Me iría demasiado

Jamás hubo en nuestra América de la independencia a nuestros días, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el desafío de los Estados Unidos potentes, ambiciosos de nuestras riquezas, y determinados a mantener sus dominios, hace a nuestras naciones de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos del mundo, para ajustar una liga latinoamericana y cerrar tratos con las naciones de Asia.

Nos arrodillaremos ante el amo imperial ¿Consentiremos en partirnos en dos, con la cuchilla del canal de Panamá en el corazón, o unirnos por el sur, apoyando a los pueblos de Centro América y el Caribe, incluido México, ya que somos pueblos de los mismos intereses, del mismo destino, de la misma raza?

La CELAC, debe ser el recuento del honor, en que se vea quienes defienden con energía y mesura la independencia de nuestra América, donde está el equilibrio del mundo; o si hay naciones capaces, por el miedo, o por el deslumbramiento, o el hábito de servidumbre o el interés, de consentir, sobre el continente ocupado por dos pueblos de naturaleza y objeto distintos, en mermar con su deserción las fuerzas indispensables, y ya pocas, con que podrá la familia de una nacionalidad contener con el respeto que imponga, la tentativa de predominio, confirmada por los hechos coetáneos, de un pueblo criado en la ambición de dominación continental, a la hora en que se pintan, en apogeo común, en ansia de energía de sus industrias, aparato militar y consumo domestico, la ocasión de imponer a naciones vecinas y lejanas débiles el protectorado ofrecido en las profecías, la fuerza material necesaria parta el acometimiento, y la ambición de unos políticos rapaces y criminales.

Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro, como único derecho: esto es y será nuestro porque lo necesitamos. Creen en la superioridad incontrastable de “la raza anglosajona contra la raza latina”. Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india que continúan exterminando. Creen que los pueblos de Latinoamérica están formados de analfabetas. Mientras no sepan más de nuestra América los Estados Unidos y la respeten más, como la explicación cinesante, urgente, múltiple, de nuestros elementos y recursos podrían llegar a respetarla.

El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún candidato apátrida a unión política. La unión con el mundo, y no con una parte del; no contra otra. Si algún oficie tiene la familia de repúblicas de América, no es el decir de una de ellas contra las naciones del mundo.

El norte es injusto y codicioso. Piensa más en asegurar a unos pocos la fortuna que en crear un pueblo para el bien de todos; ha mudado a la tierra americana los odios todos y todos los problemas de las viejas dictaduras europeas: aquí no calma ni equilibra el hombre el misterioso respeto a la tierra en que nació; del norte, como de tierra extranjera, saldrán en la hora del espanto sus propios hijos. En el norte no hay amparo ni raíz. En el norte se agravan los problemas y no existen la solidaridad y el patriotismo que los pudiera resolver. El pueblo no aprende allí a amarse, ni aman el suelo donde nacen por casualidad, y donde bregan sin respiro en la lucha animal y atribulada por la existencia. Allí se ha repartido mal la tierra; y la producción desigual y monstruosa, la inercia del suelo acaparado, dejan al país sin la salvaguardia del cultivo distribuido, que da de comer cuando no da para ganar. Allí se amontonan los ricos de una parte y los desesperados de otra. El norte cierra y está lleno de odios. Y está agitada jauría, de ricos contra pobres, de blancos contra negros, de campesinos contra comerciantes, de hombres voraces y destituidos contra todo lo que se niegue a su hambre y a su sed, a ese horno de iras, a esas fauces afiladas.

A la raíz va el pueblo, verdadero. Radical no es más que eso: el que va a la raíz. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni pueblo quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás pueblos. Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar; cuando se vive, y se ha de seguir viviendo frente a un país que, por el robo fácil de nuestras riquezas; por su racismo, y por el carácter cesáreo y rapaz que en la conquista y el lujo ha ido criando, es un deber continuo y de necesidad urgente rebelarse cada vez que haya justicia y ocasión, si, aprovechando a tiempo lo poco que les queda en el alma de república, no les mostramos como somos.

No augura sino certifica el que observa cómo en los Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad se reproducen; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y miseria de las dictaduras, se corrompen y aminora la democracia; y renacen, amenazantes, el odio y la miseria.

Cada cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene más cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno, y más fino o virtuoso, sino porque el influjo del pueblo se ejerce mejor, y más naturalmente, en aquello que conoce, y de donde le viene inmediata pena o gusto; y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el verdadero e inexpugnable concepto de la patria.

Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más cerca, y en que nos tocó nacer; —y ni se ha de permitir que con el engaño del santo nombre se defienda a imperios inútiles, religiones ventrudas o políticas descaradas hambronas—, ni porque a estos pecados se dé a menudo el nombre de patria, ha de negarse a los pueblos de nuestra América cumplir su deber de humanidad, en la porción de ella que tiene más cerca. Esto es luz y del sol no se sale. Patria es eso. Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos.

¡Gringos Go Home!

Libertad para los cinco héroes de la Humanidad.

¡Pa´lante Comandante! Viviremos y Venceremos.

Hasta la victoria siempre.

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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