La búsqueda de la "pureza"

Ewen Cameron, un norteamericano de origen escocés, había alcanzado la cúspide de su profesión: la presidencia de la Asociación Americana de Psiquiatría, de la Asociación Canadiense de Psiquiatría y de la Asociación Mundial de la Psiquiatría. En 1945 fue uno de los tres psiquiatras norteamericanos que testificó acerca de la salud mental de Rudolf Hess en los juicios de Nuremberg.

A principios de los años cincuenta, Cameron se había apartado del enfoque estándar freudiano, la <>, que se empleaba para deducir las <> de las enfermedades mentales de los pacientes. Su ambición era crear la mente de sus pacientes, en lugar de curarles o arreglar lo que fuera disfuncional, y para ello utilizaba un método de su invención, llamado << impulso psíquico>>.

A finales de los años cuarenta, la técnica del electroshock se estaba popularizando entre la clase psiquiátrica de Europa y América del Norte. Causaba un daño permanente menor que la lobotomía, y parecía que funcionaba: los pacientes histéricos a menudo se calmaban, y en algunos casos las descargas eléctricas devolvían una cierta lucidez a las personas. Pero se trataba solamente de datos observados, y ni siquiera los médicos que habían desarrollado la técnica podían ofrecer una explicación científica de su funcionamiento.

A mediados de los años cincuenta, varios investigadores de la CIA se interesaron por los métodos de Cameron. Era el principio de la histeria de la Guerra Fría, y la agencia acababa de lanzar un programa de operaciones encubiertas para investigar lo que llamaban <>. Un memorando desclasificado de la CIA explica que el programa <>. El proyecto conoció el primer nombre en código de Bluebird, luego Proyecto Alcachofa y finalmente fue bautizado como MKUltra en 1953. Durante la siguiente década, MKUltra gastó más de veinticinco millones de dólares en busca de formas nuevas de romper la voluntad de un prisionero sospechoso de comunismo o de ser agente doble. Más de ochenta instituciones participaron en el programa, incluyendo cuarenta y cuatro universidades y doce hospitales.

Los agentes implicados tenían abundantes ideas y mostraban una notable creatividad en su celo por extraer información de personas que no deseaban compartirla. El problema era cómo comprobar la efectividad de esos métodos e ideas. Las actividades de los primeros años del Proyecto Bluebird y Alcachofa se parecen sospechosamente a esas escenas de una película de espías tragicómica en la que los agentes de la CIA se hipnotizan mutuamente y deslizan LSD en las bebidas de sus colegas para ver qué sucede (en al menos uno de los casos, un suicidio), por no mencionar la tortura de los sospechosos de pertenecer al espionaje ruso.

Cameron ya estaba convencido de que la destrucción violenta de las mentes de sus pacientes era el primer paso necesario para que emprendieran su viaje de regreso a la salud mental, y por lo tanto no constituía una violación del juramento hipocrático. En cuanto al tema de la autorización del paciente, tampoco era un problema. Estaban a su merced, pues el formulario estándar de ingreso en el hospital prácticamente confería a Cameron un poder absoluto para dictaminar el tratamiento requerido. Incluso podría recomendar una lobotomía total.

Aunque había estado con la agencia durante años, Cameron obtuvo su primera beca de la CIA en 1957, a través de una organización pantalla denominada Sociedad para la Investigación de la Ecología Humana. A medida que los dólares de la CIA fueron a parar a las arcas del Allan Memorial Institute, éste se parecía más y más a una prisión macabra y menos a un hospital.

Existen varios indicios de que Cameron sabía perfectamente que estaba simulando un proceso de tortura real y que, en tanto que acérrimo anticomunista, disfrutaba de la idea de que su programa y sus pacientes formaban parte de la Guerra Fría. En una entrevista concedida a una popular revista en 1955, comparó abiertamente a sus pacientes con prisioneros de guerra enfrentados a un interrogatorio hostil, diciendo que <>.

El trabajo de Cameron recibió financiación de la CIA hasta 1961, y durante varios años el destino de sus investigaciones y el uso que el Gobierno de los Estados Unidos le dio permaneció en un claroscuro. A fines de los años setenta y ochenta, cuando por fin se abrió una investigación en el Senado acerca de la participación de la CIA en dichos experimentos y la relación financiera entre la agencia y los investigadores, y más tarde, durante las revolucionaras demandas de los pacientes contra la CIA, los periodistas y los legisladores tendían a aceptar la versión de la CIA: que se había interesado en las técnicas de lavado de cerebro con el fin de proteger la salud mental de los prisioneros de guerra norteamericanos. La mayor parte de la prensa se concentró en los aspectos sensacionalistas, y destaco que el gobierno había financiado experimentos con drogas alucinógenas. En realidad, cuando el verdadero escándalo estalló, se puso de manifiesto que la CIA y Ewen Cameron habían destrozado con absoluta impunidad las vidas de los pacientes, sin ningún resultado mínimamente válido.

Presionada por los legisladores del Congreso y del Senado, así como por el Tribunal Supremo, la administración Bush se vió obligada a moderar ligeramente su postura cuando el Congreso aprobó la Ley de Comisiones Militares en el año 2006. Pero aunque la Casa Blanca utilizó la nueva ley para argumentar que había abandonado la práctica de la tortura, en realidad existían numerosos vacíos legales que permitían a la CIA y otros agentes privados el uso de las técnicas Kubark de privación sensorial y sobrecarga mental, así como otras técnicas creativas>> que incluían la escenificación y simulación del ahogamiento del detenido (<>). Antes de firmar la ley, Bush incluyó una <> estableciendo su derecho a <> según su criterio. The New York Times describió este documento como <>.

—Sería más prudente ingeniarse para matar un insecto alado a mazazos que querer atrapar la verdad con la ayuda de los silogismos groseros de la razón; la verdad, ligera y voluble, se evade y perdemos nuestro trabajo.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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