Una de las características de la “contradicción” dialéctica radica en que sus dos polos no tienen existencia por separado, sino que la existencia de cada uno de ellos depende de la existencia del otro. Así por ejemplo, los conceptos de guerra y paz existen como dos polos antagónicos de una misma contradicción, pero para que exista uno de ellos tiene necesariamente que existir el otro. No puede existir el concepto de guerra sin existir el concepto de paz y viceversa no puede existir el concepto de paz sin que exista el de guerra. De hecho, en la definición de cada uno de estos conceptos tiene que ser incorporado el concepto antagónico.
En otras contradicciones antagónicas también se percibe esta propiedad de las mismas; por ejemplo, en las contradicciones existentes entre felicidad y desdicha, amo y esclavo, frío y calor, un rápido análisis nos hace concluir que sus dos polos no pueden existir si no existe el otro polo, el polo contrario o antagónico. Sin embargo, existen contradicciones donde la forma no dialéctica de pensar de mucha gente hace que no se percaten con facilidad de la propiedad que estamos investigando, por lo menos en uno de sus sentidos. Uno de estos casos es el de la contradicción entre la vida y la muerte.
En esta contradicción queda claro, luego de un análisis breve, que la vida no podría existir si no existe la muerte. Es más en la definición de ser vivo se dice que es aquél que nace, crece, se reproduce y muere; es decir que la muerte está implícita en el concepto de vida. Para poder afirmar que un ser tiene vida, que está vivo, ese ser tiene que poder morir, pues la muerte es un requisito de la condición de vivo, por lo que todo lo vivo necesariamente se muere. Una piedra no muere precisamente porque no está viva. Pero cuando vamos al análisis inverso, es decir aquél que nos dice que la muerte no podría existir sin la vida, ya que todo lo que se muere necesariamente estaba vivo. La transformación de uno de los polos de la contradicción en el otro se entiende fácil para los casos anteriores, pero no para el caso último que analizamos. Que la vida dé origen a la muerte es de fácil comprensión; que la muerte dé origen a la vida no es tan claro repito para las mentes no acostumbradas a pensar dialécticamente.
Un caso similar, aunque no igual pues no se trata de contradicciones, ocurre con la relación entre los conceptos de calidad y equidad de la educación, en el que todo el mundo entiende que no se puede hablar de calidad de la educación superior, si no está incorporada la equidad en la admisión y prosecución estudiantiles. Luego, no existe calidad sin equidad. Pero lo que no todo el mundo entiende con la misma facilidad es que tampoco existe equidad sin calidad, lo que en la práctica significa que no basta incorporar a estudiantes universitarios en cualquier sitio, con profesores improvisados, sin laboratorios ni bibliotecas, para decir que hemos garantizado la equidad en el ingreso a ese número de aspirantes. Si se actúa en esa forma no se estará garantizando la equidad, independientemente que todo egresado de bachillerato esté cursando un programa académico.
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