Hemos recorrido más de medio siglo de historia del movimiento obrero. Del primer Congreso de la Liga de los Justos (1847) al V Congreso de París (1900) de la II Internacional, transcurrieron cincuenta y tres años. En este medio siglo de caminar, de luchas, celebráronse una treintena de congresos y conferencias internacionales, de los cuales dos corresponden a la Liga de los Justos; siete, a la primera Internacional; ocho, a los elementos escisionistas; siete, a la II Internacional, y cinco, a diversos congresos y conferencias aisladas de tipo gremialista. La Liga de los Justos, más tarde Liga Comunista, dotó al proletariado de la obra inmortal de Marx y Engels, el Manifiesto del Partido Comunista, en cuyo contenido ha tenido la clase obrera una orientación ideológica y revolucionaria hasta nuestros días. La Primera Internacional, superando un período de sectas, inició en el seno del proletariado el sentido de la solidaridad y del internacionalismo proletario, dándole confianza en su propia fuerza, anticipando, al mismo tiempo, las ideas generales en las que descansaría la acción reivindicativa de la clase obrera en la lucha por su emancipación social.
La Primera Internacional, de acuerdo con el pensamiento de que “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”, sentó el principio de la unidad como condición previa, indispensable, para que el proletariado alcance y consolide sus victorias. La Primera Internacional afirmó el principio de la necesidad de la acción política y, por lo tanto, el deber del proletariado de organizarse en un partido político de clase, independiente de todos los partidos de la burguesía, que le condujera hacia el objetivo fundamental de la conquista del poder político y al establecimiento de su dictadura como etapa de transición hasta alcanzar la sociedad sin clases, la abolición de la explotación del hombre por el hombre, la sociedad del comunismo. La Primera Internacional llamó a la organización política y sindical de la clase obrera, a la organización de las masas campesinas; defendió la emancipación de la mujer y de la juventud llamándolas a la acción por la paz y en contra de los ejércitos permanentes y la guerra; llamándolas a organizarse. La Primera Internacional echó las bases sobre las que descansaría el movimiento obrero organizado en su doble dirección política y sindical. En los dos lustros de existencia de la Primera Internacional está la argamasa con la que habría de cimentarse el movimiento obrero revolucionario.
El anarquismo participó en cinco congresos de la Primera Internacional, con sus concepciones reaccionarias, jugando desde el primer momento un papel perturbador y obstruccionista; después de la escisión, organizó seis congresos y diversas conferencias, a través de las cuales se fue registrando el proceso del declive de su organización y la decadencia de su ideología pequeñoburguesa y contrarrevolucionaria.
Desde 1876, en que desaparece la Primera Internacional, hasta 1899, en que se constituye la Internacional Socialista, celebráronse dos congresos de carácter socialista y un congreso y dos conferencias de tipo sindical. Los dos congresos socialistas tendían a la unidad internacional del socialismo; los congresos sindicales, a la constitución de una dirección internacional de tipo gremialista. En 1899 celébranse en París dos congresos: el socialista, unitario, del que nace la Segunda Internacional, y el “posibilista”, antiunitario, que daba continuidad a la línea de la división del movimiento obrero.
La Internacional Socialista, de 1899 a 1900, celebró cinco congresos internacionales a través de los cuales fueron perfiladas algunas de las concepciones fundamentales de la Primera Internacional, así como aquellos problemas derivados de las nuevas realidades políticas, sociales y económicas que confrontaba el movimiento obrero en esa etapa, tales como la aparición de numerosos partidos socialistas, de poderosas organizaciones sindicales con sus centrales nacionales; la acción parlamentaria y municipal de los representantes obreros, los problemas coloniales y de la paz, la incorporación de la mujer y de la juventud a las luchas políticas, el cooperativismo, etc.
Cada Congreso del primer período de la Segunda Internacional es un esfuerzo continuado por dotar al proletariado de un programa y de instrumentos orgánicos de dirección. En torno a cada Congreso, junto a sus programas y resoluciones, desarrolláronse múltiples gestiones y actividades que trataban de interpretar los problemas específicos y concretos que se manifestaban con alguna particularidad en el conjunto del movimiento obrero o que aparecían como problemas nuevos determinados por el propio desarrollo del sistema capitalista, tales como los problemas que se derivaban de la concentración capitalista y del capital financiero monopolizador, de la acción parlamentaria y municipal, del problema colonial, de la política imperialista y de guerra.
Así, por ejemplo, los delegados sindicales que asistían a los congresos, además de las preocupaciones de carácter general, sentían a su vez los problemas concretos del sindicalismo en su conjunto y, en ciertos casos, el particular de una industria determinada. Había necesidad de ensanchar los marcos de la organización. Estos dos problemas llevaban, al margen del Congreso, a reuniones de significación sindical en las que se planteaban los problemas gremiales y en las que se echaron las bases para la constitución de la mayoría de los secretariados internacionales profesionales. Las mujeres delegadas que asistieron a los primeros congresos de la Segunda Internacional, no sólo participaron en los trabajos de carácter general, sino que, al mismo tiempo, celebraban reuniones, cambios de impresiones, que tendían al estudio concreto de los problemas de la mujer trabajadora; a crear un organismo internacional con la misión de dirigir y desarrollar el movimiento de las mujeres socialistas. Han sido las pioneras de este proceso de organización y de educación política de la mujer Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo, las dos figuras más representativas del movimiento internacional socialista femenino de final de siglo. En esta época, el movimiento obrero español contaba con la primera mujer socialista dirigente, Virginia González, la primera mujer que formó parte de la Ejecutiva de la U.G.T. (fundado en Barcelona 1888, por Antonio García Quejido) y de la dirección del Partido Socialista Obrero Español, más tarde ardiente defensora de la gran Revolución rusa, fundadora del Partido Comunista Obrero Español.
En los congresos de Londres (1896) y París (1900) los delegados que ostentaban los cargos de diputados plantearon la necesidad de crear un organismo internacional parlamentario de estudio, de intercambio de proyectos que, por encima de las fronteras, orientara a los representantes obreros para la mejor defensa de los intereses fundamentales de la clase obrera. De ahí la constitución de la Comisión Internacional Parlamentaria, adjunta a los organismos de dirección de la Segunda Internacional.
A su vez, los elegidos a municipios determinaron la elaboración del programa municipal aprobado en el V Congreso de París. Son todos esos problemas los que caracterizan la primera etapa de la Segunda Internacional en su constante preocupación organizativa. El movimiento obrero, con su crecimiento, ponía de relieve su complejidad, la variedad de sus ramificaciones, que exigían instrumentos de dirección amplios, más adecuados para conducirlo hacia sus objetivos fundamentales, lo mismo en el orden político que en el económico. La Segunda Internacional, históricamente, aparece como una superestructura de esa complejidad que ofrecía el movimiento obrero en una nueva fase de su desarrollo.
El movimiento obrero, a finales de siglo, proyectase en flecha amenazante hacia el futuro, encarado con el siglo XX, dispuesto a desarrollar sus líneas de combate: acción sindical, lucha por la paz y en contra de la guerra; organización de la mujer y de la juventud, acción cooperativa, acción parlamentaria y municipal. En la Rusia zarista cuajábase un poderoso movimiento obrero sabiamente dirigido por Lenin que presagiaba grandes tormentas revolucionarias. La primera estalló en 1905. La segunda, en 1917, y cambió el rumbo del mundo. Con perspectivas formidables cerrose el siglo XIX y asomose al siglo XX el socialismo y, tras él, el movimiento obrero.
Mujeres Socialistas, más famosas de la época del siglo XIX y XX.
Luxemburgo Rosa (1870-1919). –Social demócrata alemana, de origen polaco. Más tarde comunista. Tomó parte en los primeros congresos de la II Internacional. Una de las principales figuras femeninas del socialismo revolucionario. Organizadora de las Conferencias internacionales de mujeres socialistas. Luchó contra las tendencias revisionistas de Bernstein. Con Carlos Liebknecht dirigió el movimiento revolucionario espartaquista de Alemania de 1919. Asesinada, con Liebknecht, por el gobierno “socialista de Noske”.
Zetkin Clara (1857-1933). –Socialdemócrata alemana, más tarde una de las fundadoras del Partido Comunista alemán afiliado a la III Internacional. Con Rosa Luxemburgo tomó parte en los primeros congresos de la II Internacional. Una de las primeras mujeres del movimiento socialista revolucionario, organizadora de las Conferencias internacionales de mujeres socialistas. Jugó un papel importante en el seno de la III Internacional.
González Virginia (1873-1923). –Una de las primeras mujeres españolas propagandistas del socialismo. Desde muy joven formó parte del sindicato de zapateros de la Coruña (1893), destacándose en seguida por su rebeldía y fuerte personalidad. En 1893 reside en Bilbao, donde escribe sus primeros artículos, recorriendo los pueblos en plan de propaganda. En 1906 viose obligada a emigrar a la Argentina, donde chocó con el socialismo “oficial”, pero al margen de él realizó una activa labor. En 1909, volvió a España, residiendo en Vigo, Palencia y León. En Todas esas capitales realizó intensa campaña socialista. En 1915 reside en Madrid, formando parte de la Ejecutiva del PSOE, y, en 1916, de la dirección de la UGT. En 1916 fue como delegada a Asturias para la preparación de la huelga de veinticuatro horas. El Congreso del PSOE, de 1918 la designa como secretaria femenina de su Comité Nacional. Fundadora, con otros socialistas, de los grupos de amigos de la III Internacional. Se adhirió a la Revolución rusa y, más tarde, en el Congreso de 1921 del PSOE, fue uno de los fundadores del Partido Comunista Obrero Español.
manueltaibo@cantv.net