El futuro no luce nada halagüeño en materia política. Las partes en conflicto, depredadores y depredados, han sufrido cambios en sus organismos que las han llevado a asumir posiciones de combate. Unos presumiendo de hegemonías, cubierto de viejas glorias, aduciendo ser los dueños del pasto; otros, argumentando evolución, subida en la cadena alimentaria, aduciendo no ser más alimentos de nadie.
Depredadores preocupados porque el alimento ahora le huye, renuente a oír las dentelladas sobre sus carnes. Sorprendidos de que sus viejas palabras ya no surtan el acostumbrado efecto de hacerles creer que son canciones el ruido de los huesos que crujen. Que son frentes las espaldas que huyen, oro los espejos y cooperación la explotación.
Y es que el pavor se ha apoderado de su silla imperial, que empieza a trastabillar: la energía requerida para someter a la selva comienza a escasear y hay la amenaza de que toda esa vieja y larga infraestructura de explotación (petrolera) se quede hueca, sin la fuerza necesaria para emprender acciones de escarmiento ante semejantes actos de sedición.
Por supuesto, les queda mucho armamento, y es tentación hundir el mundo con el hundimiento propio. ¡Ser o ser es el dilema! El mundo es un mantel de mesa que puede ser arrastrado en la caída. ¿Petróleo para 30 ó 40 años? Las alarmas son rojas.
Porque resulta que los “animalitos” ahora corren para no ser devorados, se unen entre sí y combaten y se defienden, protegiendo sus feudos. Protegen sus casas, sus recursos naturales, sus riquezas para su propio crecimiento, no creyendo el cuento ése de que es prosperidad el que se los coman y no tengan futuro. Y al lobo imperial le cuesta creer que esos “animalitos” puedan ser algo más que animales, porciones de energía, comida, combustible, gas, gasolina, oro, petróleo, litio, plata… Graneros o patios traseros.
Por ello inician una guerra de reacomodo del mundo, de un perfil de mundo que se desploma, para seguir apalancando lo viejo sobre lo viejo. Es la eternidad del tiempo. Cada quien a su puesto; cada cual a su rol. La carne para ser comida y el diente para masticar. Las vacas con sus ubres, los pozos con sus oleoductos… El frente de la casa al frente y el patio en el espacio trasero. ¿Qué eso de invertir los valores, como si todavía estuviésemos viviendo el mundo al revés inventado en la Edad Media?
Hay historias de pueblos que mantenían alimentado a su ogro para que no los destruyesen: cada mes le entregaban una doncella para que se alimentase, sea en su bajo instinto o proteínicamente. Daba igual. Hay historias de monstruosos minotauros, de mitológicos dragones… Hay tantas fábulas, como esta misma que les narro. Y ello ha de ser la costumbre que rija al mundo, según el lobo, porque es la historia. Por la ignorancia y la fuerza se gobierna, se somete, se obliga a creer, se engaña, se aterroriza… El arte lobuno imperial consiste en convencer de que es blanco lo negro, lo malo,bueno, lo idiota, inteligente. Sobremanera, de que es vida la muerte. A toda costa. Si, señor.
El lobo imperial que son los EEUU sólo estará en disposición de comprender que ha habido cambios en el bosque cuando esté muerto, porque es su determinación presenciar los cambios cuando experimente la caída y es su convencimiento de que nada fluye (o cambie) si no en su contra, parafraseando a conveniencia al viejo filósofo griego. Y ello es una disposición de la que intentan persuadir a sus ahora guabinosos súbditos, aterrorizándoles, tratándoles de convencer de que es mejor ser pasto que llama, para que no osen dar el primer paso de acabar con el ordenamiento del mundo. Porque la Providencia los puso allí para ejercer el mando.
Sin importarles que noten sus llagas, sus contrasentidos, sus nuevas crisis, su loca propuesta de que todos cesen y ellos se perpetúen por el tiempo de los tiempos. Romper semejante orden significaría guerra, confrontación entre pueblos, saqueos, muertes, mares de sangre, como lo especifican en sus discursos cuando se pronuncian… ¿Quién se atreve? ¿Quién se atreverá? Animalito es animalito, ocupando su puesto en el monte. Si se trata de un reclamo, hay que ejercerlo ante Dios. Punto.
De forma que no puede haber cambios ni revoluciones en el “subcontinente” americano, como dan por llamar a la patria de grandes próceres, a quienes, por cierto, no le reconocen ningún estatus sino sedicioso. Lo que habrá es guerra. Tal es su creencia. Ninguna especie puede evolucionar, pensar o concienciar de tal modo que aspire a revertir el viejo “orden mundial” (si no ecuménico). Tal es la mentalidad y reto del lobo imperial.
Más del autor en Animal político
camero500@hotmail.com