El 2010 y años posteriores son parte de una cronología de trascendentes hechos históricos, los cuales al llamarlos “Año Bicentenario” (supongo que por alusión al 19 de abril de 1810), limitan fehaciente el contexto y evolución geo-histórica de un conjunto de situaciones políticas, sociales y militares, las cuales incluso antes de 1810 con los movimientos revolucionarios de esclavos, negros y mestizos dirigidos por José Leonardo Chirino y José Caridad González (1795), la sublevación de Manuel Gual y José María España (1797), o el desembarco en costas venezolanas del “Quijote sin locura”, como una vez llamara Napoleón Bonaparte a Francisco de Miranda, a bordo del “Leander” (1806) en búsqueda de la independencia venezolana, e incluso la lucha clandestina y comunicacional de la época que iniciara el propio Miranda con el periódico “El Colombiano” como pionero contra las huestes españolas que sometían a nuestros pueblos, sin duda, fueron escenarios de batallas tanto físicas como de pensamiento que tendrían un marcado impacto sobre los sucesos derivados en las acciones pre y pos-independentistas de 1810.
El período bicentenario debería comenzar por generar profundas reflexiones sobre el tipo de aprendizaje pedagógico y andragógico que reciben los estudiantes en relación con la Historia de Venezuela, el cual en muchos casos, se encuentra muy limitado, no sólo por la escasa y confusa difusión de los contenidos en términos de interpretación histórica, sino por el desinterés que muestran los estudiantes, especialmente los adolescentes, (y peor aún docentes), tal vez no por la narrativa histórica en concreto, sino por la desidia y el abandono en la práctica de la lectura. Igualmente, esta divulgación debe ser extendida a través de todos los escenarios de la vida académica y laboral, en donde los institutos educativos, de manera conjunta con la radio, la televisión e Internet; en vez de convertirse en elementos distorsionadores de la información, sean instrumentos de equilibrio y objetividad en la discusión de los hechos históricos, sobre todo lo relacionado con las luchas inequívocas libradas por nuestros antepasados en contra del imperialismo español y las oligarquías criollas, quienes sometieron al pueblo al destierro y la incautación de sus tierras; realidad que todavía sigue plasmada en la evolución de la historia venezolana, y que hoy algunos pretenden tergiversar con señalamientos que no resisten ninguna investigación documental.
Sobre el escaso interés por la lectura, especialmente por los libros de Historia de Venezuela, damos la bienvenida al Período Bicentenario con el agravante que las bibliotecas escolares y de sala, tanto en escuelas, liceos y universidades (oficiales como privados), se encuentran sin potenciales lectores, y quienes se atreven a visitarlas sólo lo realizan por investigaciones propias sobre un tema determinado con exclusivo interés por el cumplimiento de un trabajo o una asignación académica; mientras irónicamente, conseguimos los “cibers” o “salas de navegación” repletos de estudiantes, la mayoría utilizando la internet y no precisamente para la lectura sino para otras actividades orientadas con sus intereses a través del “chateo”, el “facebook” y, la práctica de videojuegos (por lo general de corte violento). En este sentido, esperamos que las “investigaciones” que los profesores(as) asignen a sus estudiantes con motivo del Período Bicentenario no se conviertan en una infeliz acción de “cortar y pegar” con bonitas impresiones, pero nulas en el análisis, la interpretación y la conclusión socio-histórica pertinente.
Estamos en tiempos de conocimiento o ignorancia. Construir espacios para lograr objetivos análisis históricos requiere de la escritura de ensayos, la dramatización del teatro, la vocalización de la poesía de lucha, el escudriñamiento de los libros como “Venezuela Heroica” de Eduardo Blanco, la visita a los museos y sitios de interés geo-históricos, y la voluntad educativa por parte de docentes realmente comprometidos para explicar a nuestros niños y jóvenes, la importancia y el compromiso de formación que heredamos de los próceres en los valores de libertad, igualdad y de pensamiento bolivariano.
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