No suelo ser fanático de ningún deporte ni equipo ni religión o credo alguno. Sólo hablaré de fútbol en respuesta a la campaña antivenezolana que hicieron algunas empresas chilenas a propósito de la competencia en la Copa América.
El sistema capitalista convierte todo en mercancía.
El amor es transformado en un sin fin de gastos de consumo que van desde los
regalos el 14 de febrero hasta la millonaria publicidad que manipula los
afectos y deseos para vender cualquier cosa, incluida la carne y la dignidad
humana.
El mismísimo Che Guevara, antítesis de toda la basura
consumista que representa el mercado capitalista, fue convertido en objeto de
explotación mercantil.
Todo aquello que genere pasión y apego por parte de
las multitudes es susceptible de ponerse en venta para beneficio de un grupito
de avaros.
Los seres humanos hemos desarrollado una pasión
ancestral por las esferas. Todas las culturas de la humanidad han creado en
algún momento de su existencia un juego en torno a la pelota.
Nuestros pueblos indígenas fabricaron balones con la
vejiga de animales como la pereza y se valieron del mene para amasar fibras
vegetales hasta lograr las deseadas figuras redondas que tanta diversión
regalan.
En la pasión por los equipos converge otro hecho de
carácter histórico, son las nacionalidades y “gentilicios” heredados de la
colonización europea, y reforzados por el patrioterismo típico de las elites
derechistas.
La máxima “divide y vencerás” sigue siendo aplicada
textualmente por el sistema opresor a nivel mundial. Todo cuanto divida a los
pueblos es bueno para el imperialismo y sus lacayas oligarquías criollas.
A la gente la dividen por razas, religiones,
fronteras, partidos, equipos y hasta por concursos de belleza. Pueblos hermanos
han ido a la guerra por el fútbol.
El fanatismo de los hinchas puede llegar a la más
brutal idiotez. No están lejanas las imágenes trágicas donde decenas de
personas murieron tapiadas por la barbarie de los hooligans.
Por eso no debe extrañarnos que los empresarios y periodistas
herederos del Chile de Pinochet, irrespeten a Venezuela por temor a nuestros
goles.
Ciertamente somos un país cuya historia futbolística
es reciente, pero nuestra vocación patria es tan añeja como los Tepuyes, y
recién cumplimos doscientos años de vencer imperios, condición que nos hermana
al pueblo chileno de manera indestructible.
Los juegos deportivos deben servir para cultivar la
convivencia y amistad entre los pueblos, con especial acento en las juventudes
que serán quienes dirijan las sociedades del futuro cercano.
Nuestro Andrés Bello sembró las letras con que Neruda
cantó a Bolívar, mientras el maestro libertador Simón Rodríguez ayudaba a
reconstruir Concepción. Alí Primera canta a Víctor Jara y Violeta Parra, al
momento que Inti Ilimani y Quilla Payún rasgan el cuatro venezolano al darle
fuerza al dolor exiliado.
El inolvidable y amado Presidente Allende fue
precursor del Socialismo del Siglo XXI que nosotros hoy soñamos y concretamos.
La sangre araucana bulle en las raíces indígenas de todos nuestros quehaceres.
No permitamos que cerebros macabros con almas
necróticas arruinen la diversión juvenil de jugar con la pelota, y al decir del
lugar común, repetimos, que gane el mejor.
Ganó la
Vinotinto, ganó la Tricolor.
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador. Guayaquil 5 de agosto de 1829.
Simón Bolívar, El Libertador. Guayaquil 5 de agosto de 1829.
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