“No basta que nos roben las materias primas, cuyos productos se consumen en todos los países del globo. De que nos arrebaten el fruto de nuestro trabajo, que nos tengan sumidos en la esclavitud intelectual por la ignorancia, y en la esclavitud material por la miseria, y esto por la espalda, cuando saben que no podemos defendernos”.
No podemos por menos de lamentar que los Gobiernos de nuestra América, incluidos los que de palabra se desentienden de las exageraciones peligrosas de la política de los Gringos, cedan, a fin de cuentas, a la presión del otro lado del Norte, asumiendo de este modo su parte de responsabilidad por el reforzamiento de la carrera armamentista.
Cierto es que nuestra América, como concepto geográfico, continúa en el mismo sitio. Pero uno tiene la impresión de que raptan y llevan los Gringos la política soberana de nuestros Estados, de que, con el pretexto de defender la seguridad; nuestros gobernantes entregan al mejor postor los intereses nacionales de los pueblos, los destinos de los 500 millones de habitantes, y la civilización creada desde muy antiguo en él. Nuestra doctrina revolucionaria es un poderoso instrumento del conocimiento. Ella nos permite enjuiciar íntegramente las contradicciones, descubrir sus causas, hallar respuestas acertadas a los problemas actuales.
Entonces se trata del aporte de todos los que intervienen en él a la seguridad y colaboración en nuestra América. En cambio, la Administración Gringa tiene el propósito de actuar con fines diametralmente opuestos: exacerbar la carrera de los armamentos y la confrontación. ¿Quién sale ganando con esto? ¿Acaso los pueblos de nuestra América están interesados en un tal desarrollo de los acontecimientos?
La civilización de nuestros pueblos se ha aproximado a una encrucijada de la historia no sólo en lo que respecta a problemas de la guerra y la paz. Hemos entrado en un siglo en que se nota cada vez con mayor agudeza la indisoluble ligazón del derecho a la vida con el derecho al desarrollo.
¿Acaso es posible conformarse con que colosales recursos financieros se gasten en armas, mientras centenares de millones de personas en el mundo padecen hambre y millones de ellas mueren anualmente de inanición? Viven en la miseria, en lo fundamental, los pueblos de los países en desarrollo. Pero el problema de la miseria también ha afectado a los Estados imperialistas desarrollados, incluido Estados Unidos. El Estado que asigna para armamentos a más de Mil 600 millones de dólares anuales no puede o, lo que es peor aún, no quiere dar de comer a sus “Cincuenta millones de habitantes”, que se alimentan precariamente, no quieren instruir a sus analfabetos ni dar techo a aquellos que no lo tienen.
El problema más grave es el ensanchamiento del abismo que separa a los países económicamente desarrollados de los subdesarrollados. Las acciones de los imperialistas en este caso sólo puede calificarlas de usura internacional y, dicho con toda franqueza, sencillamente de saqueo. A decenas de países los envuelve el imperialismo cada vez más estrechamente con las redes de la dependencia financiera y tecnológica. Empero, tampoco renuncian a sus viejos métodos de empleo de la fuerza bruta. Los socialistas apoyamos todo lo que favorece a los genuinos intereses de los pueblos, a la paz, a la justicia social y al progreso de la Humanidad. A todo lo que contradice estos objetivos, lo dejamos resueltamente de lado.
Los Socialistas tienen su posición en este terreno es bien conocida. Cada pueblo tiene derecho a regir soberanamente sus destinos. Sin este principio no pueden haber normales relaciones internacionales. Nosotros bregamos y seguiremos bregando por la reestructuración del orden político y económico en base a los principios sensatos y justos. Todos los movimientos y organizaciones antiimperialistas, independientemente de su orientación social.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!