Una economía independiente del imperialismo

La crisis económica mundial la sufren todos los países, sobre todo, los del Tercer Mundo. La caída de los precios del petróleo, de otras materias primas, la falta de alimentos, la falta de servicios, todo ello amenaza con hacer mayor la dependencia de los países del Tercer Mundo, que tienen, además, una gran deuda exterior. Es alarmante la situación de los países en desarrollo, incluso trágica en algunos de ellos.

El imperialismo, al mantener a nuestros países en una situación desigual, carga sobre ellos las consecuencias de las distorsiones operadas en la economía propia. A ello se debe que los precios de las materias primas sean lo más bajos en estos últimos años, a ello se debe la caída de los precios del petróleo y la falta de alimentos. El imperialismo, al explotar a los Estados emergentes, se lucra y enriquece. En gran medida, por medio de estos países, financia él la carrera armamentos. Resulta que por una parte está la deuda multimillonaria de los países en desarrollo, y por la otra, las superganancias de las Transnacionales y los Bancos.

Esta política imperialista es bien conocida en Asia, África y América Latina, en todo el mundo. Es un hecho que sólo para pagar los intereses de la duda exterior, los Estados en vías de desarrollo desembolsan más de cien mil millones de dólares al año. Pagan sumas superiores a los nuevos créditos. También se puede mencionar otro hecho elocuente: por cada dólar invertido en América Latina, las transnacionales norteamericanas obtienen dos dólares y medio en ganancias. Esa es una contabilidad dura, pero el imperialismo no conoce otra.

Pero también es cierto que, al conquistar nuestros países la independencia política-económica y al regirse por sí mismos, los pueblos liberados se ven obligados a luchar duramente por liquidar el atraso económico y la miseria de sus pueblos, por fortalecer su soberanía. Ansiosos de aplastar y derrotar a los países liberados y detener la marcha de la Historia, las fuerzas del imperialismo (ante todo, el norteamericano) recurren al sabotaje económico, a las provocaciones políticas, y ejercen una presión directa de fuerza a través del terrorismo. Esta política se basa en la "doctrina del nuevo globalismo", elaborado a toda prisa. Esa línea no brilla por su originalidad; se quiere volver al viejo y clásico sistema, al bandolerismo.

Conocemos muy bien los planes que tienen para extenuar a Venezuela. Son planes viejos y, diremos con claridad, poco inteligentes. Esos planes están condenados al fracaso; así, pues, es inútil que los gringos gasten dinero y fuerzas en materializar esta doctrina, que ya fracasó hace mucho tiempo.

Pero estos planes conciernen no sólo a Venezuela. Perjudican los intereses de los Estados del Alba y de la Unasur, afectan a los Estados de nuestra América. Y Washington se ve cada día más atascado en el pantano de los problemas de orden externo y de orden interno, secuela de su militarista política imperial.

Por parte de Venezuela, mediante Petrocaribe ejercemos una influencia estabilizadora en los mercados de los países asociados, incluidas las que exportan los países en desarrollo. Iguales objetivos busca la asistencia económica que prestamos a estos países, ayudándoles a formar las bases nacionales y a modernizar su agricultura. Nuestros créditos se cancelan al desarrollar las naciones independizadas sus exportaciones; por eso, aquí no surge el problema de la deuda.

¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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