nos envuelve. Venimos de él y hacia
él vamos. La nada es lo imposible y
lo cierto. Lo que no se concibe, y, sin
embargo es”.
Anatole France
Cuando en artículos de opinión, así le demos el suficiente aliento filosófico, político i aspiramos en lo social a que los lectores se preocupen o interesen por el tema, de allí el epígrafe, si podemos llamarlo así, con los cuales distingo mis variadas columnas; además, estoi pendiente de cuántas personas me leen, no por vanidad, sino por saber cómo sienten o aman la vida del hombre que nos dio la libertad política del Imperio Español de su tiempo i nos legó una patria, o mejor 5 patrias más, considerando al final de su ruta que, Jesucristo, Don Quijote i él, eran los tres más grandes majaderos del mundo. El primero de estos artículos, apenas unos 250 lectores lo tomaron en cuenta; sin embargo el segundo creo que pasó de los 900, porque ya señalo o pinto una confrontación con alguien, especialmente extranjero i norteamericano. Otros, que me escriben, o algunos más entusiastas como mi nuevo amigo Virgilio Crespo H., vino a mostrar su afecto i admiración por Bolívar, a mi casa i trayéndome el valioso obsequio de un libro, sobre Las 472 batallas de Libertador Simón Bolívar, donde se trata de la enfermedad i muerte del héroe de América; i el autor de ese libro, participa del criterio del Dr. Ardila Gómez, de Colombia, quien cree que murió de una amibiasis que hizo abscesos en hígado i pulmón derecho, compatible también con las últimas manifestaciones de signos i síntomas que tuvo el enfermo, con una equivalencia bastante admisible de esas manifestaciones, entre las dos enfermedades que seguramente padeció el Libertador. Sobre esto, si es valioso hacer retrospectivamente un verdadero diagnóstico diferencial. Unos argumentos mui racionales dentro de los conocimientos médicos, i la historia clínica del hombre que recorrió inmensos territorios de llanos i montañas, durante los duros años de la independencia, padeciendo insolaciones, paludismo, diarreas, vómitos, dolores musculares, dolores de cabeza, alucinaciones, tos, expectoraciones, forúnculos, etc. La mayoría de esos padecimientos, narrados por el mismo paciente, en cartas a sus amigos, militares, funcionarios de gobierno, su hermana, otros familiares o parientes i en especial o con mayor frecuencia, a Urdaneta, Santander, Justo Briceño, i muchos más. De este modo, se han asomado otros diagnósticos, puesto que si un enfermo aporta con detalles los antecedentes que los médicos buscamos o queremos obtener con la historia clínica o el interrogatorio previo, este es un caso digno de admiración. Por eso se han dado otros diagnósticos presumibles, pero del que menos podemos tener datos admisibles racionalmente, es de “un envenenamiento lento” por arsénico, como si estuviésemos en los tiempos de Hamlet, o de las intrigas palaciegas de la vieja Europa, o leyendo una novela de Ágatha Cristie.
Por cierto que, el diagnóstico de Reverend desde un principio, fue corroborado por un médico de la marina norteamericana que, acertadamente, mi amigo médico e historiador Orlando Arrieta, advierte también que “El verdadero nombre del norteamericano fue Mac Knigth y no Night como lo menciona Reverend en su diario, ya que así aparece registrado en el Centro de Historia de la Armada Norteamericana Smithsonian en Washington; allí se encuentra la Bitácora de la goleta Granpus (por lo tanto la Bitácora había sido conocida por los historiadores) y lo señala como médico oficial asimilado a la Marina de los Estados Unidos e indica que el referido barco atracó el 1 de diciembre de 1830 en Cartagena”. Bolívar, durante su juventud en Europa o cuando regresa a la América, muestra padecimientos leves, siendo su problema de salud en Pativilca, una localidad al norte del Perú, cuando sufre realmente un cuadro de cierta gravedad en 1818, cuando saliendo de Lima, por la zona de la costa, tiene que pasar durante más de tres días, un gran desierto de arena playera, naturalmente a pleno sol hasta que llega en pésimas condiciones a ese pueblo. Permanece allí, en enfermedad i recuperación, desde el 1° de enero de 1818 hasta el 28 de febrero. De allí en adelante, las tantas a campañas, batallas, largas movilizaciones, etc., le presentan una gran cantidad de episodios de quebrantos de salud, entre los cuales, los síntomas de una enfermedad como la tuberculosis o la amibiasis, podrían ser detectados. El Libertador, en jornadas a caballo o mula, hacía tan largas i frecuentes desplazamientos por todo el territorio que va desde el oriente venezolano, hasta el Alto Perú (luego, Bolivia) que, en un trabajo que hizo creo que un escritor colombiano –no recuerdo exactamente su nombre− puso en un mapa esas rutas en líneas rojas, i parece una guía de vuelos comerciales de aviones en nuestros días Sin embargo, en una carta a su hermana María Antonia, dice sentirse bien de salud cuando llegó a Caracas en 1927 por última vez, i tuvo la gran emoción de abrazar familiares o parientes i dos personas singulares en su vida, la Negra Hipólita i a Doña Inés de Miyares, aunque internamente pensaba que habían transcurrido dos tercios de su vida, i empezaba a pensar en la muerte, como dice el poema de Benedetti Pasatiempo, cuando llega un momento de verdades i la muerte ya no es siquiera la de otros, sino que empieza a ser la nuestra. I como diría a Restrepo “ya no puedo soportar el peso del servicio público”, agregando que “por otro lado mis esfuerzos pasados han agotado mi energía” porque no soportaba bien el clima de Bogotá i quería irse a Leiva. Además, quería que estuviera con él el general Briceño Méndez no sólo por salir de la ciudad, sino “por mi salud bastante quebrantada”. Estos señalamientos son frecuentes en distintas cartas, diciendo en ocasiones “estar peor de lo peor”. ¿Le mandaría Santander a ponerle arsénico en la comida en su estada en Bogotá? Sería el primer sospechoso, si aceptamos lo novelesco del Dr. Auwaerter.
Empero, Bolívar no solamente es el héroe universal cuya obra está expuesta hasta en más de 16 idiomas; es el personaje histórico con más estatuas o monumentos en el mundo i uno de los que personalmente más escribió, dejando una extensa información como ningún otro lo había o lo ha hecho después. La recopilación de todo creo que está alrededor de 40 tomos o más. De él han escrito no solamente historiadores íberoamericanos, sino grandes intelectuales como Emil Ludwing, Waldo Frank, Gerard Masur, Geraldine Saurat, Salvador de Madariaga, John Lynch, etc., de manera que todos utilizan bibliografía i materiales de archivos de academias, i cuanta fuente documental se consiga, porque la historia exige, para ser cierta, creíble i con una perfecta reconstrucción del pasado, lo que se llama objetividad histórica. De no ser así, tendríamos que considerarlos farsantes o novelistas. Resulta curioso que todos coincidan, así haya algunos detractores como Madariaga, en la grandeza del héroe i en la autenticidad de las fuentes bibliográficas utilizadas. Por cierto que la más reciente de las biografías que he leído detenidamente, la tengo llena de subrayados i todo el sistema de acotaciones, notas, signos, estrellitas resaltantes, etc. Es la de John Lynch, profesor emeritus de la Universidad de Londres, quien le señala como un revolucionario que dio la libertad a seis países, un intelectual que los principios de la liberación nacional y un general que luchó una guerra colonial. La obra es de 2006, publicada por la Universidad de Yale (Yale University Press), i traducida para España i América el mismo año. En esta obra, la bibliografía es sencillamente formidable.
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Por ahora me detengo aquí, i tomo un asunto mucho más polémico, luego de escuchar en el programa DANDO Y DANDO, al Analista de Sistema Jorge Mier Hoffman, autor de LA CARTA: Cómo, Cuándo, Quién lo mató i Dónde está Bolívar. Por cierto, en una ocasión que di una conferencia en Santa Marta, conocí a una descendiente directa de Don Joaquín de Mier, conversé con ella i no me dio ninguna noticia de que su pariente fuese un conspirador contra Bolívar; todo lo contrario como lo conocemos históricamente. Lamentablemente, urgentes compromisos i algún problema familiar, i de salud personal, me han impedido leer todavía el libro, pero estimo que en esencia, una carta a Fanny de Villar es motivo de revolución histórica i que, fue objetada como apócrifa, porque el honesto historiador bolivariano Vicente Lecuna, se tomó para sí, la figura del Libertador. No aporta datos de filosofía de la historia, sino que descalifica a Lecuna.
Por eso debo confesar que ya no le tengo mucha confianza a su libro i luego, porque la exposición que este señor hizo en televisión, frente a dos personas que no tienen intelectualmente conocimientos históricos o de filosofía, aunque Martín Pacheco parecía apoyar o celebrar “tantas verdades”; el señor Mier Hoffman dio a entender, mostrando la Bitácora de otro barco norteamericano que ya patrullaba el Caribe, como lo hace actualmente la IV Flota, documento que solamente mostró como una cartulina grande con un sello dorado i una cita, como documento desclasificado traído desde Washington, como prueba irrefutable, una tesis que califico de absurda, más cuando sabemos que en los Estados Unidos existe la posibilidad hasta de falsificar el agua i que en los tantos asesinatos de presidentes que narra su historia, nunca aparecen pruebas a no ser arregladas o manipuladas, como en el informe de la Comisión Warren sobre el asesinato del presidente Kennedy, el más reciente i que todos lo vivimos i observamos en grabaciones. Por lo que ese señor expuso allí, un barco norteamericano, por orden del presidente Jackson, capturó a la goleta Manuel (con ese nombre o identificación partió de un puerto i llegó a otro) i el capitán bajó marinos en un bote, para secuestrar al Libertador, sin respetar su rango o personalidad, i lo desapareció. Lo más probable, si en el documento de Bitácora no anota nada, es que lo arrojara al mar i la anatomía del héroe iría a parar al estómago de los tiburones. ¿No es eso lo que hacían los piratas con los muertos o los vivos sentenciados a muerte?
Entonces, ¿Cómo los marinos i acompañantes que viajaban en el Manuel, el pueblo que lo recibió en el puerto i lo llevaron a la ciudad en silla de brazos, las autoridades que lo recibieron, los representantes del clero, la esposa de Mier que se acercó a saludarle i Bolívar fue gentil con ella, el personal de San Pedro Alejandrino (aunque este señor afirma que no murió allí) i principalmente el Dr. Reverend (que cree descalificar diciendo que no era médico) i los generales Montilla i otros, Berford Wilsón, su sobrino Fernando, José palacios su fiel servidor (incluyendo al Abreu De Lima que menciona el presidente Chávez), a los cuales Reverend les dijo: si quereis presenciar los últimos momentos i el postre aliento del Libertador, ya es tiempo, o pueden pasar, no estaban allí? Eso fue todo falso o inexistente; este señor ha destruido gran parte de la Historia de América; ese enfermo que murió allí, no era Bolívar, era un personaje fantástico, de manera que la última Proclama la dictó este sustituto puesto por la marina norteamericana. La única explicación posible de que nada de esa farsa trascendiera es que TODOS ERAN CÓMPLICES…¡Todos, pueblo i cuantas personas hemos nombrado, eran cómplices! Es la más extraordinaria, monumental, única en el planeta Tierra, de las complicidades colectivas que tenga la historia. Bolívar se estaba extinguiendo en el mar, como comida de tiburones i otros peces. Todos los historiadores i todo el que ha escrito sobre Bolívar i su final, son cómplices de la mayor mentira del mundo. Todas las cartas del Libertador, son apócrifas, menos la que envió a Fanny Du Villar. Una carta, i un documento de Bitácora, fueron el derrumbe de una pirámide histórica frente a las cuales las de Egipto son montoncitos de piedras. Con igual impropiedad, el señor Mier habla de que Bolívar invadió la Florida, que su tumba en Santa Marta fue 19 veces violada (¡¡ !!) i posiblemente tenemos que deducir que, el General Rafael Urdaneta i el Dr. José María Vargas i quienes los acompañaron para repatriar los restos de Bolívar a Caracas, i posteriormente al Panteón Nacional, era unos gaznápiros que posiblemente le entregaros hasta huesos de caballo o de ternero, i no precisaron nada. En cuanto a lo del Cráneo del Libertador i la posición del anatomista José “Pepe” Izquierdo, creo que en una ocasión escribí sobre eso; lo buscaré i si es así, lo voi a publicar también.
Lo cierto es que el señor Analista de Sistemas de Computación i que insisto no sabe nada cómo se escribe la Historia ni de Filosofía de la Historia, i tampoco del daño que puede causar siendo apodíctico, cuando afirma i llega a la conclusión de que en el sepulcro que veneramos en el Panteón Nacional, no están los restos del Padre de la Patria. Gravísimo. Terriblemente grave, más cuando es un nicho sagrado para los venezolanos i todos los hombres de América o el mundo, por lo que no debe tocarse. Si con sus libros, su carta i su cuaderno de Bitácora, no puede probar lo que afirma, deberá ser enjuiciado por el Estado i por la Historia. Hago un llamado a nuestros historiadores, intelectuales i al mismo pueblo. De todos modos leeré sus libros, i en mis meditaciones sobre lo que hacemos con la vida i con la muerte, las palabras de Anatole France que coloco al comienzo, las comparto i las repienso. La nada es un infinito. ¡Viva el Libertador Simón Bolívar!
robertojjm@hotmail.com