La situación en Siria no debe perderse de vista, ni menos subestimarse. Tiene visos de complicada guerra, trascendente, si usted quiere, o a escala mundial, si grave la quiere ver.
Seguramente en el pasado se dijo lo mismo sobre Irak, Libia..., ¡uff!, y tantos otros lugares acuciados por la injerencia estadounidese (ronda el centenar desde 1775). ¡Y cómo no, en este mundo lleno de intereses y estrategias, de militares y tensiones, siempre hay posibilidades de conflagración mundial! Sólo que siempre ha existido “exitosamente” un equilibrio, una bipolaridad (así mil veces se diga que ya no hay Guerra Fría), que ha evitado ir a mayores. Y como sea, con algunos países más avispados que otros a la hora de concertar sus alianzas y hacer sus manejos diplomáticos, propagandísticos y geoestratégicos, ese supraexistente balancín ha estado allí para evitar que los polos de poder (hoy EEUU-Europa versus Rusia-China) se confronten directamente.
Inclusive quien escribe ha hecho lo suyo en cuanto a alarmas: lo de Irak le pareció un descarado exabrupto en desmedro de los intereses y geoestrategia de una de las partes, a la sazón en desintegración (la URSS transformándose en Rusia 1991); lo de Libia, ya con Rusia definida como país federativo y repuesto de sus dramáticos cambios, una certera y osada provocación. En ambos escenarios perdió terreno denotativo y connotativo el polo global de poder que hoy se conoce como Rusia-China. De hecho, con Irak y Libia, desde la época de la invasión a Cuba, en Bahía de Cochinos (1961), no parece haber habido provocación más inteligible en la lucha de los bloques por el avituallamiento del poder mundial; tanto más cuanto es patente que ambos bandos consideran al Medio Oriente un espacio capital sobre el planeta para su subsistencia, por geoestrategia y recursos energéticos.
EEUU tiene previsto su toma desde los años 50 del siglo pasado (Doctrina Eisenhower); Rusia, con lo de Irak y Libia, perdió inversiones y capacidades de movilización táctico-bélica; China, inversiones y potenciales mercados para suplir su enorme voracidad energética, misma que la coloca como el monstruo mayor consumidor de hidrocarburos para la década de los veinte (y la tensión sube en la medida en que se proyecta el final del suministro de petróleo para la segunda mitad del siglo, aunque uno o dos países por ahí tengan reservas más allá de un siglo).
Pero esta vez, con la soñada toma estadounidense de Siria, para luego seguir contra Irán (y hacer toma y barrida en el Medio Oriente), las perspectivas lucen muy diferentes. Los rusos, luego del ridículo papelón que hicieron al dejarse birlar a Libia frente a sus propias narices, donde perdieron un espacio aliado, además de otros intereses, al parecer se cansaron de la habladera de pajas en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde vacilar prácticamente significó siempre hacerle juego a los planes del contrario: junto a China, a dicho “No”, rotundamente, a un eventual ataque directo tanto contra Irán como contra Siria misma. Igual pasó con China, miembro también del Consejo de Seguridad: no decir “No”, rotundamente, le ha costado pérdidas potenciales frente a su rival devorador de recursos energéticos, los EEUU.
Hoy no es difícil barruntar que Rusia y China le ponen precio de guerra (y guerra a gran escala, de ser necesario) al Medio Oriente. Consiguientemente, esbozados estos términos, no es posible una toma ni de Siria ni de Irán de modo directo por parte de los EEUU y sus aliados, so pena de una desastrosa conflagración. Es decir, por otro ángulo, no es posible su toma por encima de las decisiones del Consejo de Seguridad, donde China y Rusia objetaron y donde, finalmente, se juega la existencia funcional de esta organización arbitral internacional al hacer del cumplimiento de sus decisiones un punto referencial de paz. Tampoco es descabellado suponer que ésa sea precisamente la señal esperada por los chinos y rusos (el quiebre de la legalidad) para soltar abiertamente su caballería sobre tierra, dado que el desconocimiento de las resoluciones se traduciría en un grosero pateo a la mesa de negociaciones . Para Rusia es claro que un evento a lo Irak, en contravención a los designios del Consejo, tiene que ser un detonante de la acción, del combate in situ, como claro es, en su fuero justificado interno, que lo de Irak, en 1991, ocurrió cuando se encontraba convulsa con la desintegración de la URSS, debilidad aprovechada por el contrario.
El ataque reciente de Israel sobre Siria es precisamente lo que está planteado por los momentos: una lucha de los grandes a través de sus adláteres, como ha sido el uso desde épocas de Guerra Fría (aunque en el caso de Israel es notorio su afán de ir a un desencadenamiento mundial debido aspira al borrado de muchas fronteras geopolíticas, a partir de lo cual reconstruiría su nación sobre la base de míticas fronteras). La intervención de los EEUU y sus aliados apuntaría a la toma del Medio Oriente completo, pero tal "ganancia” estaría significando también la pérdida de la paz mundial.
Del mismo modo que el almirante Yamamoto exclamó “Me temo que hemos despertado a un gigante dormido que debe estar lleno de venganza”, refiriéndose a la entrada de los EEUU a la segunda guerra mundial, estas apreciaciones podrían apuntar a la entrada decidida en escena del “oso siberiano” ─resentido no precisamente por pingües pérdidas─, anhelante por restablecer, junto a sus aliados chinos y antiguas ex repúblicas socialistas (Grupo de Shangai y otro), el balancín del poder en el mundo.
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