Adiós a las armas gringas

Aludo al título de la novela de Ernest Hemingway para ilustrar la actitud del gobierno estadounidense respecto a las aspiraciones venezolanas de renovar equipos militares.

Con todo el desparpajo los gringos anunciaron que para Venezuela no habrá ni un balín procedente de sus empresas armamentistas pues figura como país forajido, inamistoso o atrevido. De hecho el presidente George W. Bush creó una oficina especial que se ocupa de evaluar las acciones de Venezuela y Cuba, esta última considerada como enemiga peligrosa y, por ende, sometida a un feroz bloqueo comercial.

Por nuestra parte debemos reconocer que las expresiones de Chávez sobre su homólogo gringo no han sido como para que lo inviten a la Casa Blanca y lo declaren socio predilecto de Estados Unidos. Cierto es que el presidente criollo lo ha tildado de diablo, alcohólico y genocida, lo cual es inapropiado, pues la alusión diabólica y la referida a la beodez resultan dudosas, además de irrelevantes. No así la última, que por veraz no deja de ser chocante.

Por lo visto los jerarcas del imperio abandonaron la estrategia de juzgar al mandatario venezolano por sus hechos y no por sus dichos. O sea que la circunstancia de permanecer como un confiable vendedor de petróleo e importador masivo de productos "Made in USA" no basta para que desistan de imponernos sanciones.

Para empezar se niegan a vendernos repuestos, y con toda seguridad misiles, correspondientes a los F-16, aviones que tienen más horas de vuelo y están tan abollados como los vehículos que aún circulan en Margarita con placas del Puerto Libre. Además vetaron la venta de lanchas españolas y Tucanos brasileños por incluir componentes de patente gringa. Así las cosas, Chávez adquirió fusiles Kalashnikov y aviones de combate rusos. A esto le añadió helicópteros, equipos antiaéreos y, tal vez, submarinos fabricados en la antigua Urss.

Los pitiyanquis criollos fingen escandalizarse y las califican como armas ofensivas destinadas a liquidar la oposición interna. La condición defensiva la aprecia hasta el más ignaro, a menos que los submarinos sean para torpedear el "Comando de la Resistencia".

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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