Como era de esperarse, Joseph Biden, vicepresidente de EE UU fue a Chile, más que para aprovechar la asunción de Michelle Bachelet a la presidencia, con el insano propósito de sonsacar a varios mandatarios latinoamericanos para que adopten posiciones favorables a la percepción de la Casa Blanca sobre la pretendida “crisis” existente en Venezuela.
Así, eludiendo temas de importancia para cada mandatario, como lo es el tema de la futura colaboración económica, en unos casos, exenciones de visados en otros, Biden buscaba encontrarse con aquellos mandatarios que aún le pueden ser de utilidad luego del sonado fracaso de las manipulaciones del presidente panameño Martinelli. De esta forma, previamente seleccionados sus próximas fichas a emplear, Biden se reunió con el peruano Ollanta Humala y el colombiano, Juan Manuel Santos, así como con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto.
Biden les puso a todos sobre el tapete sus pretensiones: sumarlos a la guerra diplomática con vistas a cuestionar la constitucionalidad del gobierno de Maduro, buscando una resolución injerencista contra la Venezuela bolivariana, validar acciones futuras no solo diplomáticas, económicas e, incluso militares, contra la misma. Su objetivo era torpedear cualquier análisis sobre el tema promovido por UNASUR y validar el papel de una anacrónica e inservible OEA.
La acciones de Biden ponen una vez más al descubierto el espíritu injerencista de EE UU, su irrespeto a nuestras soberanías y su intención de mantener su guerra sucia contra Venezuela. Cuando empieza a primar el diálogo entre todos los sectores de la sociedad venezolana, realmente interesados en la búsqueda de soluciones pacíficas, EE UU apuesta por la desestabilización, la conspiración y el mantenimiento de la ingobernabilidad en dicha nación.
Maduro ha sabido sortear sabiamente la situación actual en Venezuela, aislando a aquellos sectores que realmente se preocupan por los problemas que afectan a la sociedad de los reducidos grupos fascistas que aún promueven la desobediencia civil y acuden a la violencia fascista. Debo decirlo sinceramente: Todo el esfuerzo de Biden ha sido en vano. Ya las naciones latinoamericanas ven con claridad dónde está el camino oportuno para caminar sin ligaduras, unidos y usando el diálogo franco, aunque aún tras bambalinas se siguen tramando oscuras conspiraciones.
Ciertamente, el peligro no ha pasado. Aún cuenta el Imperio con nuevas fórmulas más allá de las diplomáticas. Esto nos debe mantener aún más atentos.