En su pretensión de convertirse en el amo (a) y señor (a) del planeta, la potencia imperialista ha derivado en un “decadente y putrefacto Estado canalla” (categoría semántica de su propia cosecha; bueno aplicarles de su misma medicina) que pisotea sin limites la soberanía y la libertad del resto de naciones y el derecho internacional. Con su alocado unilateralismo, Mister Bush (embriagado de los teoremas paleobiblicos bautistasureños del fundamentalismo apocalíptico) está propiciando una tremenda anarquía en el sistema internacional.
Pero las cosas están cambiando a grandes velocidades. La derrota de Israel por Hizbola en el sur del Líbano, la asombrosa resistencia Iraquí contra la invasión bushiana, el fracaso del plan Colombia y su clon el plan Patriota y el repudio generalizado de la dupleta Bush-Blair, son manifestaciones sorprendentes del giro que toma el rumbo de la política internacional.
Para los americanocentristas viscerales, que abundan entre los escuálidos venezolanos que nunca se han podido despojar de sus grilletes mentales de colonizados y acostumbrados al pensamiento unilateral, no pinta bien el abundante numero de malos síntomas que le salen al paso a la prepotente hegemonía imperialista y a su rapaz globalismo financiero, menos aún reciben con agrado la audacia de una reflexión sobre el declive inexorable de Estados Unidos y sus funerales anticipados, tal como lo plantean sobresalientes centros de estudio en el interior de esa nación, que replican las enseñanzas geoestrategicas del historiador británico Paul Kennedy y su celebre teoría de la sobreextensión: “Las grandes potencias se derrumban en forma típica cuando su alcance militar supera su poderío económico”.
El desplazamiento del poder del centro geopolítico de gravedad de los Estados Unidos a Asia, sugerido por James F. Hoge Jr. En su articulo <
Lo que llama la atención de la fecunda reflexión de Stroupe es la impresionante velocidad que sugiere para la decadencia norteamericana, que según él ocurriria en <
Tal como lo acota Alfredo Jalife-Rahme en su demoledora columna Bajo la Lupa, en la Jornada de México (3), la decadencia estadounidense está favorecido el acercamiento entre Europa y Asia como «nuevo centro estabilizador del mundo» (Stroupe), lo cual lleva a un cambio descomunal de los centros de poder: «existen fuerzas de atracción mutua que jalan a Europa y Asia en forma conjunta. Además, el creciente vacío de poder, debido al declive económico, diplomático y militar estadounidense, aunado a una oposición creciente a su cada vez mayor política exterior unilateral y militarizada, alimenta un amplio y acelerado realineamiento de estados en la masa territorial eurasiática, donde éstos prosiguen una creciente independencia de Estados Unidos y un acercamiento más estrecho entre los socios eurasiáticos» (Stroupe). Por lo visto, el autor da por hecho que todo mundo sabe que uno de los mayores intercambios geoeconómicos del planeta se genera entre Francia y Alemania, con el «triángulo estratégico» de Rusia, India y China (concepto geoestratégico acuñado por el ruso Evgeny Primakov, en 1998, el exdirector de los servicios de inteligencia que reemplazaron a la KGB).
Para Stroupe, «ha quedado claro que Estados Unidos, la última superpotencia, no puede dictar y controlar los eventos globales y regionales como solía hacer. Pese a su exagerado poderío tecnomilitar, no puede controlar los eventos en Irak, Afganistán, el Líbano y aún parte de Suramerica, para aportar estabilidad y paz. Los asuntos en esos puntos de la geografía planetaria se mueven hacia una mayor inestabilidad y caos.
Lo que, por supuesto, tiene consecuencias y repercusiones regionales y globales, apunta Jalife-Rahme.
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Pero, antes tomemos oxigeno, frente al apabullante diagnóstico de Stroupe, quien percibe perfectamente el desarrollo del declive unipolar a partir de Afganistán e Irak, pero cuyo epifenómeno se dejó palpar desde la huida poco graciosa de los marines en Somalia (ver Black How Down muchas veces), sin soslayar las graves tensiones que suscitó con Rusia y China el «cambio de régimen» en Serbia, en 1998. Que Estados Unidos ya no controla los eventos es más que cierto, a la luz de los fracasos acumulados hasta en su patio trasero: en el cono sur, donde cunde la revuelta de las masas populares contra la imposición unilateral del tóxico decálogo neoliberal del «consenso de Washington».
Chávez, Lula y Kichner, presidentes de las tres principales potencias sudamericanas (medido por su producto interno bruto -PIB-), acompañados por Fidel Castro y otros liderazgos emergentes como el de Lopez Obrador en México, representan la manifestación multiforme, en diferentes tiempos y gradientes, de la insurgencia latinoamericana en contra del cataclismo neoliberal apadrinado por la codicia depredadora estadounidense. Para quedarnos en el «hemisferio americano», en Canadá - socio de Estados Unidos en el G-7, la OTAN y el TLCAN- la mayoría de sus jóvenes ilustrados consideran en diferentes sondeos de opinión, que el presidente Bush constituye la mayor amenaza para el género humano.
Desde luego, agrega Jalife-Rhame, que desde el saqueo de las joyas milenarias del inicio de la civilización universal resguardadas en el Museo de Bagdad, hasta las torturas paradigmáticas en Abu Ghraib, «el aura de la omnipotencia virtual» de ese país «quedó mancillada» en forma indeleble, y la insurgencia nacionalista religiosa, de los sunitas en Fallujah y de los chiítas en Najaf, puso en evidencia la ciega y estéril fuerza tecnomilitar de los marines, quienes no pueden imponer su voluntad como antaño: «los pasados dos años», siempre según Stroupe, «han demostrado los verdaderos límites reales del poder militar en general, y del poder militar en particular».
«De ahí que el declive del poder militar estadounidense, opina Stroupe, sea tanto real como percibido. Es real porque carece de las fuerzas suficientes que tuvo, está sobredesplegado y sobrextendido en sus compromisos militares, y en formas variadas ha mostrado su notoria vulnerabilidad a métodos asimétricos de ataque (que en su ignorancia mercadotecnica pretende ridiculizar don Manuel Rosales). Su declive es percibido porque su anterior aura de invencibilidad ha sido removida. Tanto la percepción y la realidad de la agonía militar estadounidense es inmensamente importante, porque le brinda a varias naciones segundos pensamientos profundos sobre acuerdos militares, nuevos o continuados, con Estados Unidos. También estimula a algunas naciones (la nuestra incluida) a comprar armas y adoptar estrategias (incluyendo la creación de alianzas) destinadas a contrarrestar, inclusive a disminuir, la influencia militar de esa nación en sus regiones».
Ahora se entiende, reflexiona Jalife-Rhame, la dimensión del redespliegue del ejército estadounidense, de 70 mil efectivos y 100 mil en Europa y Asia, y que Stratfor (4) (18 de agosto de 2004) (5) intenta edulcorar como producto de un «castigo a Alemania» y para «tener ventaja de la tecnología militar del siglo XXI en una rápida movilización».
Lo cierto es que el «triángulo estratégico» de Rusia, China e India ha aumentado su gasto militar en proporción al PIB, y en recientes juegos de guerra la fuerza aérea de India, dotada de aviones rusos Sukhoi, que también han sido adquiridos por nuestro gobierno en los recientes acuerdos con Rusia, (sin necesidad de emplear los Mirage franceses, considerados los mejores del mundo), venció a la de Estados Unidos, dato que resulta útil para información de algunos escuálidos salidos de la FAN (muy adictos a la especulación) y que integran el conglomerado de mitómanos paranoicos de la raquítica oposición oligárquica.
No faltan estrategas que vislumbran que India deberá formar una alianza con China para frenar a Washington. A Stroupe no se le escapa que «la nueva filosofía opera muy bien para aquellos que la adoptaron (incluyendo a Venezuela) y que está carcomiendo progresivamente el poder de Estados Unidos y colocándolo en las manos de poderes más débiles que están aprendiendo a actuar en forma colectiva (como nosotros acá en Venezuela), a formar alianzas benéficas y significativas para reequilibrar y aún contrarrestar el dominio global estadounidense».
Abunda lo archisabido sobre el declive del imperialismo USA en los ámbitos económico y diplomático, en los que cada vez se aísla más del concierto de las naciones civilizadas, con mayor ahínco en el seno de la OTAN y de la Unión Europea (UE): «en todos los parámetros de medición, Estados Unidos quedó devastado de su otrora poderío militar debido, en gran medida, a la dilapidación alocada de su gran poderío» (Stroupe), que ha orillado a nuevos realineamientos y alianzas en el mundo, «impensables hace unos años». A su juicio, el de Stroupe, las potencias de Europa y Asia se preparan en «forma significativa e intencionadamente independiente de la economía estadounidense» a la eventualidad del «colapso del dólar». Resalta que la «UE y Rusia prosiguen su cooperación económica estratégica, aun con aquellos países catalogados como ’villanos’ (Irán, por ejemplo) por la Casa Blanca, los vínculos económicos estratégicos entre Europa, Rusia y Asia se han vuelto rápidamente muy extensos».
Le da una enorme importancia a Rusia como vínculo entre Europa y Asia (que ha sido denominado «país pivote» del nuevo orden mundial en gestación).
Los tiempos corren vertiginosamente y respecto de la tesis de Stroupe, De Defensa (19 de agosto de 2004), centro estratégico de pensamiento europeo, aduce que desde su invasión a Irak, a despecho del orden internacional que despreció, «Estados Unidos se convirtió en el principal y más poderoso ’Estado canalla’ (decadente y putrefacto, agregamos nosotros) del planeta, del que hay que cuidarse y desconfiar».
Bien seleccionado por el Presidente Chávez nuestro principal contradictor (baby Bush) para esta campaña que culmina el 3 de diciembre, los otros, sus vocero (a) s acá son apenas los sirvientes de oficio: Rosales, Rausseo y María Corina.
Barquisimeto, 31 de agosto de 2006.