La historia, dicen, la escriben los vencedores. ¿Y, qué es de los vencidos?
Siempre me pregunté, por qué mi pueblo “paraujano” no existía como nación, como grupo étnico diferenciado, como cultura que se sabe presente.
En nuestras correrías juveniles en el barrio Nazaret de El Moján, tuve intenso contacto con los descendientes de Nigale, pero allí casi nadie se sabía perteneciente a una etnia específica, no escuchábamos la palabra añú por ningún lado.
Descubrí que yo mismo tenía esa sangre en mis venas y la inquietud creció vertiginosamente por conocer esas raíces que ahora sólo se mostraban crudamente en la pobreza extrema del palafito y la negación del propio ser colectivo.
Dolorosa negación que es consecuencia de un proceso histórico violento. En el fondo, la guerra fue la que determinó la muerte cultural del pueblo añú.
Y la reiteración de las preguntas que atormentan, ¿por qué perdimos nuestro idioma? ¿por qué no sabemos quiénes somos?
Tardó décadas en llegarnos la respuesta. Sólo comprendiendo el proceso de invasión europea al Lago de Maracaibo, encontraremos despejar estas incógnitas.
La historiografía oficial resolvía todo con dos palabras y dos protagonistas: “descubrimiento” y “fundación”, Ojeda y Pacheco. Pero ambos conceptos son falsos y reproducen el esquema de dominación de “los vencedores”.
La verdad es que hubo una invasión extranjera a la que los indígenas del Lago opusieron una resistencia que duró, por lo menos, desde el 24 de agosto de 1499 hasta el 23 de junio de 1607. Fueron ciento siete años en los que el conquistador saqueó la región y esclavizó un número desconocido pero que debió ser muy grande, de nuestros originarios ancestros.
Apuntemos que se trata de la primera embestida española en territorio continental. Por eso el primer obispo católico de Venezuela, Rodrigo de Bastidas, financió su nombramiento con 600 añú que el criminal Pedro de Limpias, experto en esta práctica, secuestró de los pueblos de la barra del Lago para venderlos como esclavos en los mercados de Coro y Jamaica.
El invasor, al no encontrar oro, optó por raptar muchos añú para obtener ganancias de su venta, previa marca con hierro candente en la barbilla con la V de Venezuela.
Los añú resistieron en las peores condiciones de desigualdad, pero impidieron que los invasores se establecieran en la región durante un siglo. Sólo cuando a traición capturan al cacique Nigale y a su lugarteniente Telinogaste, y destruyen su guerrila lacustre, pudieron entonces los imperialistas establecerse en forma permanente en las riberas del Lago de Maracaibo y sus ríos.
Tanta importancia tuvo este hecho para la monarquía, que el mismísimo rey Felipe III felicitó por escrito al verdugo de Nigale por “haber acabado con los rebeldes que impedían la navegación en laguna de Maracaibo”.
La derrota y la opresión impuesta fueron las causas de la destrucción cultural del añú, con la consiguiente vergüenza étnica, la diáspora y la invisibilidad.
Invisibilidad que aún hoy, a pesar de los importantes avances en derechos indígenas con la Revolución Bolivariana , se mantiene e impide que los dueños originales del Lago, accedan a sus derechos postergados.
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