Malo, mis amigos, parece ser esta la hora del cumplimiento (al menos acometimiento) de ciertas proyecciones políticas, largamente desglosadas en los análisis. Digamos que es una hora de la lógica del diablo, primero por lo que de lógica tiene, como es claro (todo el mundo lo preveía), y segundo por la calidad satánica de sus contenidos. El mismo que escribe pasó jornadas plasmando en el papel lo que de cualquier forma andaba en la boca de la calle, en el discurso de esa infalible ciencia coloquial que es el pueblo con sus alegrías y temores:
El golpe exterior
No teniendo ya nada que perder el gobierno más impopular en la historia de los EEUU, ya en su fase final gubernamental y bajo la más inquietante situación de pérdida de influencia geoestratégica en el área, la gestión de George W. Bush y sus halcones se disponen a la aventura definitiva con Venezuela, como sea que se les presente en el papel: asesinato de Hugo Chávez o su implicación en un historial de narcotráfico que soporte un trato parecido al que le dieron a Manuel Antonio Noriega en Panamá, con una final captura. No es admisible que la mayor potencia militar del mundo pierda la contabilidad de sus yacimientos fósiles en propio patio trasero, mucho menos si frente a sus propias narices hay amagos de consolidación de alianzas con factorías del poder enemigo, como Rusia y China. 90 mil millones de barriles de petróleo certificados en la Faja Petrolífera del Orinoco no se tiran por la borda así como así, tanto menos cuanto si el talón de Aquiles de la economía estadounidense es su provisión de combustibles fósiles.
En mundo hoy acusa la exploración de los dos grandes sedientos de petróleo: EEUU y China, convirtiéndose las contabilidades de las reservas en guarismos de la geoestrategia. Dado que los chinos propulsan una agresiva política de mercado petrolero tanto en Asia como en África, se han erigido desde hace rato en el mayor competidor de los EEUU por los recursos, siendo intolerable su presencia en la zona misma de influencia de los estadounidenses, esto es, América Latina. Tanto más si dicha presencia comporta un tono de alianza con el enemigo de todos los tiempos: Rusia.
En semejante contexto, en una América Latina tensada por los esfuerzos de cambio y el conservadurismo, donde cada vez más los EEUU pierden influencia de la manera más grave (ya le han expulsado dos embajadores y han perdido la fuerza que ejercían a través de la OEA, alzándosele hasta Centroamérica), no parece tener contención el accionar de alguna medida de fuerza de la Casa Blanca. Porque, más allá de algún capricho imperial en contra de las democracias del continente suramericano, lo que está en juego es la supervivencia propia del régimen consumista y expoliador de los EEUU, hoy a punto de abismarse en un severo proceso de recesión económica, siendo lo más barato para ellos lo que se encuentre más a la mano: América Latina. Habrá de tener algún valor sus cuantiosas reservas de crudo (cada vez más emanantes, como en Brasil), las fuentes estratégicas de agua dulce, la amazonia, entre otras tantas cosas que ellos imaginan pueden ayudar a paliar sus crisis. Porque ese país se traga lo que tiene a su entorno, con crisis o sin ella; véase México, para poner un ejemplito.
Pero la amenaza mayor es la certeza de tener al enemigo en propia casa, con un Hugo Chávez y varios otros presidentes proclamando una "retrasada" toma de conciencia histórica, hablando de independencias política y atrayendo en forma de alianzas las otras mencionadas factorías de poder del mundo: Rusia y China. Perturba el sueño sobremanera la posibilidad de reedición del capítulo de la vieja Crisis de los Misiles de los años sesenta, con unos barcos rusos con potencial nuclear ahora mismo navegando hacia aguas venezolanas para realizar ejercicios militares conjuntos y una decisión del Kremlin de reconsiderar el establecimiento de bases militares en Cuba, cuando no en Venezuela misma.
La pérdida de geoestrategia norteamericana en los recientes acontecimientos del Cáucaso, hito que disparara la nueva rivalidad de las potencias por el mundo, el avecinamiento de una situación económica nada reconfortante, más la desastrosa política hacia América Latina, colocan a los EEUU en una actitud de precipitado accionar hacia una área de influencia considerada vital, de "seguridad de Estado", como es el clisé utilizado para significar alerta. Después de los hecho históricos de la invasión de Irak, por encima de las resoluciones prohibitivas de la ONU, la legislación internacional nada garantiza en relación al respeto de la soberanía de los países, mucho más si quienes empujan el tren de la violencia se escudan detrás de una gestión presidencial tremendamente desacreditada en el mundo, como la del actual gobierno de los EEUU. La licencia que tiene el gobierno de los EEUU, después del bochorno de las Torres Gemelas, la invasión a Afganistán y el cuento de las armas de destrucción masiva, es la peor licencia de la irresponsabilidad humana: la de la locura. Poco importaría una raya más para un tigre, como dice el refrán, "tomando" a Venezuela y dejándole el trabajo hecho a los centros de poder económico y militar interesados, listos para el próximo ejercicio republicano o demócrata gubernamental norteamericano.
Por ello se habla de una lógica del diablo: terriblemente las proyecciones con visos de demoniaca realidad. Alianzas, armamentismo y guerras. América Latina ingresa al contexto de la pugna por el poder en el mundo a través de la puerta grande de los acontecimientos traumáticos.
El golpe interior
El otro punto a considerar es aparentemente interno, pero se enmarca en el plano mismo de la urgente necesidad de los EEUU y las élites económicas tradicionales de salir de Hugo Chávez. Y es el magnicidio, cocinado a toda costa entre tanto factor comprado e interesado dentro de Venezuela. Es el cuento eterno de nunca acabar porque precisamente no cesan los planes de asesinato, casi desde el mismo momento de acceso al poder del proceso de cambios. Y se explica precisamente en el contexto de lo exterior, porque sólo así es posible (la compra de conciencias con muchos millones), dado que internamente la oposición política venezolana, en este caso la extrema derecha, no posee arraigo significativo en el alma del pueblo para, por sí sola, calar con el efecto devastador e irresponsable del asesinato del presidente de la República. Tanto deseo de muerte y siniestro sino para Venezuela no puede provenir de venezolanos, sino de factores extranjeros y extranjerizados, indolentes ante lo que no consideran más que una clara moneda de intercambio comercial.
El asunto está claro, y es ya una repetición histórica: en cada justa electoral se precipitan los esfuerzos defenestradores y las más sucias campañas deslegitimadoras en contra del Estado venezolano en materia de certificación de la voluntad popular. Chávez es un régimen, no reconoce victorias opositoras y hace trampas: para tapar las derrotas propias y para preparar el terreno para cualquier otra aventura, sea asesinato o invasión. Da igual: si se mata, quien muere es un gorila militar aspirante a la eternidad de un cargo presidencial; y si se invade, se hace para desalojar del poder a un tirano, en breve a ser implicado como narcotraficante mayor por el asunto del "Maletinazo", desde allá, los laboratorios políticos de los EEUU, donde se trabaja durante las veinticuatro horas para parir el engendro justificatorio de los ataques.
Porque lo que se trabaja con gran tesón en la hora presente, momento elecciones en Venezuela, suerte de escudo contra ilícitas acciones opositoras, es implicar al presidente Hugo Chávez como narcotraficante con el cuento del "Maletinazo", buscándose de cualquier modo presentarlo como un potencial Manuel Antonio Noriega panameño susceptible de captura. (Acuérdense que la propaganda dijo que este infausto personaje sembraba marihuana en su patio). Es lo que se mueve. Ya empezó el trabajo sobre su entorno, declarando al ex ministro Rodríguez Chacín como buscado por la justicia "internacional", y no es de extrañar que en breve otras personalidades en puestos claves para la seguridad nacional sean acusadas de terrorista o narcotraficantes, con precios de recompensa sobre sus cabezas. Una vez declarados como delincuentes funcionarios de una gestión de gobierno, nada más fácil que acusar a un gobierno como promotor de actos peleados contra la civilización y la democracia. Cerrándose el círculo de ataque, se llega poco a poco al chivo mayor, Hugo Chávez, el gran responsable.
De modo que, podría decirse, América Latina empieza por Venezuela, visto que es este país de cualquier manera el campo de batalla continental, echándose en estos momentos sobre su mesa las cartas agüeras, cuyas lecturas los EEUU procuran sea destino, pero el tradicionalmente forjado, ese el del "patrio trasero". Mientras los barcos de la alianza rusa se acercan a costas venezolanas, en Washington no será poco el revuelo levantado por la "invasión" de su patio trasero. Y el ultimátum sería acabar con ese proceso de revoluciones en América Latina, tomando acciones más audaces, más efectivas, del calibre trascendental comportado por la inminente presencia rusa en Suramérica y el Caribe, de conformarse alianzas militares estratégicas y construirse bases. Como sea, es un momento preocupante para nuestros países, porque la presencia rusa como alianza no va más allá de la pura simbología, estando lejos el momento de una real alianza disuasiva, con tornillos y tuercas sobre el terreno. Mientras tanto, EEUU queda con un largo margen de manos libres, durante el cual es seguro habrá de echar sus restos para declarar estos confines como una especie de protectorados bajo su administración, como ha sido siempre su costumbre imperial.
Tanto los barcos rusos como el proceso revolucionario de cambios sociales de América Latina y el Caribe han de incrementar los nudos de su velocidad de avance. El tiempo ahora mismo vale más que el petróleo.
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