La unidad desde abajo y sin Peña

El poder de convocatoria a la sociedad requiere de un mínimo indispensable de autoridad moral. Peña Nieto se desgañita clamando por la unidad de los mexicanos para hacer frente a la compleja circunstancia derivada de los exabruptos del Troglodita del Norte. Pero la unidad que pretende es en torno a él, a su persona porque ni siquiera sería a la institución presidencial, tan golpeada por quien debiera tener la dignidad para ejercerla. En su condición de ignorante pretende borrar de un plumazo todos los agravios perpetrados contra la población, aferrándose a una supuesta actitud de soberanía ante el gobierno de USA, para que cesen las marchas y protestas por el gasolinazo y por tantas otras agresiones más. Para que su convocatoria funcionara tendría que formular una propuesta diferente; una que manifestase y ejecutase la decisión de zafarse de la coyunda neoliberal y volcar la economía a la procuración del bienestar; también tendría que renunciar a todos los privilegios corruptos y devolver los beneficios recibidos; tendría que deshacerse de la caterva de tecnócratas que lo acompañan y todo aquello que lo ata a los intereses del exterior; tendría que operar para la disolución del TLC y corregir los vicios de la deuda, comenzando por el infame FOBAPROA.

Pero las protestas siguen y se vigorizan, principalmente motivadas por el gasolinazo, pero también por otros agravios. Este martes marcharon en la Ciudad de México y en varias otras capitales, miles de obreros y campesinos, acompañados de maestros, padres de familia, y demás ciudadanos inconformes. Para el próximo 12 de febrero se anuncia otra marcha; esta de la denominada "sociedad civil" para protestar también por el precio de los combustibles, pero sin mancharse por la compañía de los proletarios de la plebe. Finalmente Peña logró unificarnos, pero todos en contra suya.

De forma unánime se exige o se recomienda la recuperación del mercado interno, aunque nadie dice cómo hacerlo. Al mismo tiempo, quienes de tal manera se expresan, ponen el grito en el cielo por las arbitrariedades de Trump, subrayadamente la repulsa al TLC, lo que me permite asegurar que son muy pocos los que lo han estudiado. Me permito una afirmación contundente y personal: el mercado interno no podrá resucitarse mientras siga vigente el TLC y el conjunto de candados que atan al estado mexicano para incidir en la orientación y regulación del mercado. Por mucho que se promulgue la consigna de que se consuma lo mexicano, mientras exista la oferta de productos importados en los anaqueles de las grandes tiendas, seguirá siendo preferido por quienes tienen real capacidad de compra; mientras la cultura hedonista promovida por la televisión siga haciendo mella en la mentalidad de la mayoría, seguirá consolidándose la aspiración a ser y consumir al "estilo americano". Incluso la pensión universal a los adultos mayores que, por cierto puede hacerse efectiva en Wall Mart y congéneres, servirá para que el recurso derramado vaya a parar a las arcas de las empresas extranjeras.

Mientras el estado esté acotado para actuar en la corrección de las imperfecciones de la competencia, seguirá prevaleciendo la ley del más fuerte, normalmente extranjero. Si el gobierno no puede usar el gasto público como palanca para privilegiar la oferta nacional, seguirá sirviendo al beneficio de las grandes corporaciones transnacionales. Todas ellas limitaciones establecidas por el dicho tratado.

Si Trump no quiere el TLC es hora de tomarle la palabra, no como actitud sumisa, por el contrario, como recuperación de un jirón importante de soberanía. Habrá que exigirle, mediante los organismos internacionales y las leyes que pague la correspondiente indemnización. La solidaridad internacional –tan abandonada en los últimos años- es nuestra única alternativa ante los atropellos del poderoso; habrá que recuperarla.

Me atrevo a recordar a mis amables lectores lo aquí escrito en forma reiterada, el Norte comienza en el río Bravo. Nosotros somos, por idiosincrasia y por similitud de intereses, pertenecientes al Sur; somos latinoamericanos y caribeños. Es ahí donde hay que buscar la integración para fortalecernos e incorporarnos al mundo en condiciones de mayor simetría. Siento vergüenza porque desde el salinismo le dimos la espalda a los hermanos del sur, cuando más nos necesitaban, y actuamos en una especie de esquirolismo (comes y te vas) a las órdenes del patrón yanqui. Es hora de corregir, aunque las condiciones emancipadoras del Sur se hayan visto mermadas por los nuevos gobiernos pro yanquis, pero que también van a sufrir de las ocurrencias del Troglodita del Norte.

Correo electrónico: gerdez777@gmail.com



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Gerardo Fernández Casanova


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