La trampa a la que se ha conducido a la humanidad pone en riesgo la supervivencia del tejido social a nivel mundial. Los defensores de la economía de libre mercado y la nula intervención democrática en la regulación de los negocios financieros, mantienen una prédica fundamentalista que contrasta terriblemente con las ayudas gubernamentales a las que repetidamente han acudido, acuden y planean seguir acudiendo las mafias financieras “globalizadas”. Tal y como si se tratase de una religión monetarista, los defensores del régimen de dictadura financiera sobre el mundo mantienen descaradamente el discurso, mientras se sostienen gracias al subsidio que hacen los trabajadores del planeta de todas sus trampas y “equivocaciones”, porque el libre mercado no es más que una frase bonita que esconde su verdadera naturaleza del saqueo y la explotación. Hasta 800 mil millones de euros quedan por desembolsarse en Europa con destino incierto hacia los señores feudales del sector financiero; es una trampa que se sostiene con la ayuda de los telepredicadores opinantes asalariados del régimen de explotación financiera y especulativa de este mundo. Mientras tanto, se recortan los gastos sociales y se va desmantelando, poco a poco, el llamado “estado del bienestar” que ahora no será “para todos” sino para unos pocos privilegiados, que según la predica fundamentalista, merecen este apoyo.
En este contexto, nadie propone alternativas. Es como si solo hubiese una única manera de hacer las cosas y, al final de todo, este mundo sigue estando en manos de una clase financiera fanática que ejerce un chantaje moral inescrupuloso sobre el resto de la sociedad. Ahora, los trabajadores deben sentirse culpables por los beneficios producto de su trabajo, por la salud pública, por la educación pública y por todos los logros alcanzados durante décadas de lucha obrera en Europa, ¿para que?, para que ese dinero vaya a tapar los huecos dejados por las trampas de las mafias dominantes. Hoy los representantes del nuevo Dios (entiéndase lo dueños del capital) pueden vivir en una abundancia parasitaria a expensas de quienes realmente producen riqueza (los trabajadores), mientras el mundo se va al garrote. Los mercados financieros no generan riqueza y, lo peor, es que tal y como están concebidos en la actualidad es todo lo contrario, destruyen riqueza a velocidades de vértigo, donde quiera que intervienen. Es un mundo absurdo, ideologizado hasta la hegemonía absoluta de las ideas del fundamentalismo de libre mercado, el que no se da cuenta de esto. La mayoría de las fuerzas verdaderamente democráticas son perseguidas y satanizadas en este planeta, como nunca antes en muchos años; con la excusa de la “lucha contra el terror” lo que se hace es destruir la infraestructura productiva de los países supuestamente terroristas, subastar las empresas publicas que son supuestamente ineficientes en manos del estado pero que en manos de los privados son exprimidas y quebradas, dejando detrás una sombra de desempleo. Esta supuesta lucha ahora llamada “contra el terror” y antes contra el “comunismo”, lo que hace es hundir a los trabajadores en la mendicidad para que se “vendan” más barato al capital. Ese es el peor y más sanguinario terrorismo, el que se hace en nombre de esta nueva Roma, que no está circunscrita a ningún país, que ya no tiene nacionalidad, ni identidad con ningún pueblo, porque el mismo concepto de pueblo es repugnante para el fundamentalismo de libre mercado.
Ante esta situación no hay más salida que la resistencia democrática, la democracia y el fundamentalismo de libre mercado no son compatibles y de esto da testimonio la historia del siglo XX en Chile, China, Bolivia, Rusia, Indonesia, Argentina, Polonia, toda Europa del este y muchos más. En todos estos países la quiebra y el hundimiento vino como consecuencia de la ideología de libre mercado. Es un insulto a la inteligencia de la humanidad decir que las miserias que provocaron en esos países las medidas de “shock” liberales y las privatizaciones orgiásticas de las empresas públicas (corrupción y “libre mercado” deberían ser palabras sinónimas) no fueron debido a las políticas “liberales” sino al entorpecimiento del estado y al populismo. La verdad es que si las cosas no fueron peor en esos lugares, es porque precisamente hubo tímidas intervenciones de los estados ante el descarnado saqueo que “el libre mercado” hacia de sus economías, a sangre y fuego (las medidas “liberales” rara vez se aplican democráticamente).
No es sensato, ni nadie debe creerse, que unas medidas “liberales” que empobrecen a las mayorías y enriquecen exorbitantemente a unas minorías parasitarias puedan ser científicas o necesarias. Si algo perjudica a las mayorías a favor de unas minorías eso se llama dictadura, según el concepto clásico, y no es compatible con la democracia, ni nunca lo será. Los países más explotados hemos sido los primeros en rebelarnos, no porque seamos “atrasados o inestables” como dicen los telepredicadores del fundamentalismo de libre mercado en las grandes cadenas de marketing informativo de los países occidentales, sino porque ya no nos creemos las mentiras de esa religión fascista del libre mercado, porque conocemos su verdadera cara. Los muertos en Venezuela durante febrero de 1989 (algunos miles!) son victimas del fundamentalismo de libre mercado, igual que los muertos en el Chile de Pinochet, en la Rusia de la transición de Yeltsin (1993), los muertos de la plaza de Tiananmen en China, los muertos en Bolivia durante los gobiernos “liberales”, los muertos en Argentina durante la dictadura de los 70. Todos son victimas del fundamentalismo de “libre mercado”. Si se condena a la ideología nazi, con razón, por haber sido nefasta para la humanidad, ¿Por qué no condenar al fundamentalismo de libre mercado? ¿Por qué no decir la verdad y poner en evidencia que lo que conduce al desempleo de muchos trabajadores en el mundo occidental y al hambre de un alto porcentaje de la población, tanto en las democracias occidentales como en las naciones explotadas, es consecuencia de esa ideología fundamentalista que no cree en el valor de lo verdaderamente humano?.
El fundamentalismo de libre mercado solo puede combatirse con más y mejor democracia, con participación popular y resistencia. Nunca una ideología tan fanática como esta del libre mercado había hecho tanto daño a la humanidad. Debemos trascender y superarla, debemos avanzar y nunca retroceder ante estas fieras de la ambición. Es mentira que no haya opciones, hay tantos millones de opciones como planteamientos pueden pasar por la cabeza de los miles de millones de seres humanos que, en si mismos, representan una riqueza inmensamente superior a la de estos sistemas financieros de la estafa y la codicia. Una de ellas es el transito socialista, pero la sociedad que supere a esta no podemos tener idea de cómo será, aunque seguro será mejor, sino es mejor simplemente no será nada. Lo importante es trascender y avanzar en la historia, que no tiene fin como decía el señor Fukuyama, la historia de la humanidad no debe tener fin y las ideas no deben congelarse nunca más como se han congelado en este invierno fundamentalista del libre mercado.
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