El secretario de la Defensa del imperio yanqui ha pretendido de forma absurda y descabellada comparar al presidente Hugo Chávez con Adolfo Hitler, alegando que ascendió a la alta magistratura con el voto mayoritario del pueblo tal y como ocurrió con el Führer alemán, además de que lo califica de ser como éste violador sistemático de los derechos humanos, de lo cual no existen evidencias de ningún tipo que apunten a que ello sea así y muy por el contrario de eso, hay que resaltar en voz muy alta, que una de las cosas que se pueden asegurar, sin lugar a equívocos, es que entre las mayores y más destacadas virtudes que caracterizan al presidente venezolano como demócrata cabal, es que cumple con el sagrado deber de respetar y hacer respetar tales derechos de manera absoluta y sin el doble discurso de quienes, por ejemplo, durante los 40 años de la llamada democracia representativa puntofijista que tanto les llenaba de complacencia a los gobiernos de Washington, decían hacer lo mismo, mientras que sus policías políticas y militares entrenadas por la CIA y por la Escuela de las Américas, asesinaban, desaparecían y torturaban a centenares de miles de venezolanos y es bueno destacarlo también, que con excesiva frecuencia los mismos jefes de Estado incurrían en conductas propias de dictadores confesos, como aquellas de “disparar primero y averiguar después”, allanar “manu militari” la inmunidad de parlamentarios progresistas y mandarlos a prisión, cerrar medios de comunicación y establecer la censura previa en multitud de ocasiones, disolver manifestaciones estudiantiles a plomo limpio, acordar el destierro de decenas de venezolanos como ocurrió con Miguel Angel Carriles y entre otros atropellos a los derechos humanos, ordenar la prisión de quienes expresaran puntos de vista que pudieran irritar al régimen, como fue el caso del astrólogo y profesor universitario José Bernardo Gómez, quien se atrevió a pronosticar la muerte política de Rafael Caldera durante el último mandato de éste.
Lo que no dijo Rumsfeld, por supuesto, fue que el advenimiento al poder en Alemania de semejante monstruo y su inmediato fortalecimiento lo fue gracias al respaldo ilimitado de los sectores de la burguesía capitalista industrial, tecnológica y financiera alemana, los de casi toda Europa y en mayor grado los de su propio país, los Estados Unidos de Norteamericana, que vieron en Hitler la inmejorable opción para enfrentar y detener lo que consideraban pudiera ser el avance incontenible por el mundo de las ideas comunistas que habían logrado imponerse en Rusia una vez finalizada la primera guerra mundial, además de que el proyecto que ofrecía el Führer planteaba negocios de muy alta rentabilidad en el corto plazo, como era dotar a Alemania de una poderosa maquinaria bélica e industrial con la más alta y sofisticada tecnología de la época. El propio abuelo del actual mandatario norteamericano, Prescott Bush, fue uno de los más connotados propagandistas y financistas del Tercer Reich para ese proyecto, junto a figuras como Henry Ford, el mismo de la dinastía fabricante de autos; Alfred Sloan, presidente de la General Motors; Thomas Watson, fundador de la IBM; W.A.Harriman, uno de los más poderosos financieros de Walt Street y los religiosos evangelistas y fundamentalistas predecesores de Pat Robertson, consejero espiritual e íntimo amigo de George W. Bush, Gerald L. Smith, Peral Winrod, William Dudey y Charles Coughlin, entre muchos otros, quienes poseían abultadas cuentas y acciones en diversas corporaciones transnacionales, tal y como se sabe las tiene el reverendo Robertson en el negocio de la televisión y de las apuestas de caballos en su país.
Pero más allá de esos hechos que se corresponden con realidades históricas irrefutables y que pocos años después de terminada la segunda guerra mundial con la derrota del eje nazifascista integrado por Alemania, Italia y Japón, se tradujeron en lo que se impuso en el mundo como la “guerra fría”, es sólo cuestión de que hurguemos en la vasta bibliografía sobre la era hitleriana para constatar con el mayor horror que el holocausto que significó el asesinato de millones de judíos y otros tantos seres calificados como “bazofias humanas que no merecían vivir”, no fue posible solamente por la decisión del Tercer Reich de llevarlo a cabo, sino porque recibió el apoyo en muchos casos muy abierto de varios gobiernos europeos y el de los Estados Unidos de Norteamérica hacia el objetivo de exterminar a esa “raza maldita”, los cuales extremaron a términos muy rigurosos sus propias leyes migratorias que hacían imposible que los pocos judíos que lograban escapar de la persecución de la Gestapo pudieran encontrar refugio dentro de sus fronteras y en mucha mayor intensidad a través de campañas mediáticas infames a través de las cuales se denigraba de ellos como “víboras, seres perversos, lujuriosos, disolutos, corruptos y muy dañinos”, así como deportándolos en masa hacia Alemania, como fue el caso muy reiterado de la Francia de Vichy para que cayeran en manos de quienes los asesinarían más tarde en los innumerables campos de concentración que se construyeron para darle término a lo que se le llamó “la solución final” al problema judío.
Son muy variados y dantescos los relatos de los judíos que lograron escapar de la muerte. Son testimonios que nos ponen la sangre congelada, nos llenan de la mayor indignación y nos provoca sentirnos superhombres imbatibles en el esfuerzo que todos los pueblos del mundo debemos librar para impedir que esas atrocidades vuelvan a ocurrir como no hay duda alguna que parecieran surgir del liderazgo neoconservador de George W. Bush, quien tiene bajo su mando y control el país más poderoso de la tierra, para quien sus apetencias y proyectos hegemónicos están por encima de los organismos y leyes internacionales.
Hoy recobran la mayor actualidad frente a la amenaza persistente de la guerra como única alternativa hacia la paz que preconiza e intenta consolidar el presidente Bush como instrumento que es de las corporaciones económicas transnacionales, en sus desesperados esfuerzos por garantizar la prolongación del sistema capitalista neocolonial que las sustenta y que atraviesa en la actualidad por muy agudos e irreversibles problemas generados por sus propias contradicciones y más aún por las heroicas resistencias de los pueblos en cada rincón del mundo a seguir siendo explotados, las palabras que pronunció el líder hebreo David Ben Gurion en julio de 1.944, en el monte Scopus de Jerusalem, quien fue uno de los fundadores del Estado de Israel en 1.948 y el primer dirigente judío que se dio cuenta que la solución final alemana destruía el sueño de Weizmann de una comunidad árabe-judía. Dijo entonces Ben Gurión, refiriéndose, sin duda alguna, al funesto papel cómplice que jugaron los países aliados durante el holocoausto llevado a cabo por el Tercer Reich, lo que sigue (copia textual):
“…¿Qué nos habéis hecho, gentes amantes de la libertad, guardianes de la justicia, defensores de los elevados principios de la democracia y la fraternidad humana? ¿Qué es lo que habéis permitido que se perpetre contra un pueblo indefenso, mientras vosotros permanecíais al margen y lo dejabais morir desangrado…? Si, en lugar de judíos, se hubiera torturado diariamente, se hubiera quemado vivo y se hubiera asfixiado en cámaras de gas a miles de mujeres, niños y ancianos ingleses, norteamericanos o rusos, ¿habrías actuado igual?
Entonces no hubo respuesta alguna de esos “amantes de la libertad, guardianes de la justicia, defensores… de la democracia y la fraternidad” a los miles de llamados de auxilio que recorrieron el mundo como ese del connotado dirigente judío para salvar de la muerte a su pueblo.
Hoy nos preguntamos si frente al surgimiento de conductas que apuntan a reeditar por parte de la administración Bush y la de su lacayo inglés Tony Blair los desmanes y las barbaridades contra los derechos humanos siguiendo los patrones del régimen nazi (tortura, desapariciones, ejecuciones sin fórmulas de juicio y creación de cárceles secretas nada diferentes a los campos de concentración de régimen nazi) la comunidad hoy representada en la Organización de las Naciones Unidas estará haciendo lo propio…?
Eso es, al menos, lo que de hecho vemos que está ocurriendo en la instancia multilateral creada precisamente para evitar no solamente los conflictos armados y las violaciones de las soberanías de los Estados pasando por encima del derecho internacional, sino para garantizar el derecho sagrado a la vida y a la dignidad de los seres humanos.
El resurgimiento vigoroso de los movimientos sociales en el mundo, expresados en marchas multitudinarias pidiendo el cese a las guerras y el retiro inmediato de las tropas invasoras de ocupación en Irak y Afganistán, las movilizaciones de marejadas de seres humanos hartos de tanta injusticia que no tuvieron otra opción para protestarla que recurriendo a la violencia en la capital francesa y en otras ciudades europeas a finales del pasado año, con saldo de muertos, heridos y daños materiales incuantificables, así como los innumerables encuentros de solidaridad por un mundo distinto al actual y de justicia social plena realizados en San Pablo, Mar del Planta y Caracas, son demostraciones de la mayor contundencia de que los pueblos han dicho basta y que se opondrán con éxito seguro a las pretensiones imperiales y criminales del gobierno de Washington y sus aliados de querer reeditar las terribles experiencias del fascismo hitleriano para evitar el colapso del perverso y hambreador sistema capitalista mundial.
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