Usted lo vio: en días pasados el subsecretario para Asuntos Hemisféricos de EEUU, Thomas Shannon se fue a Argentina y, después de reunirse largo tiempo con la presidenta Cristina Fernández, declaró a la prensa que el propósito de su país era "mejorar las relaciones" con Venezuela.
Naturalmente, acostumbrado uno a ver tanto gato comer ratones o queso, no puede menos uno que sorprenderse al descubrir que el mismo gatito propone un cambio de menú, pidiendo un plato vegetariano. ¡La vaina no pega ni con cola!
Los EEUU, más allá de la evocación imperial de la vieja Roma, que con los recursos tecnológicos de la época pudo bosquejar los magníficos terrenos para la conquista, son el imperio moderno por antonomasia, amos y señores de precedente atómico del mundo e insólitos administradores de la información sobre los recursos naturales del planeta. Con su puntal satelital y tecnología en telecomunicaciones, además de sus arteras incursiones a través de formatos "aceptados", como misiones científicas o humanitarias, bases militares, grupos de paz, han desarrollado un potencial de penetración que les ha permitido explorar y atesorar bases de datos sobre la naturaleza de los territorios, más allá incluso del conocimiento de los mismos locales donde operan.
Emblemático es, por ejemplo, el asunto del uranio en Venezuela, de la que se dice requerirá una década para tasar con aproximación sus reservas, y de la que dice también que EEUU "sabe todo", no sólo sobre sus dotes en uranio, sino en hierro, oro, diamantes y, lógicamente, petróleo, del que vivieron durante casi cien años becados. Las reservas de agua dulce de nuestro continente también las tienen dateadas. Fresco está aún en la memoria, para seguir con Venezuela, el reciente retiro de los famosos misioneros mormones, quienes, de modo más social, realizaban un trabajo de espionaje para su país natal. Recuérdese también Intesa en manos gringas, el cerebro informático de Petróleos de Venezuela; no se olvide tampoco la extinta base militar que tenían en La Carlota, en pleno centro de la zona capital, habilidosa en eso de entrometerse en la corriente comunicacional del mando militar.
De forma que saber más que tu sobre ti mismo es una manera de ejercer poder, y ello da confianza extrema en uno de los interlocutores, siembra un estilo de suficiencia, de trato superior, por no hablar de desprecio. En el caso de los EEUU, cabeza práctica del aparato imperial mundial, semejante percepción de la realidad interlocutora, más allá del impacto de su poderío militar, que tiende a devastar dicha realidad, como un bombardeo; el asunto del conocimiento ha instituido un formato y estilo de aparataje de Estado que, prácticamente, ha derivado en un paradigma: EEUU se ha estatuido en una especie de policía mundial, en el custodio de sus recursos naturales, en el propietario final de sus tesoros, por aquello de haberlos “descubierto” primero, así estén enclavados en medio de un territorio republicano, sujeto a la normativa legal y soberana que observa el derecho internacional.
Claro, semejante perfil necesariamente procura algunos delineos de personalidad: autoritarismo, soberbia, ventajismo, definiciones todas que en la realidad del trato terminan haciendo derivar al interlocutor hacia las aguas del escarnio y la explotación. Y EEUU no es la excepción que se escapa del formato, menos aun si a hablar vamos de América Latina, donde políticamente hacen privar su doctrina Monroe, neocolonial conceptualización del famoso "patio trasero". Tanto así que, si en general ese país concibe el derecho internacional como una objeción para la toma de los recursos naturales de otros países, en lo que atañe a Latinoamérica la dicha objeción se debilita hasta el extremo más bajo, paseándose por nuestras latitudes como "Pedro por su casa".
Por ello no dejan de sorprender las declaraciones de un funcionario como Thomas Shannon en Argentina, bajándole al discurso el tono acostumbradamente altanero del esquema imperial, aparentemente tendiendo puentes de concordia hacia su más connotado opositor en el continente: Hugo Chávez, aliado confeso de Fidel Castro, de paso.
Ello tiene dos explicaciones posibles: (1) EEUU prepara una nueva arremetida contra Latinoamérica y, como el que se mueve en el secreto conspirador, cuida las formas del discurso a efectos del engaño. Acostumbrados estamos a oírlos decir "No" cuando preparan un "Sí". Recuérdese el giro del discurso de ese país poco antes de arremeter contra la soberanía de alguno de sus invadidos: "jamás invadiremos", "somos respetuoso del derecho internacional", "la autonomía", “la democracia”, “los derechos humanos” y patatín patatán. Y luego de ello, como si se tratara de una ingenua regla del comportamiento trasgresor el decir cosas bonitas, el palo cochinero invasor, el golpe de astas, el refriegue de la economía de cualquier país, la toma y saqueo de las riquezas locales. Irak es un emblema.
Es como cuando no te gusta la calma que respiras en el ambiente. Te parece sospechosa, demasiado hermosa como para ser cierta. En literatura es un clisé, conceptualizado como suspenso. Los marinos le llaman "calma chicha", pavoroso estado del tiempo que presagia tormentas. Y no es porque el tiempo en sí sea carezca de belleza, nada por el estilo: el estado del tiempo es bello per se, sólo que los zorros viejos lo conocen en sus consecuencias. En la misma naturaleza es ley que lo vistoso y hermoso es sinónimo de muerte, como las coloridas ranitas amarillas del Amazonas, de donde los indios extraen el curare para sus flechas, o los vistosos colores de cualquier reptil del planeta. Incluso, el mismo dicho "Después de la tempestad viene la calma" es una perfecta circularidad apenas expresada en su media circunferencia.
(2) EEUU ha comprendido que perdió una batalla importantísima en América Latina con su último loco capítulo de bombardear a un país como Ecuador a través de Colombia. De hecho muchos teóricos dan por finalizado la avanzada de su regional Plan Colombia (vea Heinz Dieterich: "La derrota estratégica de Uribe, Bush e Israel en la frontera de Ecuador"), puesto en evidencia como maquinaria imperial de penetración, control y agresión en el continente: la información sobre el paradero de la célula guerrillera e incluso los misiles destructores parecieron proceder de su base militar en Colombia, alimentada en información por su otra base militar en el Ecuador. Una perfecta sincronía para procurar una guerra fratricida. Demás está decir que desde que se establecieron en Colombia el tráfico de estupefacientes ha aumentado hacia su propio país, no dejándose de lado nunca el hecho que en Nicaragua financiaron la guerra con recursos provenientes del narcotráfico. Unas perlitas adorables.
Su desenmascaramiento fue apenas una consecuencia pequeña, aunque importante, de la serie de eventos significativos que se desencadenaron a raíz del garrafal error de cálculo político ecuatoriano. Se ha generado una ola crítica en el continente no tanto en contra de la OEA, organización de la cual son miembros, sino a favor de fundar una nueva organización de arbitraje regional donde ellos, los EEUU, no estén presentes, siendo a este respecto el Grupo de Río el precedente modélico más importante. De la noche a la mañana, con toda la inusitada fuerza de la sorpresa, se ha descubierto qué tan grande puede resultar un pequeño país -como Ecuador- a la hora de defenderse, internamente entramado en sus sectores sociales y políticos, contra las agresiones externas, sin dejar de hacer mención del nuevo valor político litigante descubierto en su presidente, Rafael Correa, en cuya figura se puede mirar que no es Hugo Chávez un quijote penitente de la unidad y dignidad latinoamericanas.
Tampoco hay que dejar por fuera del análisis, ya con Shannon en Argentina, la reciente jugada de los EEUU contra la presidente de ese país, con el capítulo aquel de la valija millonaria del venezolano-estadounidense Antonini Wilson, que pretendió enturbiar el ascenso decoroso de una mujer a la presidencia de la república (después trataron de darle un golpe económico gremial), mujer por cierto nada intimidable en su supuesta debilidad de género, decididamente resteada con el concepto libertario y autonomista de mancomunar a América Latina sin injerencias extranjeras. Cristina Fernández de Kirchner, como Rafael Correa, como lo demostraron en la Cumbre de Río y mediante otras declaraciones de expresión de afecto bolivariano, con Chávez a la cabeza, constituyen un serio revés para la política divisionista de los EEUU en América Latina.
En consecuencia no es descartable que Thomas Shannon, incluso en medio del diplomático discurso de las ambigüedades, se haya topado con la férrea posición nacionalista de una mujer que, a fuer de inteligente, se ha ventilado como un carismático talento político. No le quedaría más remedio al funcionario norteamericano que recoger la cosecha de sus errores políticos y belicistas declarándole un deseo de paz a Venezuela. Un tanto igual como le ocurrió a Condolezza Rice en Brasil cuando tanteó a Lula para incluir a Chávez en la lista terrorista. Como le ocurrió tambien, más recientemente, al congresista Connie Mack cuando quiso interpelar al Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, procurando ligar a Chávez con la guerrilla. No es ya Latinoamérica el consabido molde de ensayo para la experimentación política, científica e ideológica de la teorización capitalista, o, como vale decir, para el ejercicio neocolonialista. Desde hace mucho rato que se está acabando la feria de las vanidades apátridas en el continente, y ello tiene lectura hasta para el ciego o sordo que quiera ver u oír, luciendo cada vez más aislado y evidenciado ante sus pueblos el dirigente que no esté en capacidad de profesar amor por lo propio.
Por supuesto, como imperio con poder militar y apoyo aliado, para la causa de los EEUU no todo está perdido, quedándole el expediente de la agresión abierta y la invasión descarada, contra todo regla o pronóstico, como hicieron contra Irak, aun en contra del mandato de la ONU. Pero EEUU es un país severamente desprestigiado en su política exterior, electoralmente sostenido sobre la bomba de tiempo del engaño del ciudadano promedio estadounidense enajenado, en cualquier momento listo para un despertar. Aventurarse hoy con una guerra en América Latina, zona de relativa sustracción respecto de su capciosa doctrina de guerra preventiva antiterrorista, suena como a un fin de algo, que no sería precisamente el fin de un continente emergente como el Latinoamericano.
George Bush e Irak pesan demasiado en la credibilidad gringa, y, en momentos en que otros bloques de poder en el mundo se mueven para no quedarse rezagados respecto de sus viejos enemigos en la nueva Guerra Fría, no parece recomendable otro gran error norteamericano como el reciente con Ecuador. La comprensión de ello y el ánimo nacional de defender la integridad de nuestros países, hace a más de uno exclamar en tono decidido y campechano: "¡Que le echen bolas! ¡Vamos, pues, gringo, échele!"
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