El surgimiento de los Estados Unidos como potencia económica,
militar y luego industrial, impulsa a sus factores internos de poder a
implantar políticas hegemónicas en el nuevo continente. Así plantean la
Doctrina Monroe, resumida en la frase ³América para los americanos Š. del
Norte.² El complemento no forma parte del texto, pero sí de la acepción que
le dan en América Latina.
Durante años la voluntad imperial se impuso entre los vecinos
de su ³patio trasero², como acostumbran referirse al resto del continente.
La infantería de marina gringa invadía nuestras repúblicas por cualquier
quítame estas pajas, como ocurría con frecuencia en el Caribe, donde Cuba,
Panamá, República Dominicana, Haití, Nicaragua o Grenada fueron ocupadas por
fuerzas de tarea de la US Navy.
El Mar de las Antillas pasó a ser para los yanquis lo que el
³Mare Nostrum² o Mediterráneo para los itálicos, cuya Pax Romana rigió a
sangre y fuego entre sus pobladores.
A partir de 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana, a
los gringos les da un yeyo cuando Fidel Castro se sacude el tutelaje
norteamericano, incluyendo el de organizaciones mafiosas cuyos capos
controlaban diversas ciudades de los Estados Unidos.
Entonces aprietan las clavijas de la Doctrina Monroe y la
apuntalan con el FMI, el Banco Mundial, la Alianza para el Progreso, que
deviene en el USAID, la NED y otros organismos que hipotecan la soberanía de
los supuestos beneficiarios.
Pero la avaricia rompe el saco. Los malinches reciben migajas,
y a veces ni eso, a cambio de las maquilas y demás supuestas empresas de la
misma índole. Los TLC devienen en acuerdos leoninos y paquetes chilenos. La
deuda externa aumenta y el FMI exige sus libras de carne.
Poco a poco los latinos más dóciles descubren la faz del
imperio. En Argentina la clase media desaparece y surge Néstor Kirchner,
Brasil escoge a Lula, Uruguay a Tabaré, Chile a la Bachelet, Bolivia a Evo
Morales.
El fraude electoral inicia en México una etapa
prerrevolucionaria.
En las postrimerías de 2006, Nicaragua elige a Ortega, Ecuador
a Rafael Correa y Venezuela sigue rebelde y soberana.
Soplan vientos de fronda en Latinoamérica.