El haber mencionado, en artículo anterior sobre el significado de la figura de Guaidó, la novela “Margarita está linda la mar”, del nicaragüense Sergio Ramírez, título tomado de un poema de Rubén Darío, que según el primero, éste dedicó a una joven pariente o hija de un gran amigo suyo, quien contrajo matrimonio con Anastasio “Tacho” Somoza, asunto que Ramírez refiere en aquella obra, me incitó a buscar en mi biblioteca un libro donde pudiese hallar algunos textos del pensamiento político del poeta. En efecto, hallé uno que se titula “Escritos Políticos” cuyo autor es el mismo que escribiese a Juan Ramón Jiménez:
“¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza
para empezar, valiente, la divina pelea?
¿Has visto si resiste el metal de tu idea
la furia del mandoble y el peso de la maza?”
Con posterioridad a este texto, todo lo que va en comillas, es obra de Darío. Si no gusta, sobre todo por lo que se cierne sobre Venezuela, cúlpenle a él. No sólo por haber dicho eso sino porque influyó sobre unos cuantos que a su vez influyeron sobre uno. Dice Darío:
“Cuando el yanqui William Walker llevó a Nicaragua sus rifleros de ojos azules, se hallaban los Estados Unidos harto preocupados con sus asuntos de esclavistas y antiesclavistas, y el futuro imperialismo estaba en ciernes. Si no, ha tiempo que Nicaragua ¡qué digo! Las cinco repúblicas de la América Central serían una estrella o parte de una estrella del pabellón norteamericano.”
“Los manes de William Walker deben estar hoy regocijados. Era aquel filibustero culto y valiente, y de ideas dominadoras y de largas vistas tiránicas…..William Walker era ambicioso; más el conquistador nórdico no llegó por su propio esfuerzo, sino que fue llamado y apoyado por uno de los partidos en que se divide el país. Luego habrían de arrepentirse los que creyeron apoyarse en las armas del extranjero peligroso. Walker se comió el mandado, como suele decirse. Se impuso por el terror, con sus bien pertrechadas gentes. Sembró el espanto en Granada. Sus tiradores cazaban nicaragüenses como quien caza venados o conejos. Fusiló notables, incendió, arrasó. Y aún todavía he alcanzado a oír cantar viejas coplas populares:
“La pobre doña Sabin
un gran chasco le pasó,
que por andar tras los yanques
el diablo se la llevó”.
“No se decía yanquis, sino yanques:
“Por allá vienen los yanques
con cotona colorada,
gritando ¡hurra!¡hurra!
En Granada ya no hay nada.
Y llegó Walker a imperar en Granada, y tuvo partidarios nicaragüenses y hasta algún cura le celebró en un sermón, con citas bíblicas…..”*
Y habiendo hablado Rubén Darío a uno, simple mortal, no le queda otra cosa que callarse, más sabiendo que lo que dicho por una de las voces más altas de la poesía de nuestra lengua, no sólo fue verdad, sino que aquello fue por el mismo plan que “sigue estando sobre la mesa”, como suele decir Mr. Trump. Por algo Obama, del partido Demócrata, con anticipación declaró a Venezuela un serio r inusual peligro para EEUU. ¿Cuál es el peligro? Que impidamos se apropien de nuestros recursos, lo que está en sus planes de crecimiento y supervivencia. ¡Silencio! Que hable el poeta.
* Darío, Rubén. Escritos políticos. Biblioteca Ayacucho. Págs., 43-44.
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