Antes de plasmar algunas ideas sobre los trascendentales momentos que vive el hermano pueblo de Venezuela, los cuales van a determinar el futuro inmediato de todos los pueblos y naciones del subcontinente latinoamericano, debo precisar un aspecto inicial.
He sido crítico en varios aspectos del proceso bolivariano, pero soy totalmente solidario con las luchas independentistas y revolucionarias del pueblo venezolano. Reconozco que ese pueblo hermano nos da ejemplo de rebeldía y autonomía a los colombianos, y tengo envidia de la buena por la capacidad que ha demostrado para defender su independencia y soberanía.
La crítica principal tiene que ver con la línea “estatista” que se impuso en el proceso bolivariano. Esa línea o concepción consiste en centrar toda la acción política en el aparato estatal, o sea, solo “desde arriba”. Ello se constituyó en la base conceptual y práctica que permitió que las castas burocráticas se apoderaran de la dirección del proceso de cambio y lo sabotearan desde adentro.
Sé que el presidente Chávez siempre propuso involucrar al pueblo en la construcción real de una nueva matriz productivo-cultural, pero nunca se pasó de impulsar –sin una estrategia “desde abajo”– las llamadas Comunas, y por ello, la casi totalidad de cuadros “chavistas” se formaron e hicieron carrera para ocupar cargos en el Estado (ejecutivo o legislativo). Eso lo determinó todo.
No obstante, hoy se ha llegado a un momento de quiebre. Las fuerzas más reaccionarias del imperio estadounidense, aprovechando los errores cometidos por el gobierno bolivariano y gobiernos progresistas de la región, ha venido escalando sus acciones de cerco y agresión al pueblo de Venezuela, y alentado por la actual ola derechista que se desarrolla en Sudamérica, amenaza con intervenir militarmente al vecino país para imponer un gobierno servil y títere.
El plan corresponde a la acción encabezada por Pence, Pompeo y Rubio, que intentan aprovechar la debilidad política de Trump para abrir un nuevo frente de intervención y agresión en la región, especialmente en el norte de Sudamérica, Caribe, Antillas y Centroamérica. Quieren detener la nueva oleada “progresista” que inició AMLO en México, que tiene su versión en Colombia con Gustavo Petro, y que amenaza con expandirse hacia Guatemala, Honduras, Perú y otros países.
Es por ello que, los revolucionarios y demócratas del mundo, por más críticos que seamos del gobierno de Maduro, no solamente tenemos que defender con decisión el derecho a la autonomía de los pueblos y a la autodeterminación de las naciones, sino que, en este caso, debemos colocarnos decididamente al lado del pueblo venezolano para contrarrestar la acción imperial y colonial.
Antes de avanzar, es importante aclarar lo siguiente: En todo proceso de lucha hay que distinguir entre la dirección y las bases sociales, entre la racionalidad política de los dirigentes y el sentir popular de la base. La mayoría del pueblo venezolano es rebelde e independentista y frente a la amenaza imperial se va a movilizar, como ya lo hace, al lado de sus más decididos y claros dirigentes. Y por ello necesita la ayuda de todos los que tengan un espíritu anti-imperialista.
Por tanto, hay que participar en la movilización general para impedir el triunfo de las fuerzas imperiales y de sus títeres internos. En ese proceso se puede y se debe empujar una línea anti-burocrática, que influya en lo poco o mucho que exista de organización, en la acción del ejército y demás fuerzas militares, y en todo lo que tenga que ver con la organización de la resistencia. Y hay que hacerlo con sentido práctico y aguerrido, mostrando un espíritu verdaderamente democrático y nacionalista.
Es el momento para que los chavistas defraudados, críticos o desligados de la acción revolucionaria, se agrupen e influyan en el momento actual con cierta autonomía, pero con sentido de unión y fraternidad de clase popular. Hay que exigirle a la dirección del PSUV y al gobierno, que se rehabilite a los revolucionarios y luchadores sociales que están presos, aislados o exiliados, y que estén dispuestos a colocarse al lado del gobierno y del pueblo para resistir la agresión.
Hay que detener la acción intervencionista e imperial del gobierno estadounidense y de los gobiernos serviles de la región. El triunfo permitirá abrir una nueva brecha, vivir un nuevo momento para resolver las diferencias y aprovechar ese período para rectificar y avanzar.
Ya sabemos que, si el imperio y las derechas antipatrióticas triunfan, no solo impondrán un régimen antidemocrático y dictatorial, sino que, para desmontar los avances sociales logrados por los gobiernos bolivarianos, tendrán que arrasar con lo que sobrevive de movimiento revolucionario y chavista, y con la resistencia popular. Ellos no van a tener piedad con nadie. Que no quepa duda.
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