Un reportaje francés daba cuenta de la calidad de los asesores del presidente John Fitzgerald Kennedy durante su presidencia. El presidente más joven de la historia de Estados Unidos decidió rodearse con los que él consideraba lo mejor del pensamiento y la industria estadounidense para, como se dice ridículamente hoy, “gerenciar el país”.
No es casual que nombrara ministro de Defensa al joven Robert McNamara, afilado al contrario partido republicano, para dirigir el ministerio de Defensa, que en caso de Estados Unidos debería llamarse de “Ministerio de Agresión”. El atlético –intelectual McNamara compartió consejo de ministros con Robert (Bob) Kennedy, hermano del presidente y ministro de Justicia. Inteligente(s), culto(s), millonario(s)…. al final todos confluyeron en la misma sed asesina de sus predecesores y sus sucesores. McNamara no tuvo problema en inventarse el llamado “incidente del Golfo de Tonkin” (1964) para justificar la entrada en la guerra de Vietnam de Estados Unidos con Johnson. La utilización de gas mostaza y napalm sobre Vietnam fue una idea suya.
Un subalterno de McNamara, el inefable Alexander Haig de la guerra de las Malvinas, aseguraba que Bob Kennedy estaba obsesionado con el asesinato de Fidel Castro y que todas las reuniones con su hermano, el presidente, derivaban hacia el mismo tema, el cómo y el dónde.
Que el presidente más liberal de Estados Unidos se reúna con sus ministros para asesinar a otro(s) presidente(s) o uno de sus ministros decida arrasar con toda la vivo sobre la tierra en Vietnam a nadie le llama la atención ni es objeto de reflexión.
Sin embargo sí es reprochable que alguien demuestre “simpatía” por los sobrevivientes de esas “políticas de limpieza” dirigidas por gente bella, preparada, rica e inteligente, como Ozzi Guillén por Fidel Castro. Los miles de energúmenos que pidieron la cabeza de Guillén en Miami son buena prueba de ello, y el posterior “arrepentimiento” de Guillén una conducta vergonzosa.
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