La tecnología militar es a los Estados Unidos, como la armadura a los caballeros de la Edad Media, que los hacía aparecer impenetrables a cualquier arma que osara herirlos. En realidad ¿qué hay debajo del traje militar (armadura) que viste el poderío estadounidense?
Hoy, bajo ese traje se ocultan gravísimas contradicciones. Durante los años posteriores a la II Guerra Mundial funcionó la fórmula:” poderío militar para fortalecer el poderío económico; y poderío económico para mantener el poderío militar.” Así fue, hasta que crecieron y se fortalecieron las economías de los países destruidos por la guerra (Alemania, Japón, los tigres asiáticos), que trajo la disputa por los mercados y al Imperio, como al bravucón de barrio, sólo le quedan la armadura y los puños para imponer su dominio. El armamentismo como traje de invencibilidad sirve para ocultar debilidades, entre ellas, la decrepitud del dólar: aceite que lubrica o cemento que une la estructura económica capitalista. Convertir el dólar en moneda de referencia para el sistema monetario mundial ha sido el gran negocio del siglo XX. Según Noam Chomsky, “nueve de cada diez dólares de los que circulan en los mercados son especulativos y no se sustentan en bienes reales”. Sin su mágico respaldo, EE.UU. no es nada. Y eso lo saben sus más enconados enemigos. Es su talón de Aquiles.
La otra gran contradicción está en el petróleo que, en esta primera década del siglo XXI, alcanza el cenit de la producción y comienza su inevitable disminución y extinción. Es tal la voracidad de la actividad productiva mundial, que ninguna otra fuente alternativa de energía puede sustituirlo (eólica, solar o el uranio, cuyas reservas al ritmo actual de consumo sólo alcanzan para setenta años). El cenit del petroleo y su aumento de precio ponen en aprietos el crecimiento económico, aumenta el desempleo, provoca la quiebra de grandes empresas, y crea la volatilización del dólar que, “se depreciará hasta su auténtico valor, es decir, ninguno.” El temor que despierta el valor real del dólar, corta la afluencia de capital exterior, sostén de la economía de EE.UU.
La salida que los estrategas de Washington han encontrado a esta crisis, son las “guerras petroleras”: apoderarse del petroleo ahí donde está y a como dé lugar. Como Irak flota sobre un mar de petroleo, le correspondió recibir el primer zarpazo, descrito con abominable crudeza por el general Dugan, “bombardearemos Irak hasta que lo hagamos retroceder a la edad de piedra”. Ya Madeleine Albright, secretaria de Estado, ante la muerte de 500 mil niños por causa del bloqueo impuesto a Irak, dijo, “merecía la pena”. Declaraciones como estas, retroceden a Estados Unidos a la racionalidad de la caverna.
El traje armamentista ya no lo viste. No oculta sus debilidades: deuda de 8.200 billones de dólares; decrepitud del dólar y su reemplazo paulatino por el euro; estancamiento de la economía por el precio del petroleo. ¡Parece que sí! El Imperio anda en apuros con la indigesta compota ¡bien licuada¡ hecha de deuda, dólar devaluado, petroleo y guerras asimétricas.
Esta nota ha sido leída aproximadamente 2331 veces.