El triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, indiscutiblemente abren un nuevo tiempo político y económico para la primera potencia mundial. Algunas consideraciones expresadas por el nuevo presidente norteamericano permiten visualizar una serie de acciones que a nivel internacional, pueden cambiar el escenario y las relaciones diplomáticas.
Toda la crítica y preocupación por el triunfo de Trump, tuvo su fundamento, en principio, por el tratamiento a los emigrantes ilegales y la actitud hacia los países no alineados en las políticas de los Estados Unidos; sin embargo, el mensaje de no interferir en los problemas internos de otros países, causa un alivio y puede revestir a la diplomacia gringa de un nuevo rostro.
El reacomodo del capitalismo a través del tiempo ha permitido su perpetuidad y vigencia económica. No obstante, las grandes desigualdades sociales y la pobreza de una gran parte de la humanidad, ha sido producto de esa economía de explotación, surgiendo así, un mundo multipolar, nuevas potencialidades económicas distintas en el mercado global.
Por esa razón, las políticas que aplique el nuevo presidente estadounidense, deben sustentarse en relaciones de respeto a la soberanía y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con las naciones que decidieron romper la dependencia y construir sociedades con base en sus propias capacidades.
En definitiva, la tarea de Trump es recuperar la fortaleza de su país, impulsar una nueva estrategia de dominio para seguir siendo la referencia de desarrollo y el modelo económico mundial.
Los resultados electorales en los Estados Unidos fueron inesperados, causaron asombro, ante los errados resultados de las encuestas. Las comunidades latinas asentadas en esa nación norteamericana influyeron de manera importante en la victoria de Trump. Por ello, el presidente electo tiene ante el mundo, la obligatoria tarea de recuperar la confianza de los latinoamericanos en su país.