Del “chillido” que Richard Nixon ordenó propinarle a la economía chilena, como preludio al derrocamiento de Salvador Allende en el 1973, a la “torcedura del brazo” con que Obama amenaza hoy a Venezuela para acabar con la Revolución Bolivariana en nuestros días, queda claro que el imperio gringo no tiene límites al momento de imponer sus intereses en contra de los pueblos que deciden liberarse.
La reciente denuncia de la desactivación de un atentado contra el Presidente Nicolás Maduro, que contemplaba el ataque aéreo al Palacio de Gobierno, Miraflores, y a la planta televisiva Telesur, deja ver un nuevo episodio de la conspiración continuada que sectores políticos de la extrema derecha, con apoyo expreso del gobierno estadounidense, llevan tiempo fraguando.
Lo que puede parecer una “aventura loca” sin sentido, como es el ataque aéreo al Palacio de Miraflores a los fines de atentar contra la vida del Presidente de la República, cobra sentido considerando que el objetivo final planificado tenía que ver con crear una conmoción nacional y un estado de caos y anarquía que sirviera de caldo de cultivo para la intervención de los “salvadores del mundo”, especialmente considerando la importancia estratégica que tiene el petróleo actualmente.
La historia imperialista de Estados Unidos está llena de ejemplos de cómo aunque no existan razones que justifiquen sus intervenciones, siempre estas pueden fabricarse, en tal sentido citamos lo que señala Rodríguez Gelfenstein, al respecto “…para desarrollar su afán intervencionista y militarista, Estados Unidos ha buscado subterfugios y construido falsas pruebas que la propia historia se ha encargado de desmentir o cuya falsedad puso en evidencia. La manipulación de pruebas a fin de conseguir un apoyo favorable de la opinión pública del país en primera instancia y la del mundo como soporte global de los desmanes desestabilizadores han sido una constante de la política exterior de Estados Unidos desde que se inició su involucramiento en el desarrollo de su política imperialista a finales del siglo XIX” 1
Pudieron en Chile en el años 1973, cuando después de una guerra sostenida de tres años contra el pueblo y el gobierno del Presidente Allende, derrocaron a Allende después de asesinarlo, pero en Venezuela llevan 15 años de intentos infructuosos y aunque lograron asesinar al Presidente Chávez (2013) el chavismo y la Revolución se mantienen incólumes y el pueblo con su dirigencia defenderá a costa de sus propias vidas el Legado de Chávez y el sueño bolivariano de hacer de América la Patria Grande.
1 Rodríguez Gelfenstein, S. (2014), La Balanza de poder, Edit. Biblos (p.71)