Por mi parte confieso que desde hace varios decenios practico el terrorismo comunicacional. Durante años me dediqué con ahinco a sembrar el caos mediante columnas de prensa y programas radiales.
Los mayores éxitos los obtuvimos Marianella Salazar, Pedro León Zapata y el suscrito en "Kung Fú de Noticias" un espacio que transmitía la emisora capitalina Radio Aeropuerto. Casi siempre estábamos acompañados de un extraordinario humorista: Jaime Ballestas (a) Otrova Gomas, cuya capacidad para imitar acentos y crear personajes ficticios era digna de admiración, aunque los que tomaban en serio las entrevistas quedaban al borde del colapso emocional.
Eran los tiempos del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien, por su parte, estaba dedicado a sembrar otro tipo de terror, cuyas consecuencias eran más contundentes y hasta mortales.
Así lo pudimos comprobar cuando le hicimos una entrevista grabada al dirigente de izquierda Jorge Rodríguez, la cual debía salir al aire tres días después. Antes, sin embargo, nos enteramos que el líder socialista había aparecido asesinado tras ser sometido a horrendas torturas. La entrevista fue transmitida de manera póstuma, ante el pesar y la estupefacción de Zapata y mía, quienes jamás imaginamos que un expositor tan comedido en sus expresiones recibiera un trato tan bestial de los verdugos de la Digepol.
Por aquel entonces, desde luego, no actuaban Organizaciones No Gubernamentales (ONG) dedicadas a defender los derechos humanos y quien se atrevía a protestar era a su vez considerado subversivo y peligroso.
Algunos, muy pocos por cierto, nos aferramos al humorismo como una manera de ridiculizar a los torturadores para someterlos al escarnio público. No obstante, pocos medios se atrevían a intentarlo. Los semanarios humorísticos eran incautados por la Digepol y los medios radioeléctricos estaban sometidos a una censura estricta e implacable. En esos casos el humor debía ser tan perspicaz que los censores no lograran entender las alusiones al régimen.
En aquella época el gobierno de Venezuela figuraba entre los mejor vistos por Estados Unidos y la Digepol se nutría de cubanos antifidelistas expertos en torturar o liquidar izquierdistas, desaparecerlos y hacer explotar aviones.
Hoy las cosas son diametralmente opuestas. Venezuela es víctima de la guerra interna que se libra en Colombia desde hace 40 o más años, cuyos desplazados se asilan en nuestro territorio. Aquí han llegado millones de colombianos huyendo de la pobreza en aquella región, ávidos de compartir la bonanza petrolera de nuestra patria. Se han instalado en terrenos invadidos, han desempeñado oficios lícitos e ilícitos, incrementando la buhonería hasta decir basta y nutriendo las estadísticas de la criminalidad criolla.
A pesar de todo los hemos recibido generosamente, con una amplitud que no existe en los Estados unidos hacia los inmigrantes pobres e indocumentados, a quienes cazan como animales salvajes.
Venezuela ayuda a todos sus vecinos y subsidia la venta de petróleo a muchos países. No albergamos terroristas ni aupamos la violencia, ya bien provenga de un grupo o de un Estado.
Terrorismo es lo que practica mister Bush en su propio país y en otras regiones del mundo.
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