Escalio

José Saramago, el más extraordinario Premio Nóbel de Literatura de las últimas décadas (I)

                                                                                                 Primera Parte

“Murió de vida vivida”

 Daniela Saidman

 Llegué a los libros o a la vida de José Saramago, con dos obras que me impactaron: Memorial del Convento i El evangelio según Jesucristo, i fue como entrar en otro mundo de pensamiento i de letras, con un estilo que casi guardó en un cofre a su lado, los signos de puntuación i la disposición de los párrafos, pero pensando siempre;  percibiéndome entonces,  como si transitara senderos del Jardín de Academo o acompañara aVirgilio a ver sus círculos del Averno, pero desnudo de religiosidad, algo así como si se tratara cual Arthur Rimbaud en Una temporada en el infierno, raro pero viendo cosas distintas, mezcla de primaveras i de simplezas i disparates, como pregonan las religiones. Sentí la presencia de quien ve las religiones, especialmente la que nos toca por España, como lo hacía Russell:  todas son falsas i nocivas, i todas se mezclan en la vida de los hombres, no para una esperanza de felicidad, sino para negociar entre la escogencia de un eudemonismo del más allá, o sea, negociar un premio o un castigo. De este modo, la vida de la gran mayoría, es cómo con criterio positivo pensaba Unamuno, en una Agonía del Cristianismo –agonía como lucha i no como previo al morir− o un buscar disimular ese nocivo invento del pecado, temor que dio a otros –los sacerdotes− la oportunidad de curar el cuerpo como los Asclepíades o curar el alma, como las derivadas directamente de Dios (los que fingen hablar con Dios o utilizan sus palabras divinas), siempre recibiendo honorarios o comercializando con esas dos saludes. Aquellos en los templos griegos, éstos en los templos del mundo capitalista i corrupto, por menospreciar valores, la verdad i lo ético. Para mostrarnos ese mundo que vivimos sin conciencia de vivirlo, la literatura de José Saramago, nacido el 16 de noviembre de 1922, en Azinhaga, un pueblecito de Ribatejo, de origen mui humilde, de pobres campesinos sin tierra, fue poco a poco, con estudios difíciles i sin vida universitaria, llegando a lo que un semanario suizo, años después, calificó del Voltaire portugués. Este hombre que primero tuvo oficios de obrero, como su padre, se fue formando en gran parte con la ayuda de las bibliotecas públicas, tomando un estilo narrativo singular, atesorando experiencia de autores famosos i finalmente convirtiéndose más que en un novelista –porque sus novelas no son tradicionales− en un pensador que hace novelas, porque personalmente me incluyo entre los que alguien ha dicho que, no leemos propiamente la novela, sino que leemos al novelista; por eso también estimo que su inclinación a la obra poética de Antonio Machado (mi poeta por excelencia) se debe a que este grandioso español, además de poeta era filósofo, i en sus versos, en sus glosas, en sus sonetos i cantares o en sus coplas, hai poesía para el deleite, i filosofía para ennoblecer el espíritu o la conciencia. Por eso Juan Arias, en su libro José Saramago; el amor posible, dice acertadamente que la vida lo forjó. I yo he tomado una expresión de Daniela Saidman, que me ha parecido estupenda en contenido i brevedad, para decir como epígrafe en este Escalio, que “Murió de vida vivida”. Lamento profundamente no conocer a la autora, de quien otra frase me conmovió en referencia a lo que escribió sobre Saramago: ¡cómo pueden morir los imprescindibles!

 Para la gente que ame la literatura, esté al tanto de lo contemporáneo i mantenga un equilibrio intelectual al lado de los conocimientos científicos, tecnológicos o de diversas profesiones, por lo menos a mi modo de ver, la literatura,  la crónica, el cuento,  la novela, el teatro o la poesía, es alimento espiritual que no se puede obviar; pero cómo es imposible leer todo (o saber de todo) la escogencia de las lecturas o los lectores que dejan sedimento en nuestra mente i corazón, es imprescindible; por ello ni me acerco a ciertos autores de oficio, a novelistas contaminados de política barata o a los esotéricos o inventores de cosas absurdas. Por eso, en el cuento encuentro maravillas. El cuento es creatividad pura,  prosa hermosa o prosa poética, o un claro mensaje que a veces es como un acertijo o un tema de oscuridad i horror, que enseña. Mas, la novela, especialmente las premeditadamente largas (tengo algunas que jamás he podido terminar de leer i no quiero nombrar, cosa que me decía le sucedía lo mismo a mi amigo i colega Américo Negrette) deben ser pensadas para mostrar el mundo mismo que vivimos i de allí los muchísimos géneros existentes, desde las novelas históricas hasta las de ciencia ficción, pero especialmente cuando toca nuestra propia vida. Es por ello que Balzac, decía que casi todos los novelistas, han sido los secretarios de sus contemporáneos.

 En consecuencia, i para no extenderme en estas consideraciones, José de Saramago ha sido para esta Humanidad que nos ha tocado vivir, un secretario de los contemporáneos que no han tomado la vida, sometidos ni a las cambiantes ideologías de la época, ni el secular arraigo a ideas religiosas, las más dañinas de todas i las que desencadenan las más crueles barbaridades en el género humano. Solamente hai que mirar al Medio Oriente para darnos cuenta de cómo, pueblos hermanos, con fronteras contaminadas por el Mal Inglés, o sea fronteras puestas arbitrariamente por el Imperio Inglés sobre todo, no han tenido jamás un breve período de paz, sino una constante guerra fratricida. Por ello, cuando Saramago nos ofrece novelas como Las intermitencias de la muerte, nos demuestra hasta que, presente un absurdo como ver desaparecer la muerte en una región o país, ese hecho es más generador de conflictos inimaginables, que un logro que otros anhelarían. Sobre eso publiqué un comentario que creo haya sido admitido por muchos.

 Fascinado, entonces, por este autor que desde el comienzo se empieza a querer, quisiera hacer algún recuento de sus principales obras, pero son tantas i de tal calidad que necesitaría un libro para ello: por eso quiero resaltar que ya a los 87 años de edad, auto exiliado a una de las más pequeñas islas del archipiélago de las Canarias, cuando le negaron la posibilidad de concurrir a un premio literario en su patria,  para años después enaltecer el nombre de esa misma patria, Portugal,  con la obtención del Premio Nóbel de Literatura, en una pequeña aldea o pueblecito llamado Tias de la isla volcánica de Lanzarotte, con muchas obras traducidas a más de 30 idiomas i en compañía de su segunda esposa Pilar del Río, este escritor –debemos calificarlo así i no simplemente novelista− ha dejado al mundo sin uno de los imprescindibles. I como una de sus obras relativamente recientes, me causó tanta preocupación por las locuras humanas, envenenada de falsos valores i de una comercialización sin límites hasta alrededor de la muerte, haciendo otras consideraciones  literaria, agrego lo que escribí respecto a Las intermitencias de la muerte. Sobre la suya, la muerte de José de Saramago, escribió un coterráneo, Samir Delgado, aludiendo a Lanzarote: Una isla canaria que lleva millones de años meciéndose como una balsa de piedra entre las aguas azuladas y las dunas saharauis…i más adelante, Y es que Saramago no escribirá más bajo aquel techo límpido de Lanzarote!  I al final, luego de un bello expresar de sentimientos, casi exclamar: Lanzarote, ya será para siempre, la isla de Saramago!

Segunda Parte

“Vengo triste de ver el

 mundo que no cambia”

 Pablo Neruda

 He terminado de leer otra novela de José Saramago, para mi el Premio Nóbel de Literatura más extraordinario de los últimos años. No soi afecto a cualquier tipo de novela, pues invariablemente he seleccionado bien entre los grandes clásicos del género, siempre con el recuerdo de aquel dicho de Balzac –el más grande de todos los novelistas de la literatura universal según la crítica consagrada- quien pese a todo decía que la mejor novela conocida hasta su tiempo, no era suya, sino LA CARTUJA DE PARMA, de Stenthal; o también, acorde a la crítica, establecer que CÁNDIDO de Voltaire, era a la vez la mejor novela corta de la literatura en el mundo. Sin embargo, en los últimos años que empezaron a ser realmente últimos, fuera de mi permanencia en la medicina, la ciencia i la astrofísica con mis amigos Stephan Hawking i Carl Sagan; en la poesía siempre con Machado, Neruda i Benedetti i prendado siempre del Quijote que nunca termina sus andanzas luego de 400 años, en la novela, a excepción de una que otra suelta, he permanecido con García Márquez i mui especialmente con José Saramago, después de leer una obra formidable como EL EVANGELIO SEGÚN JESUCRISTO, o MEMORIAL DEL CONVENTO, lo que he agregado últimamente su grueso tomo de Poesía Completa. Está demás decir que he leído otras pocas obras de su autoría; pero que esta sobre las intermitencias de la parca, me ha entusiasmado por su lado filosófico con una crítica llena de ingenio i hasta de humor –lo que hace delicioso deslizarse por el libro- a una de las mayores estupideces de las religiones, especialmente de la iglesia católica; en un negocio disparatado desde el comienzo de lo que llaman o se atribuyen en la historia del mundo, como “después de Cristo” i promoviendo el logro de lo que más temía Jorge Luis Borges después después de la muerte, la inmortalidad i desde hace unos l.600 años, difundiendo miedo, terror, noción de pecado, castigo o premios eternos (la cristiana “ética interesada” que señala Hartman) para establecer el negocio de los privilegios, indulgencias i el enriquecimiento del más completo país capitalista del mundo, el Vaticano en base a la ignorancia i el temor a lo desconocido que es i será siempre el más allá. Esta crítica en lo conceptual i la infamia del hombre de hacer negocios, “de amar el dinero por sobre todas las cosas” o “como a ti mismo” está pintada en la sociedad de un país innombrado, en el cual, al desparecer la muerte por espacio de algo más de unos siete meses, la conmoción económico social i de creencias personales es tal que, se establece enseguida una mafia mui especial (de esas que tienen complicidades con dios i con el diablo…i con gobiernos) que para elevarla en categoría nombra como la maphia..

 LAS INTERMITENCIAS DE LA MUERTE, demuestra que sean cuales sean las circunstancias, aun las más adversas o dolorosas, el mundo no cambia; siempre el fetiche del dinero, de la explotación de las penas ajenas, de no sentir en lo mínimo lo que sucede a “los otros” es la norma de conducta del hombre que evolucionó de un feudalismo salvaje, corrupto, despreciable en cuando a organización económica desde el Renacimiento a nuestros días i, en lo humano, en pensamiento creador adormecido, cada vez envenena más la mente con las inadmisibles mentiras religiosas de todas la religiones del mundo. Todas falsas i dañinas, Si pensadores como Plotino i Santo Tomás, no tuvieron el menor éxito en armonizar o compaginar la filosofía griega, con el dogma cristiano, no es comprensible como un “cristiano de hoi” pueda armonizar o ver relación entre un dogma disparatado, viejo, con falsedades infantiles, i los conocimientos verdaderos, válidos, eficientes i comprobados de la ciencia contemporáneo i los conocimientos que tenemos del Cosmos.

 Mui al comienzo, al referirse a esa increíble circunstancia que acumula viejos decrépitos i moribundos pero que nunca mueren, con todas las consecuencias económica i sociales derivadas, explicando que la muerte es fundamental (sin recurrir al trajinado “la vida tiene sentido porque existe la muerte”) dice que cualquiera discusión sobre un futuro sin muerte, sería absurda además de blasfema, pues “implicaría presuponer, inevitablemente, un dios ausente, por no decir desaparecido”. I que un (C) cardenal señalara con el dedo el busilis que supondría, una versión teológica de la cuadratura del círculo.

 Entonces más adelante expresa. “Las religiones todas,    por más vueltas que le demos, no tienen otra justificación para existir que no sea la muerte, la necesitan como pan para la boca”. I plantearse la posibilidad de la no muerte sin envejecer, llevaría al problema de la detención del tiempo, estableciendo peores injusticias, ya que niños, adolescentes, etc., no disfrutarían de otras etapas de la vida. La gente pudiente e iniciado el problema, resolvió con la creación de instituciones, centros del dulce ocaso, i multitud de otros acomodos, pero la gente pobre no podía soportar tener viejos moribundos de por siempre i, en consecuencia unos campesinos próximos a las fronteras, idearon pasarla i percatarse de que ya en otro país, la muerte si estaba vigente e improvisaron sepulturas en el campo. Pese al sigilo con el cual lo hicieron, los vecinos se enteraron, empezaron conflictos. La noticia corrió como el viento i se estableció la intención de deslastrase de cargas pesada que ni el rei casi podía soportar con una reina en las últimas i las funerarias que eran de los negocios más afectados i quebrados, pues se tuvieron que dedicar a enterrar perros, gatos i papagayos, empezaron a resurgir, clandestinamente como otros negocios afines, con el establecimiento de una maphia elegantemente identificada con ph, porque existen hombres que todo lo saben comerciar, así sea el dolor ajeno, la desesperación i la muerte. Esta es la falsa humanidad especialmente en lo religioso i lo ético. Simulaban una conducta normal, sana, justa i digna de dejar morir en paz, más allá de la frontera, por lo cual tres países vecinos tuvieron que militarizar las frontera o indirectamente entrar en negocios. Por ello más adelante, complicadas las inhumaciones en tierra extraña, la maphia estableció, “pasar al otro lado de la frontera l paciente y una vez hubiera muerto, volver atrás i enterrarlo en el materno seno de su lugar de origen” . Todos estaban complacidos, porque ese simple paso, era como apagar una vela, de manera que se establecía “la más suave de las eutanasias”. En realidad, si lo pensamos, esa era una de la muertes del hombre en la vida, porque la muerte suprema sería la muerte del universo, porque en verdad las hai diversas, como la muerte del gusano en la crisálida para salir la mariposa, que son etapas que llamamos metamorfosis, comenzada cuado el aprendiz de filósofo en la pecera, inicia una polémica que nos lleva a conceptuar algo ya viejo, de que las palabras son rótulos que adhieren a la cosas, pero no son las cosas como pretendían conocerlas los griegos. Discute también en esa amena prosa, genial, con ahorro de signos de puntuación pero que se lee maravillosamente –ese estilo es una de las cosas que más me seducen de Saramago- señalando otras muertes en animales i vegetales que, al fin i al cabo no tienen que ver con la nuestra.”Lo normal es pura y simplemente morir cuando nos llega la hora. Morir y no ponerse a discutir si la muerte ya era nuestra de nacimiento, o simplemente pasaba por allí y le dio por fijarse en nosotros”. I al respecto dice que la Iglesia “como no podía dejar de ser bajó a la arena del debate con los mismos argumentos de siempre i aquello de que “los designios de Dios son inescrutables” i con respecto a la supresión de la muerte, señalaba la posibilidad de los infinitos milagros i que había sustituido los privilegios personales, por una intención global mediante un “elíxir de inmortalidad”. No sólo para creyentes sino para ateos, heréticos, relapsos, incrédulos de todas las especies, afectos a otras religiones, buenos, malos, peores, virtuosos, verdugos, ladrones, asesinos, etc., i dejemos de mencionar especies. Por eso el enorme negocio de la maphia para desaparecer personas i llevarlas más allá de la frontera, de tres países i su conexiones con la policía, militares, hombres de negocio, etc. Todo este conflicto nos dice del caos que sería la eternidad. Sería demasiado extenso presentar otras facetas…pero.

 Sucede que de pronto un hecho inesperado, conmovedor, con fuerza de un sismo o un tsunami, estremece de nuevo al país. Un sobre violeta con una carta en papel del mismo color, escrita sin muchas correcciones gramaticales i haciendo un anuncio demoledor i alarmante, cambia todas la situaciones económico sociales i de pensamiento filosófico i religioso en ese innominado país. De nuevo aparecen los mismos problemas, los mismos conflictos conceptuales, filosóficos, la reactivación de las funerarias pero con nuevas imposiciones o complicidades de la maphia, en fin, el mismo caos de la sociedad humana que no acata a pensar profundamente los problemas transcendentales de la vida i de la muerte; no es necesario referirse a ello, pero sí hasta los mismos conflictos de la muerte que no sabe explicarse el por qué, de todas las cartas en sobres color violeta que, sin discusión alguna como preaviso de su muerte con 12 días de antelación, tienen que aceptar todos los mortales i hasta muchos acatan a valorar su importancia, existe un músico, violonchelista, nada extraordinario sino un simple integrante sin probabilidades de llegar a solista, quien en su casa lo es, pues vive solo. Le acompañan sus instrumentos musicales incluido un piano i un estupendo compañero de siempre que es su gran perro i fiel amigo. Se acumulan las cartas; la muerte asiste a los conciertos, le sigue los pasos, pero hasta ella misma duda en entregar otra nueva carta i transformada en atrayente mujer, casi llena su angustia i la inocencia del violonchelista, la segunda mitad del libro, para hacernos reflexionar muchas veces más sobre lo paradójico de la existencia, la necesidad de su presencia i los disparates i ridiculeces de las religiones. Por ello nos dice Saramago: “La vida es una orquesta que siempre está tocando, afinada, desafinada, un titanic que siempre se hunde y siempre regresa a la superficie”. Los hombres con sus disparates i vanidades, hasta habían pedido incluir “el derecho a la eternidad” entre los Derechos Humanos, mientras los más sensatos se preocupaban i preguntaban, respecto a que las cartas de la muerte eran particulares…pero ¿I en las colectivas, las guerras, las masacres, los terremotos i otros problemas naturales? Además era pensable: si hubiesen cartas para todos, se pudieran prevenir las tragedias. Por eso, de quienes disfrutamos de la prosa, la agilidad de esa sintaxis, de la creatividad de este autor de mente de avanzada, pese a su edad i a ser poseedor del Premio Nóbel de Literatura mejor ganado en los últimos tiempos cuando pensamos en la muerte como la cosa más natural de la existencia i desechamos los miedos i terrores impuestos para nuestra cultura por la iglesia católica; lo que nos perturba no es que cada día de vivir morimos, que vamos indefectiblemente hacia un final, sino ver cómo en este sendero del pensamiento filosófico, son pocos los que progresan i tenemos que decir como Neruda: “Vengo triste de ver el mundo que no cambia”. 

      I una frase mui de Saramago “Vivimos para decir quiénes somos”

 robertojjm@hotmail.com



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Roberto Jiménez Maggiolo


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