Este Primero de Mayo se celebrará en un momento de extrema debilidad y dispersión del movimiento sindical venezolano, que nunca como ahora adolece de una organización que sea capaz de aglutinar a los trabajadores en torno al supremo objetivo de defender sus intereses reivindicativos y su independencia organizativa.
Ya no existe la CTV, lo que queda de ella son apenas sombras de lo que fuera una poderosa organización apuntalada en la contratación colectiva de los trabajadores de la administración pública. Queda también el recuerdo de la corrupción sindical que llegó a niveles de escándalos con los guisos que se cocinaron en el Banco de los Trabajadores de Venezuela. Queda además la mancha que dejó en el rostro de esa central la eliminación de la retroactividad de las prestaciones sociales. Y queda, por supuesto, la secuela del encompinchamiento del liderazgo cetevista, salvo honrosas excepciones, con Fedecàmaras en las aventuras golpistas de comienzos de este siglo.
Pero tampoco queda casi nada del resto del movimiento sindical. Pequeñas centrales como la CUTV, Codesa y los toletes de la CGT todavía pululan por allí, pero sin incidencia real en los trabajadores. Sin perspectivas de recuperación , sòlo resistiendo para no desaparecer y dejar perder el legado de sus fundadores, lo cual es muy loable desde el punto de vista romántico pero poco práctico a la hora de los balances.
Y está el caso de la Unión Nacional de Trabajadores, sometida hoy a un proceso de división interna, venida a menos prematuramente por la poca capacidad de sus dirigentes para ponerse de acuerdo y construir de manera unitaria un instrumento que en verdad organice y movilice a los trabajadores venezolanos. La UNT no cumplió los objetivos para los cuales fue creada. Estuvo y parece seguir estando sometida a los acuerdos políticos, es una organización francamente cupular y demoró muchísimo menos que la CTV en defraudar a quienes esperaban verla convertida en algo más que un cascarón vacío en el cual faltan líderes y sobran directivos. Por cierto, hoy no hay un liderazgo visible en el mundo sindical. La orfandad es evidente, salvo excepciones.
Y ahora se anuncia la idea de crear otra central, esta vez de carácter socialista y comprometida de verdad verdad con el proceso de cambios. No está mal que se pretenda sustituir una organización que no dio la talla por otra que sí la pueda dar. El problema es que no hay garantías de que la anunciada nueva organización no surja de manera distinta, por arriba, y con liderazgos madurados en oficinas y no al calor de la lucha sindical.. Y el otro aspecto del asunto es que ya he escuchado a algunos de sus promotores la idea de reevaluar el concepto de autonomía e independencia del movimiento sindical. Ojalá que lo que surja no sea un adefesio sindical aclamacionista, que no le hace ningún bien a un proceso de transformación sino todo lo contrario. Y ojalá que no resulte un nuevo apéndice partidista, esta vez del PSUV, como lo fue la CTV con respecto al otrora todopoderoso Buró Sindical de AD.
Si la historia se repite el final también será tristemente previsible. Y los trabajadores seguirán con sus franelas, sus desfiles anuales y sin el instrumento que les guíe en la lucha que nunca habrá de acabar.
Reconocimiento. El general Antonio Rivero deja la dirección de Protección Civil luego de cinco años de labor. Desconozco las razones por las cuales pasa a cumplir nuevas responsabilidades en el Ejército, componente al cual pertenece. Pero es justo reconocer que el general Rivero es uno de esos funcionarios públicos que cumple su tarea sin mucho aspaviento, y que siempre da la cara a la hora de informar a la opinión pùblica sobre los resultados positivos o negativos de algún operativo para rescatar a personas en situación de riesgo, producto de derrumbes, inundaciones, accidentes aèreos o de otra índole. No será fácil para quien lo sustituya llenar ese vacío que deja el saliente director de Protección Civil.