A propósito de los 36 años de la caída de Salvador Allende y del comienzo de 17 años de dictadura en Chile los venezolanos que apoyamos la Revolución Bolivariana rememorando ese triste 11 de septiembre de 1973 podemos ver que el fascismo tiene un mismo rostro.
Al reencontrarnos con ese lamentable pasado chileno, inevitablemente nos retrotraemos a los eventos del golpe en Venezuela de abril de 2002 y se nos hace obligante establecer similitudes.
Las barbaries que contra el pueblo, y sus principales dirigentes, promovieron los golpistas venezolanos en abril 2002, en tan escasas horas nos indican que de no haberse dado un giro en los hechos, con el retorno del Presidente Chávez en menos de 48 horas, estaríamos hoy contado casi 5 años de dictadura y del fascismo que ésta trae aparejado.
A quienes esto les parezca exagerado recuerden que Honduras está próxima a completar los 3 meses con una dictadura y que no es imposible imaginarse que se continúe prolongando en el tiempo más allá de todos los pronósticos.
Basta recordar el discurso de odio, acompañado de las primeras acciones, tanto de los medios nacionales privados (todos absolutamente a favor del golpe venezolano) como de quienes asumieron la dirección del país en esas primeras horas funestas vividas por el pueblo venezolano y especialmente por el pueblo chavista y bolivariano.
En abril de 2002, el presidente Chávez sumaba unos 3 años y unos pocos días de llegar al poder por vía de elecciones democráticas y con la firme propuesta de llevar a cabo cambios importantes a favor de las grandes mayorías empobrecidas del país.
En septiembre del 1973 Allende recién cumplía los tres primeros años del primer gobierno que pretendió establecer en América el camino al socialismo por vía constitucional. Llevaba el ejército chileno 46 años de haber ejecutado el último golpe de Estado.
En Venezuela en abril del 2002, aproximadamente se cumplían un poco más de 44 años que los militares habían dejado el poder que por casi 10 años ejercieran como la última dictadura de la historia en el país.
Los documentos desclasificados han demostrado hasta el hartazgo el apoyo directo del Departamento de Estado estadounidense al golpe en Chile, así como del papel que en el jugaron medios como El Mercurio.
Las investigaciones adelantadas hasta la fecha han arrojado datos esclarecedores acerca del financiamiento y apoyo, a través de la NED y de la USAID, aportado por el gobierno de Bush a los grupos opositores promotores del golpe venezolano de 2002. Así como del papel que jugaron los medios privados en la conspiración contra el presidente Chávez y su gobierno democrático.
Sólo resta por recordar que los 17 años de dictadura chilena dejó profundas cicatrices en la sociedad chilena que pasaran muchos años antes de que puedan ser borradas de las mentes y los corazones de los chilenos y de los revolucionarios de este mundo, nos permitimos citar, en relación a este aspecto, la versión que en la red encontramos en un sitio (Derechos Chile): “La represión no se limitó a una parte de Chile, ni supo de clases sociales, género, profesión, estado civil o edad. Miles fueron los detenidos a través del territorio nacional el día del golpe y los siguientes. De acuerdo con informaciones de Amnistía Internacional y la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, hacia fines de 1973, sumaban unos 250 mil los chilenos que fueron detenidos por motivos políticos. Ejecuciones sin juicio previo, personas desaparecidas y muertos en falsos enfrentamientos, se volvieron prácticas habituales. La delación entre vecinos, colegas y otros, fomentada por la Junta militar, también llegó a constituir parte de la sociedad chilena en los inicios de la dictadura”
Cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia, como se dice en las películas. Nos atrevemos a suponer que nada es coincidencia y que aunque hasta ahora la Revolución Bolivariana, como la cubana, han logrado cambiar el libreto que los yanki han prefigurado para nuestros pueblos queda aún mucha cinta por rodar en esta historia.
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