Definitivamente no entendemos cual es la sorpresa por el encuentro de Juan Manuel Santos con Henrique Capriles Radonsky. ¿Acaso hubo algún ingenuo que se creyó lo de la amistad con Venezuela de este subalterno de Alvaro Uribe Velez? ¿Este señor presidente de la república de Colombia, miembro de la más rancia godarria neogranadina y cuya familia ha sido de toda la vida la dueña del poder en ese país, a través del monopolio mediático, fue nada más y nada menos que el Ministro de la Defensa del presidente Uribe y en consecuencia, si los falsos positivos, fueron producto de la mentalidad criminal del mandatario y sus asesores norteamericanos, el ejecutor fue otro que el Ministro de la Defensa, porque era de su despacho de donde salían las órdenes que cumplían los oficiales y soldados que participaban en esa guerra de exterminio contra el campesinado para arrebatarles las tierras, que la oligarquía necesita para expandir sus dominios.
Los esfuerzos que el presidente y Comandante Eterno Hugo Rafael Chávez Frías, hizo en nombre de Venezuela, por la paz en Colombia, fueron en principio, porque necesitaba ganar tiempo para montar la trampa, elogiados por Alvaro Uribe Velez, el mismo que cuando vio el avance positivo que había en las gestión de Chávez, Piedad Córdoba y otros actores internacionales le dio una patada a la mesa para abortar la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz.
La actitud de Santos en este momento histórico, que representa una esperanza para el pueblo colombiano, no tiene nada que envidiarle a la conducta de su jefe Uribe en aquella oportunidad. Hoy nuevamente Venezuela, juega un papel determinante en las conversaciones que se desarrollan en Cuba, entre las FARC -EP, con la presencia del maestro en relaciones internacionales, doctor Roy Chaderton Matos, en representación del gobierno bolivariano. Las últimas jornadas han asomado una luz al final del túnel. Se ha dicho y comentado en todos los corrillos políticos y diplomáticos internacionales, que se está a un paso de que el hermano pueblo ponga fin a su holocausto, porque han surgido importantes puntos de convergencia entre las encontradas posiciones de gobierno e insurgencia.
Pues, bien no es nada inocente la agresión contra Venezuela, cuando el señor Juan Manuel Santos, con su investidura de Presidente de la República de Colombia y el Congreso de ese país, reciben a un fascista conspirador, presunto responsable de once homicidios en Venezuela, como un dignatario del gobierno venezolano. La provocación es para nuevamente darle la patada a la lámpara, porque a la godarria colombiana y especialmente a la bogotana, no le conviene el fin de la guerra civil, que ya se aproxima a los 60 años, porque ese ha sido el gran negocio del siglo XX y lo que va del XXI, para la oligarquía neogranadina, cancerbera de los intereses del imperio norteamericano, que tiene en la mira a la revolución bolivariana y para alcanzar esa meta de controlar a Venezuela, necesita ocupar a Colombia, como lo ha hecho con sus siete bases militares, con el visto bueno de los gobiernos Malinche, que por desgracia han dominado al golpeado pueblo colombiano.
Juan Manuel Santos en lo único que se diferencia de su superior Alvaro Uribe Velez, es lo inteligente y sagaz, para alcanzar lo que se propone. Es así, como al llegar al poder se propuso resarcir los daños que Uribe con su torpeza había causado a los empresarios colombianos y especialmente a los de la frontera, con las políticas de mala vecindad hacia Venezuela, del gobierno del 81 de los archivos de la DEA. Ni más ni menos, lo alcanzó con esa supuesta acción de buena voluntad hacia el gobierno bolivariano, pero ahora que sus amigos recuperaron lo que habían perdido, la amistad pasó a la historia.
El gobierno de Juan Manuel Santos, no solo conspira contra la revolución venezolana, sino que se ha convertido en el caballo de Troya para UNASUR, pues mientras le hace carantoñas a la unidad suramericana, se manosea con AP, que no es otra cosa que la punta de lanza, contra la unidad suramericana y caribeña, en un empeño del imperialismo norteamericano, por revivir el ALCA, para lo cual cuenta con Colombia como aliado, centro de operaciones de sus maniobras militares en las siete bases que mantiene allí, de espionaje y de guerra sucia contra el bolivarianismo que ha incendiado la pradera en Centro, Suramerica y el Caribe, extrapolándose a Europa y buena parte del resto del mundo, incluyendo a Estados Unidos.
El gobierno colombiano, como cipayo del imperio, no tiene amigos ni vecinos, tiene a potenciales presas a quien exportar su violencia y desestabilización, porque al igual que su amo, tiene a la guerra como negocio.
El Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, con su corazón de llanero, anchuroso, tolerante y amoroso como la sabana que lo vio nacer, fue víctima de la traición y del odio del inquilino del palacio del Narquiño, como bautizó el pueblo con su humor al Palacio de Nariño, durante el gobierno de Uribe. Recordamos que en una oportunidad, con dolor e impotencia de ver tanta bondad hacía un mendaz, calculador y peligroso como la víbora venenosa, escribimos un artículo bajo el título de: Es usted un héroe señor presidente. Y es que realmente nos parecía que para soportar de frente aquella mirada escrutadora, calculadora, de traidor avezado y aquella cara que proyectaba fetidez, había que ser un héroe y lo seguimos creyendo, porque nuestro Comandante Eterno, pese a tener certeza de cuanto hacía este sujeto en contra del país y de su persona, nunca tuvo una expresión de odio, de rencor, hacía quien había despreciado no solo la amistad de un vecino, sino la solidaridad y amor de un pueblo hermano. Solo le oímos en una oportunidad una posición de dignidad, cuando dijo, que luego de las reiteradas manifestaciones inamistosas del presidente Uribe, no tenía nada más que hablar con ese señor.
Así camaradas que no hay que llamarse a engaños, recordemos al guerrillero heroico, El Ché Guevara, cuando en sus conversaciones ideológicas con sus compañeros del Ministerio de Industria de Cuba, les reiteraba; Al imperialismo ni tantito así, porque es el propio alacrán, que se montó en ancas del sapo para vadear el río y ya sabemos cual fue el final de la fábula. No sigamos tropezando más de una vez con la misma piedra.