Desde hace milenios, la raza humana ha pasado por cientos de situaciones de conflicto, cuyas expresiones más acabadas y contundentes, desde el punto de vista de la destrucción y muerte generadas en tiempo y espacio, fueron las dos guerras mundiales que sufrimos en el siglo XX.
Esta constante confrontación surge de la necesidad de algunos grupos de imponer sus criterios y defender sus intereses, frente a otros. Las características de estos conflictos van a depender de los recursos bélicos disponibles, urgencias presupuestarias, necesidades de recursos energéticos, financieros o naturales, etc.
Después de la segunda guerra mundial, el planeta entró en una calma chica, protagonizada por la llamada guerra fría, fase esta que dio paso a este período de supuesta paz, en la que un mismo grupo (Estado corporativo de U.S.A.) define donde, entre quiénes, cómo y cuándo se desarrollan invasiones o bombardeos humanitarios que pretenden (según sus propias propagandas mediáticas) salvar a los pueblos de los países elegidos, de unos gobiernos abusivos, dictatoriales y malucos que impiden a los gringos acceder a sus recursos, disfrutar de sus bondades y gobernar por debajo de cuerda.
Es así que se han escenificado cientos de conflictos y varias guerras, a la vista de todo el mundo, gracias a las cadenas internacionales de propaganda, perdón! …de comunicación, que bien se ocupan de allanar conciencias y hacerlas permeables a las razones del imperio norteamericano, convirtiéndolas en justificaciones digeribles por eso que llaman el inconsciente colectivo.
Irak, Libia, Egipto, Siria, Palestina, Ucrania, Venezuela…son apenas los casos más emblemáticos y descarados del intervencionismo gringo. En cada caso han inventado excusas para justificar sus intervenciones o agresiones. De nada han servido, en la mayoría de los casos, las voces de protesta que se han levantado en contra de tales abusos. Ni siquiera han importado las resoluciones de la ONU, convertida a los efectos en triste convidado de piedra. El poder de veto es una aberración histórica, pero conveniente a los intereses de las corporaciones que manejan el mundo.
La última película en pleno desarrollo la está montando el propio Obama. Director, guionista y productor de lujo de una puesta en escena que, aunque repetida y con argumentos harto conocidos, tiene sus fervientes seguidores y seguidoras en diversos espacios, pero muy especialmente acá en Venezuela.
El hombrecito de marras, presidente de Estados Unidos de Norteamérica y flamante Premio Nobel de la Paz (¿?), acaba de comenzar el pre-estreno de su megaproducción más reciente: Obama Jones, en busca de las reservas (petroleras) perdidas… Para ello, ha difundido un decreto u orden ejecutiva en la que declara a Venezuela “amenaza” inusual y extraordinaria a su seguridad nacional. O sea ya comenzó el período de ablandamiento de conciencias y caminos, para que posteriores bombardeos humanitarios (aparentemente lejanos todavía), invasiones democratogénicas (con sus respectivas avanzadas de paramilitares y contratistas, ya en progreso según parece), acciones terroristas de cualquier índole (enmarcadas en los términos de la impunidad que exigen las tropas gringas), continuación y profundización de acciones de guerra psicológica-económica, sabotajes varios, etc., sean vistos con naturalidad y hasta con esperanza, especialmente por ciertos sectores disociados de la población venezolana.
La película, en su desarrollo, ofrecerá múltiples opciones al público espectador: ser protagonistas principalísimos de las masacres, organizar grupos de resistencia (este rol está pensado especialmente para grupos chavistas radicales que puedan quedar con vida después de acciones dirigidas a su exterminio o control), servir de apoyo logístico a las tropas invasoras (al menos por un ratico), etc. Todo eso en 3D y sin cortes comerciales.
¿Y las mujeres? Según el título, la guerra es tan cosa nuestra como de los hombres. Pero, a diferencia de ellos, quienes son sus promotores, nosotras las mujeres en todos los conflictos, de mayor o menor escala, tenemos un protagonismo excepcional. Somos botín de guerra de primer orden (suelen capturarnos, torturarnos, violarnos, asesinarnos como escarmiento, como atentado a la procreación de la nacionalidad y como vía de disuasión para los hombres), es decir, somos víctimas propicias. Pero el rol más importante es en la propia guerra de resistencia.
Nosotras, especialmente en el proceso bolivariano, somos ejemplo de ello. Cumplimos dobles y triples jornadas diariamente, con el fin de garantizar el éxito de nuestra revolución, aún en pañales. Somos los blancos preferidos de las guerras psicológica y económica que se desarrollan en el país, pero hacemos diaria resistencia ante sus embates, en la convicción de que las fuerzas del mal no nos derrotarán fácilmente.
Somos una fuerza incontenible, al igual que en otros lados del mundo. Las mujeres tenemos en nuestras manos, mentes y corazones, la pasión por la libertad, el conocimiento de lo colectivo, el anhelo del buen vivir, la convicción profunda en nuestro proceso, el incansable afán de luchar, la relación con nuestro territorio, la sabiduría ancestral y propia, la experiencia de vivir en escasez, la creatividad sublime de multiplicar panes y peces diariamente.
Las mujeres somos guerreras. Nuestras voces son las primeras que se oyen cuando de protestar se trata o cuando hace falta denunciar o cuando hay que celebrar la victoria. Las Madres de Plaza de Mayo, las mujeres kurdas, las palestinas, las sirias…todas tienen la virtud de la constancia y esfuerzo sostenido, de la organización concreta y fuerte, del respeto a su propia historia. Las venezolanas, somos eso y más.
Por eso, la guerra es cosa nuestra. La sobrevivimos día a día. Y seguiremos venciendo en Unidad y Lucha permanente. La victoria, solo será un resultado lógico y merecido.
Entonces, compañeras, es la organización y la unidad real la que nos permitirá avanzar y vencer. Digamos hoy, en una sola voz, como movimiento de mujeres, como Unión Nacional de Mujeres: OBAMA DEROGA EL DECRETO YA…o prepárate para la derrota…
De nada valdría un movimiento femenino, en un mundo sin justicia social. Eva Perón.
Quien no se mueve, no siente las cadenas. Rosa Luxemburgo