El ascenso del Rafael Correa a la Presidencia de Ecuador en medio de vítores, empuñando la espada del Libertador Simón Bolívar y con un claro discurso sobre la construcción del Socialismo del Siglo XXI y la Unidad Sudamericana, es la más clara demostración de cómo se esta replanteando el mapa político de la región andina, el cual ha sufrido un trasformación política sin precedentes durantes este último año, en la cual el indigenismo, los movimientos sociales y el nacionalismo son los elementos centrales de los procesos políticos en los países andinos. Partiendo de esta nueva realidad política, es obvio pensar que Venezuela como país de vocación andina y país bolivariano de primer orden, no está al margen de estas trasformaciones, ni en lo conceptual, ni menos aún en los hechos.
La victoria de Evo Morales en Bolivia en Diciembre del 2005, de Rafael Correa en Ecuador en Noviembre de 2006 y la reelección de Hugo Chávez en diciembre de 2006, marcó la pauta en la región andina, consolidando la tendencia de correlación de fuerzas favorables a la izquierda comprometida con la construcción de una nueva opción socialista, y dejando a un Perú dividido entre la resaca de un triunfo forzado de Alan García y una naciente opción nacionalista, y una Colombia llena de contradicciones y cada día más aislada del contexto sudamericano. Este es un saldo que modifica radicalmente el espectro andino y abre un frente de lucha en América Latina entre las corrientes alternativas de izquierda y el proyecto trasnacional de las elites.
Pero al margen de las consideraciones geopolíticas, se impone una necesaria reflexión y autocrítica, muy oportuna en estos días en los cuales Presidente acelera ajustes y marcha hacia el nuevo socialismo. Esta autocrítica se refiere a la decisión adopta por el gobierno revolucionario de separarnos de la Comunidad Andina en abril del 2006, una sorpresiva decisión que si bien estaba justificada a la luz de la vacilante y trágica historia de este organismo regional y la inoperatividad de la estructura existente, no sopesó las variables políticas y sociales que han venido operado en la región andina desde el derrumbe del paradigma del llamado “Washington Consensus” durante los noventa. La decisión no consideró variables que venían surgiendo en la realidad regional, que si bien no eran tangible en abril del 2006, ya venía gestándose con gran fuerza en los países de la región andina desde hace una década y aún continúa tomando cuerpo en nuestra geografía, incluso en los espacio más impensables, y es el caso de Colombia, donde la fuerza del Polo democrático de la izquierda obtuvo importantes resultados frente a la fuerzas del estamento político tradicional colombiano compuestas por la derecha gubernamental, el conservadores y liberales.
La nueva estructura del Estado Socialista nos exige el estudio, análisis y seguimiento de los procesos políticos de la región y del mundo en general para abordar los asuntos de Estado, de haberse hecho hace un año lo más probable es que hoy Venezuela estaría liderando un proceso de relanzamiento de la CAN presidida actualmente por Evo Morales. Correa en su toma de posesión prácticamente suplicó al Presidente Chávez que regresara a la Comunidad Andina, ya Morales había hecho lo propio en varias oportunidades. Y es que entre los andinos Venezuela no les es indiferente y existe la concepción generalizada de ver a Venezuela como la locomotora de ese tren llamado CAN, pese a que su entrada no fue sino en 1973 (el organismo fue fundado en 1969).
La salida de Venezuela del grupo acordada en abril del 2006 deja ahora solos a dos gobiernos con inspiración Bolivariana y Revolucionaria, contrarios a la aplicación de TLC unilaterales y nos priva de la posibilidad de interactuar con Chile más allá del plano Bilateral que ahora abandona su clásica postura de “no compromiso” en los esquemas de integración para regresar a un organismo del cual fue miembro fundador. Por ello la reflexión es pertinente. En la Diplomacia tal como en la Guerra no se abandonan los espacios sino que se combate por ellos y menos aún si vas ganado la contienda. En lo personal pienso que no pudimos visualizar que estábamos a sólo meses de cambiar la Agenda de la CAN, la cual hasta ese entonces había sido dominada por los gobiernos favorables a los TLC con Estados Unidos.
Por ello conveniente la reflexión sobre el tema, las decisiones de Estado en materia internacional deben ir al compás y el ritmo del entorno geopolítico, deben ser producto del seguimiento y el estudio de las realidades, no sólo de los gobiernos, sino de los pueblos y sus procesos. La historia ha demostrado que hay condiciones para que las corrientes populares abandonen la resistencia e inicien la ruta de la toma del poder y eso lo sabe el Presidente, ¿qué hacer con el poder y sus estructuras? Ese es el debate. Ahora el Presidente se encuentra en un dilema, si sostener la decisión inicial de alejarnos del bloque regional y centrar esfuerzos sólo en el ALBA (un proyecto más a largo plazo y de vocación continental), o regresar raudo y veloz a liderar un bloque bolivariano en el seno mismo de la CAN (algo poco probable hace año y medio, pero no imprevisible y menos aún imposible). Que vendría a potencial el ALBA en Suramérica. Creo que la CAN reporta un peso histórico e institucional, y un cúmulo de valores propios del ideal bolivariano que no deberíamos desechar sino potenciar, más aún si recordamos que Venezuela es un país de vocación andina. Los Andes es una región que hoy más que nunca nos plantea retos y oportunidades en la construcción de un modelo alternativo, y así lo visualizaron José Carlos Mariateguí y el Ché Guevara.
Presidente sólo puedo decirle como dijo Bolívar: “He aquí lo que me detiene y me hace dudar”, y hemos topado con el reto de los Andes, una Misión histórica, escarpada como sus laderas pero majestuosa por las hazañas que nos depara.
(*)Licenciado en Estudios Internacionales
zapatarobinson@hotmail.com