estructuras económicas internas, pidiéndoles protección a sus activos; y tuvo que viajar el vicepresidente estadounidense para calmar al gigante asiático en relación al pago de su deuda. Los EEUU han pisado casi ya la humillación de la moratoria en sus pagos, sea ya porque no puedan o quieran pagar. Tal es hecho.
De petróleo, ni hablar. China se ha convertido en el mayor competidor de los EEUU en materia de captación de mercados de hidrocarburos, ejerciendo una política estratégica y persistente. Como ejemplo, se puede mencionar África y América Latina, última ésta un nuevo mercado para sus inversiones en plena frente norteamericana. Derrotados en esta materia, los EEUU y su camarilla europea poco a poco han venido perfeccionando su modus operandi compensatorio: la invasión y la guerra, el despojo y la violación del derecho internacional. Irak y Libia han sido los últimos barriles de petróleo saqueados por sus huestes.
¿El meollo del problema? Un coloso en decadencia, pero armado hasta los dientes, debe mucha plata, y es de gran expectación por ver cómo paga sus deudas, si humillantemente declarándose en quiebra y cancelando de cualquier modo o si apelando a su armamento salvador para generar un caos mundial, donde las cuentas se hagan difusas, o si borrando de un bombazo a tan molesto acreedor, como ha de ser el sueño de muchos hombres de Estado en los EEUU. Como si se pudiera soñar hoy que China puede ser el Japón del ayer, amarillos de ojos rasgados recibiendo condiciones de un preeminente, providencial y vencedor imperio de los tiempos. Como si los sueños siempre se cumplieran y sueños no fueran…
Los EEUU se han volcado hacia el panorama internacional a cumplir algunos de sus sueños de poderío y hegemonía, violentando los derechos y normativas, burlándose de las reglas. Invadieron Irak en contra de las resoluciones de las ONU; robaron el dinero de las reservas internaciones de la reciente Libia. Pero con China ¿ha de ser igual? ¿Se puede zamaquear China como a un pelele? ¿Se le pueden birlar sus divisas así como así? ¿Se le puede inventar un cuento para generarle una guerra (salvadora de cuentas) y bombardeársele impunemente, así como invadírsele?
He allí el detalle, como decía el viejo Cantinflas. He allí la tragedia de la realidad gringa. He allí el vaticinio de Nostradamus sobre la “raza amarillas” y la nueva hegemonía. No parece concebible que un debilitado invierta toda su riqueza en un poderoso y aspire luego a obligarle al pago. Ilógico y tonto, ¿no?
Los tiempos que vienen están por verse, y eso nos importa a todos, potenciales afectados. Como un borracho que se cae y se lleva el mantel de la mesa entre sus dedos crispados, o como una piedra descomunal que se lanza a un lago y genera olas destructoras, así el declive de un coloso nos afecta en tanto somos entorno.
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