A veces dudo de que se
haya captado desde la “primavera democrática” latino-caribeña
la verdadera naturaleza y el papel asignado en este “continente de
la esperanza” por el imperialismo estadounidense y el sub-imperialismo
israelí al régimen colombiano que preside Álvaro Uribe Vélez.
Ojala todo lo relacionado
con la instalación de cinco nuevos bases militares y el reforzamiento
de las otras dos existentes, posibilite valorar a profundidad el real
significado de ese Estado en gobiernos y sociedades de nuestra
América.
- Esencia y evolución del poder colombiano.
Se trata de algo realmente
funesto, nefasto, de alta peligrosidad.
Ese régimen no es solamente
una de las democracias representativas de la derecha tradicional.
No es simplemente un
gobierno de derecha.
No es exclusivamente
un régimen pro-oligárquico y pro-imperialista.
No es solo una dictadura
encubierta por un manto democrático-electoral.
Ni siquiera puede definirse
solo como un gobierno sustentado en un Estado con fuerte vocación terrorista
respecto a todo lo que se le opone.
Es todo eso y mucho más
en cuanto a su gestión de poder dentro de la sociedad colombiana y
frente a los procesos democráticos-soberanos que se desarrollaran en
la actualidad a escala continental.
Es un Estado-gobierno
narco-paramilitar-terrorista, instrumentalizado y gerenciado por una
oligarquía feroz y voraz, por una “clase política” mafiosa
y por un generalato criminal; apadrinado por un imperialismo decadente
y pentagonizado, impelido por sus propias carencias a planes y operaciones
de conquistas y reconquistas por la vía militar; asistido, además,
por las altas técnicas del terror sionista y estadounidense, e inspirado
también en sus propias ínfulas agresivas y expansionistas.
Es un poder montado sobre
sesenta años de guerra sucia, de múltiples ejercicios terroristas
y variadas mezcolanzas políticas con las mafias de las drogas y sus
cárteles paramilitares.
Rico en cultura de la
muerte, en prácticas espeluznantes y en dinero sucio. Combinación
de las barbaries más antiguas con las técnicas guerreristas más modernas
y post-modernas, estas últimas suministradas por EEUU e Israel;
mezcla grotesca del picoteo de seres humanos con machetes afilados y
de su corte en rebanadas con motosierras, de masacres propias de la
edad media y de la robotización de la guerra sucia. Amalgama abigarrada
y aberrante de innumerables métodos de terror y exterminio de fuentes
y épocas diversas.
- Engendro hacia dentro y hacia fuera
Su malvada evolución
se centró primero en el espacio territorial colombiano para enfrentar
con supina crueldad la larga y heroica resistencia civil y militar de
ese pueblo hermano; aferrada la oligarquía santanderista, la partidocracia
tradicional y, sobre todo, el imperialismo estadounidense, a su dominio
sobre una vasta y rica zona situada a la entrada de la apetecida Amazonía.
Mas tarde -ahora con
mayores ímpetus que antes- ese engendro se sintió espoleado por la
necesidad de contrarrestar el avance del bolivarianismo y de su formidable
oleada de transformaciones redentoras (Venezuela, Ecuador, Bolivia…),
reforzando así su vocación sub-imperialista inspirada en la experiencia
judío-estadounidense en el Medio Oriente.
El Estado colombiano,
el poder oligárquico y pro-imperialista que lo sostiene, el gobierno
gangsterizado que lo administra, han devenido no solo en un conjunto
despiadadamente opresor, punitivo, violento y agresivo contra su propia
sociedad y dentro de su propio territorio, sino además progresivamente
estructurado como plataforma de agresión imperialista contra la “primavera
democrática” continental y muy especialmente contra las procesos
liberadores de Venezuela, Ecuador, Bolivia… y los formidables movimientos
sociales de Brasil y Perú.
Plataforma del neo-santanderismo
decadente contra el neo-bolivarianismo en auge.
Plataforma en ultramar
de un imperialismo senil, militarizado, en crisis y carente de recursos
naturales esenciales: petróleo, carbón, agua, biodiversidad, minerales
estratégicos…que por demás apetece con gula incontenible.
Plataforma de agresión
a partir de una cadena de bases militares estadounidenses encaminadas
a relanzar el plan contrarrevolucionario regional y el plan de ocupación-militar
de la Amazonía, para lo que de inmediato se proponen intentar aplastar
una insurgencia popular y una resistencia civil indoblegables,
revertir los proceso transformadores en Venezuela, Ecuador y Bolivia,
cambiar la correlacion de fuerzas en Brasil a favor de la derecha dura
y contener la posibilidad de viraje hacia la izquierda en el Perú.
Plataforma de poderosas
bases imperialistas, reforzadas por contingentes y unidades altamente
especializadas procedentes de las fuerzas regulares de EEUU y de los
cuerpos privatizados que serán ubicados en Colombia dotados de sofisticadas
técnicas de guerra.
Plataforma también de
fuerzas armadas criollas muy voluminosas y fanatizadas, experimentadas
durante décadas en guerras de baja y mediana intensidad. Ahora con
doble tarea: externa e interna, con muchas unidades paramilitares en
proceso de reactivación y ampliación, y con un montón de recursos
sucios disponible.
Eso no es cualquier cosa.
Eso es un verdadero engendro
ubicado precisamente en la cabeza del Norte de Suramérica, justo donde
se sitúa el vórtice de la oleada de cambios hacia la nueva independencia
y la nueva democracia.
Un engendro de un imperialismo
en fase de putrefacción agresiva, decidido a operar agresivamente en
pleno despliegue de esta crisis mundial de la civilización burguesa;
de un imperialismo capaz de someter a sus designios y negocios militares
incluso a la triunfante expresión del deseo de cambio en su propia
sociedad representada personalmente en las pasadas elecciones por Barak
Obama.
Estamos ahora ante un
“bushismo” sin Bush, creador -antes de Obama y acompañado de Obama-
de un monstruoso engendro colombo-gringo dentro del escenario de un
país no soberano, para agredir la soberanía de terceros.
En la acera del frente
esto requiere de todos los esfuerzos -tal y como está haciendo el comandante
Chávez- para el fortalecimiento y modernización de los ejércitos
de las naciones escogidas como víctimas, a través convenios
militares apropiados para tan delicadas circunstancias (con Rusia, China…).
Pero exige sobre todo de un diseño y una preparación para la guerra
de todo el pueblo (o de todos los pueblos amenazados) que disuada a
los agresores de sus planes de guerra o le impida imponerse si osan
desatarla.
Porque además de la
importancia y del valor relativo de los esfuerzos para reducir la enorme
brecha tecnológica desde la lógica de la guerra entre ejércitos regulares,
está demostrado que solo desde una visión de guerra asimétrica,
de resistencia popular bolivariana (venezolana, ecuatoriana, colombiana…)
sería posible contrarrestar, reducir la efectividad y finalmente empantanar
e inutilizar la enorme superioridad técnico-militar de esa súper-potencia
ya emplazada mediante grandes bases de guerra en Colombia.
- El uribismo es muy funcional a lo engendrado.
A ese engendro, cuya
gestación data de bastante años atrás, le ha caído como anillo al
dedo el “liderazgo” fabricado de Álvarez Uribe Vélez, producto
de la podredumbre modernizada, informatizada y digitalizada de estos
tiempos postmodernos.
Él y los suyos han reemplazado
el partidismo tradicional decadente.
Ex-socio del narco-capo
Pablo Escobar Gaviria, ducho en las asociaciones con el para-militarismo
y sus cárteles, carente de escrúpulos para favorecer sus masacres
en alianzas con un generalato feroz, inteligente para la maldad, estudioso
de las gerencias modernas, entreguista, audaz, hábil, agresivo, teatral,
conocedor de las maniobras mediáticas mas eficaces…le ha impreso
corporativismo, eficiencia, mística reaccionaria y neofascismo a la
gestión gubernamental colombiana. Chantajeable desde Washington por
su pasado y experto en chantaje dentro de su “clase política”,
tiene todos los atributos para elevarle la parada a ese engendro de
la recolonización neoliberal.
Uribe es la nueva cara
política del monstruo emplazado en el ambicionado paraíso amazónico,
ahora con roles precisos asignados en la palestra nacional-colombiana,
regional y mundial.
- ¿Qué hacer con el engendro?
¿Qué hacer con este
engendro antibolivariano, contrarrevolucionario, contrarreformas, antidemocrático?
¿Tratarlo como una “democracia”
porque en su territorio se hacen “elecciones” y existen instituciones
“electas”?
¿Considerarlo como un
“respetable” Estado y un gobierno de un país hermano?
¿Tratarlo como un “buen
vecino”?
¿Cómo un país soberano
cuyas decisiones deben respetarse?
Creo que llegó
la hora de analizar las cosas más a fondo.
Ese engendro no debe
ser tratado en función de sus simulaciones, ni desde las simples
formalidades diplomáticas.
Ese engendro debe ser
condenado, repudiado, aislado y políticamente acosado por todas fuerzas
amantes de la paz, la libertad, la democracia, la justicia y la soberanía.
Estén esas fuerzas en los gobiernos o fuera de ellos, sean políticas,
sociales, culturales o religiosas, pensamos que ellas deberían disponerse
a derrotarlo en sus dos versiones: estatal y para-estatal.
Las atrocidades del Estado
narco-para terrorista colombiano y del uribismo como tal deben ser profusamente
difundidas a escala mundial por todos los medios posibles.
Más allá de todas las
formalidades institucionales y de su propio y engañoso formato liberal-representativo,
ese régimen es realmente oprobioso; y su presidente, que gusta tanto
de calificar a sus adversarios de “bandidos”, es una especie de
gangster político híper-modernizado.
Ese engendro debería
ser aislado desde el punto de vista diplomático, económico y político;
tanto desde los gobiernos y Estados con vocación revolucionaria, progresista
y democrática, como desde las organizaciones sociales, políticas,
religiosas, culturales y artísticas de todos los países de la región.
Está demostrado
que cualquier condescendencia hacia él, se traduce en más agresividad
y perversidad de su parte.
Hay que contribuir a
derrotarlo por todas las vías y medios necesarios, y eso implica respaldar,
acompañar y aliarnos a todas las fuerzas, cívicas, políticas, político-militares,
sociales, culturales, religiosas, movimientos étnicos que en Colombia
se oponen a ese engendro guerrerista.
Eso implica confluir
con las fuerzas insurgentes y no insurgentes, de izquierda, populares,
democrática, progresistas decididas a producir un cambio político
en Colombia. Un cambio que la libere de ese engendro e impida nuevas
agresiones contra las nuevas democracias del continente.
- Convergencia solidaria hacia Colombia y Honduras.
Honduras es punto de
partida de una gran receta para las contrarreformas y contrarrevoluciones
de nuevo tipo; y Colombia es la plataforma suramericana de ese accionar
contra Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil…contra toda la primavera
democrática continental.
Lo de Honduras amenaza
de inmediato a El Salvador y Nicaragua y persigue estimular la revocación
de lo avances en Centroamérica y mas allá, procurando a la vez facilitar
el Plan Puebla-Panamá (ahora Puebla-Bogotá)
Lo de Colombia es el
relanzamiento en mayor escala del Plan Colombia-Iniciativa Andina contra
las posibilidades de cambios en ese país, contra los cambios políticos
registrados en su vecindad y en favor de la conversión de ese país
en una gran plataforma de agresión militar contra otros países y procesos
del continente.
Si hay razones poderosas
para clamar por el aislamiento y la derrota del golpe de Estado y del
gobierno de Pinochetti en Honduras, sobran los motivos para contribuir
tenazmente a los esfuerzos dirigidos a producir cuanto antes un cambio
político democrático en Colombia.
No es cuestión para
inhibirse por simple formalidad institucional (aunque eso pese), sino
de esencias y problemas de fondo. Entre Honduras y Colombia -en cuanto
a estado de terror y potencial contrarrevolucionario oligárquico-imperialista-
mafioso- si hay ventajas de una sobre otra son muy a favor de Colombia.
El paso dado por Uribe
aceptando las bases militares estadounidenses en su territorio no solo
coincide con el golpe en Honduras y con el reinicio en ese país de
la era del Estado represivo-terrorista, sino que es parte de la misma
estrategia de recolonización imperialista para volver a someter los
países vecinos que se le han ido de las manos y evitar los cambios
progresistas en gestación en otras naciones suramericanas.
- Unidad revolucionaria continental.
¿Qué vamos
a hacer?
¿Resignarnos a que Zelaya
no pueda retornar y a que el engendro colombiano siga creciendo en forma
ominosa y peligrosa?
Esto no es cuestión
a decidir solo por el pueblo de Honduras o solo por el pueblo de Colombia,
principales víctimas del relanzamiento de la estrategia imperial que
cuenta con el apoyo abierto y/o semi-encubierto de los gobiernos de
Colombia, Panamá, Honduras, México y Perú, y con el apoyo más taimado
o la actitud escurridiza o timorata de otros Estados.
Creo que es momento para
replantear la estrategia de las fuerzas bolivarianas, morazanistas,
martianas, guevaristas… del continente.
Pienso que desde los
grandes liderazgos de los Estados y pueblos venezolano, ecuatoriano,
boliviano, cubano, nicaragüense, salvadoreño, uruguayo brasileño…
hay autoridad e influencias para crear -junto a muchos otros, y sobre
todo a los grandes, medianos y pequeños movimientos políticos, sociales,
culturales, religiosos, étnicos, medioambientales, feministas- una
nueva situación basada en una línea de denuncias, movilizaciones,
paros, protestas civilistas, cese de relaciones, medidas de aislamiento,
rebeldías… capaces de debilitar al máximo, acosar, cercar y derrotar
los engendros oligárquico- mafioso-imperialista colombiano y hondureño.
Eso es posible. Solo
falta la vocación política para hacerlo, sobre todo de parte de los
liderazgos más influyentes en la región y en el mundo, y de
las fuerzas con más recursos y mejor posicionadas.
Y es posible sobre todo
si se va más allá de los acuerdos y espacios intergubernamentales
e interestatales y se recurre al poder de los pueblos y de sus movimientos
sociales y políticos coordinados, sumándole las capacidades logísticas
institucionales y el poder movilizador y carismático de los líderes-estadistas.
Pienso que es hora para
una gran convergencia de Estados, gobiernos, fuerzas políticas y sociales
no gubernamentales, pueblos empobrecidos, comunidades originarias…
para proponerse desde una actitud beligerante, movilizadora, consistente
y firme, aislar, acosar, y derrotar los regimenes de Colombia y de Honduras,
piezas claves de una parte de la contraofensiva gringa instrumentalizada
a través de ambos escenarios ocupados.
Hay que acompañar las
intervenciones en los escenarios gubernamentales multilaterales
con una línea de acción desde las bases de la sociedad, desde la alianza
de las fuerzas gubernamentales y no gubernamentales más avanzadas,
desde los pueblos y sus expresiones institucionales y no institucionales.
Sacar el uribismo del
gobierno en Colombia y derrotar ese engendro mayor. Desplazar del poder
a los golpistas en Honduras e impedir la consolidación de ese engendro
menor. Relanzar con vigor la campaña ni un soldado yanqui en nuestra
América, son a mi entender tareas actuales de primer orden y de
sentido estratégico.
No es hora para ambigüedades y mediastintas. Empeñémonos en presionar en esas direcciones y convencer a nuestros pueblos y a la diversidad de sus fuerzas conductoras de esa imperiosa necesidad.
narcisoisaconde@gmail.com