No hay duda que ingresar al MERCOSUR ha sido quizás uno de los objetivos más importantes de la política exterior del Gobierno Bolivariano, sin embargo, es claro que ese movimiento en el tablero internacional, forma parte de una estrategia mucho mas amplia cuyo eje central es propiciar la formación de bloques subregionales convergentes constituidos a partir del interés de los países de LAC1, de lograr en primera instancia, su desarrollo socio productivo independiente y defender sus intereses comunes frente a las expresiones concretas de dominación del imperialismo económico, político y cultural, bajo la orientación de los principios de la complementariedad, solidaridad, cooperación y respeto a la soberanía de los pueblos2, aprovechando la participación de Venezuela, de una u otra manera, en todos los mecanismos de integración existentes en la región.
Esa dinámica integracionista obviamente implica romper progresivamente, tarde o temprano, con el modelo de relaciones neocoloniales centro-periféricas dominantes en la región, para darle prioridad a las relaciones intraregionales, sin que ello signifique ni mucho menos, desestimar las ventajas reales que ofrece el intercambio con los llamados países desarrollados, pero eso si, presionando hacia un cambio en los términos de intercambio injustos que hoy perviven, buscando el establecimiento de reglas del juego que promuevan una relación equilibrada, justa y respetuosa de la soberanía y, del derecho de nuestros pueblos a lograr el desarrollo humano y social al que tienen derecho.
Es evidente que la consolidación del MERCOSUR, la CAN, CARICOM, AEC3, SICA4 como mecanismos de integración subregionales bajo los principios señalados, solo seria posible a partir de un proceso profundo de transformación estructural del viejo modelo de integración neoliberal, centrado en la ideología del libre mercado y en el sostenimiento de los vínculos de dominación colonial con las potencias colonialistas e imperialistas, especialmente del imperialismo estadounidense, para darle paso al nuevo modelo basado en los principios del ALBA. La participación en esos foros de la Republica Bolivariana de Venezuela, a través del liderazgo del Presidente Hugo Chávez Frías, no solo a través de la critica expresada de manera llana y transparente, sino también, a través de propuestas sustantivas tales como la construcción del Banco del Sur, la Universidad del Sur, PETROSUR, PETROCARIBE, Fondo Humanitario Social, la Misión Milagro y del Programa de Alfabetización Regional entre otras, estas ultimas fundamentalmente orientadas a promover la atención conjunta de la deuda social acumulada y la integración socio productiva para crear las bases solidarias de la autentica unión de los pueblos latinoamericanos y caribenos. Hacer realidad estas iniciativas, que para los “expertos” internacionalistas de la oposición solo son fantasías, constituyen la semilla del nuevo modelo que ya ha comenzado a germinar como consecuencia de los cambios políticos ocurridos en algunos países de la región, con el ascenso al poder de gobiernos de izquierda y antiimperialistas en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Brasil, Argentina y Uruguay en un lapso de solo dos años.
Es en ese escenario que la Diplomacia Integracionista Bolivariana promueve la formación de los Acuerdos ALBA de manera amplia, entre aquellos estados -Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela- que comparten plenamente la necesidad de acelerar el proceso de integración con base en sus principios. No obstante, con otros estados –Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay- mediante acuerdos bilaterales que en la práctica expresan la misma filosofía del ALBA, se avanza hacia un cambio cualitativo hacia una integración de nuevo signo.
La diplomacia revolucionaria se mueve en varios planos y escenarios regionales, desde los menos avanzados hasta los mas avanzados, pero en todos ellos con el mismo discurso antiimperialista y a favor del ALBA, en algunos con amplias posibilidades de concreción de los acuerdos porque hay una mayor identidad política, en otros participando de manera activa aunque a menor velocidad pero tejiendo relaciones consistentes de cara a la construcción del nuevo modelo de integración. Es así como se explica que a pesar de la salida de la CAN las relaciones con Colombia no hayan sufrido mayores consecuencias y por el contrario hay una agenda bilateral muy amplia de cooperación, todo ello a pesar de la distancia que separa el pensamiento político de ambos gobiernos. Una sola política manejada con firmeza, sin prisa pero sin pausa, que se mueve en varias velocidades y en diferentes escenarios, con el magno propósito de construir la gran unidad latinoamericana y caribena. Esta manera de actuar, por supuesto, contrasta con las posturas maniqueas de derecha y de izquierda, las cuales de hecho convergen en los resultados: impedir la verdadera integración, la unidad en la diversidad.
Desde la perspectiva económica, el gran desafío para el MERCOSUR y en general, para todos los procesos y mecanismos de integración de LAC es avanzar en la construcción de un mercado común –libre movilidad de los factores de producción y establecimiento de un arancel externo común- y al mismo tiempo, construir sus propios desarrollos nacionales. En ese sentido, no se puede pretender copiar modelos o tomar como referencia absoluta la experiencia del Unión Europea, porque esta surgió de la integración de economías industrializadas o emergentes, con niveles de desarrollo comparables y sistemas de seguridad social avanzados derivados del “estado del bienestar”. No es el caso del MECOSUR en el cual subsisten grandes asimetrías entre sus socios y economías con fuerte dependencia externa. Es por ello que la integración económica en el MERCOSUR, solo es políticamente viable bajo un modelo que tenga en cuenta la realidad de los países miembros y a través de una redefinición completa en sus relaciones internas, superando la rigidez de las reglas “comunitarias” neoliberales para establecer un nuevo esquema de relaciones solidarias, realista, que reconozcan y ataquen en conjunto las causas y consecuencias de las asimetrías, la desigualdad y la exclusión social, y asimismo, el replanteamiento de las relaciones externas mediante la ejecución de políticas regionales que reivindiquen el equilibrio en los términos de intercambio.
Para que la integración de la región se concrete y se aproxime progresivamente a la Utopía Bolivariana de la Unión en el sentido en que lo refiere Galeano, debe adelantarse una política que al menos conjugue la construcción del desarrollo nacional en cada país, la acción conjunta para transformar las relaciones de dependencia centro-periferia y la inserción de la región en el escenario global priorizando el desarrollo endógeno y el tratamiento adecuado de las asimetrías en su interior.