En el período del imperialismo, las causa principales de las guerras no son las diferencias religiosas o nacionales, sino los antagonismos económicos, a los cuales las clases dirigentes de los diversos países son empujados por el modo de producción. De igual manera que sacrifican sin cesar la vida y la salud de los trabajadores sobre el campo de batalla del trabajo, no tienen ningún escrúpulo en hacer verter su sangre con vista a obtener nuevos beneficios por la conquista de nuevos mercados.
El pueblo laborioso de todos los países tiene, por lo tanto, el deber de elevarse contra la opresión capitalista al mismo tiempo que contra todas las otras formas de explotación de que ellos es víctima de parte de las clases poseedoras.
Con este propósito debe conquistar la pujanza política para abolir el modo de producción capitalista y rechazar simultáneamente en todos los países, a los gobiernos instrumentos del imperialismo, los medios de mantener el orden de cosas actual.
Los ejércitos permanentes, cuyo entretenimiento agota y consume a las naciones en tiempos de paz y cuyos gastos son soportados por la clase trabajadora, acrecientan el peligro de guerra entre el imperialismo y burguesía y favorecen sobre todo la opresión siempre brutal de los pueblos de cada país. Por esta razón el grito de ¡Abajo la guerra! no es más escuchado que los otros llamamientos a los sentimientos humanitarios de las clase capitalistas.
Las grandes emigraciones de otros países, que da al capitalismo, extremadamente concentrado, el medio de reducir los salarios y de vencer la resistencia de los trabajadores a la opresión y a la degradación: En vista también del hecho de que muchos de los emigrantes que estaban anteriormente incorporados a los partidos obreros y a las organizaciones de los países de donde proceden no se ponen generalmente en relaciones con los grupos de trabajadores de su adopción. Tenemos la mala suerte con nuestros vecinos, las fuerzas pérdidas. Todo aislamiento de las fuerzas en pequeñas organizaciones particulares debe ser rechazado.
En la lucha económica, la convicción política de los pueblos no debe constituir una razón de separación, sino que es el deber de las organizaciones obreras hacer de sus miembros socialistas convencidos.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!