Revolución o caricatura de revolución


Duele comprobar cómo una cuerda de sinvergüenzas, oportunistas y demagogos, disfrazados de revolucionarios, provenientes de las catervas de AD, COPEI y el MAS, están pervirtiendo y desviando descaradamente los propósitos originales de un nuevo Estado, de democracia participativa y protagónica y de cambio estructural que sustentan el proyecto revolucionario bolivariano. Para éstos, afincados en posiciones de gobierno y de control partidista, el sacrificio del grupo de civiles y militares que insurgieran –armas en mano- el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 no significa nada, salvo la referencia anecdótica de un momento de la historia reciente del país que les permitió acceder cómodamente al poder; por lo que les da igual si los consideramos revolucionarios o reformistas, para ellos lo que importa es el poder.

Pero, al mismo tiempo, es estimulante observar la actitud cada día beligerante de las masas populares, las cuales exigen el relevo de esta dirigencia contrarrevolucionaria –responsable en mucho de la diversidad de entuertos que le ha tocado enderezar al Presidente Chávez, a fin de preservar el proceso bolivariano- por una dirigencia abiertamente comprometida con los cambios estructurales y con el ideal revolucionario de la democracia directa. Observamos que, frente a todas las situaciones de contingencia creadas por sectores de oposición, las masas mostraron una madurez política y una disposición de ánimo completamente diferentes a las de esta dirigencia. Todo esto se reduce a una explicación muy sencilla y escueta: Mientras esta dirigencia “chavista” se regodea en el usufructo del poder que debieron transferir al pueblo, éste percibe que sus expectativas de cambios reales sólo podrán concretarse gracias a su participación y protagonismo y no mediante cúpulas partidistas que en nada se diferencian de las existentes durante el período puntofijista.

Por lo pronto, las elecciones para fines de mes permiten esperar que le pueblo chavista se pronuncie favorablemente por los candidatos que, independientemente de las imposiciones cogolléricas ya conocidas, constituyen la opción revolucionaria para profundizar el proceso bolivariano. Es la alternativa más inmediata que se tiene para iniciar y fortalecer los cambios económicos, sociales, políticos y culturales aún pendientes y que tienen en el Presidente Chávez a su máximo y más convencido impulsor. Lo contrario sería hacerle el juego a la contrarrevolución, representado en el reformismo enquistado en las filas chavistas, en las diferentes instituciones públicas y en las cúpulas partidistas, sin permitir la libre opinión ni la formación ideológica de las bases.

No obstante, es imperioso que se comprenda que, indistintamente de los resultados electorales, el proceso revolucionario requiere nutrirse diariamente del liderazgo, la orientación y la organización populares, si no, corre el riesgo de convertirse en una caricatura de revolución, ajena en esencia y objetivos a la revolución social por la cual se inmoló muchísima gente, desde los años sesenta hasta el presente. No debe ser, por tanto, una labor solitaria de Hugo Chávez. Esta labor tiene que ser compartida por todos los patriotas que creen en su liderazgo y en la posibilidad de hacer de Venezuela realmente una sociedad de nuevo tipo, libre, igualitaria, y solidaria.

Sin embargo, esto no se concretará así nomás, con buena voluntad de hombres y mujeres que siguen al Presidente. Hace falta cimentarla con una adecuada formación ideológica que no se estanque en la simple referencia de Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez o, en boca de los más audaces, de Marx, Lenin, Mao Tse-Tung o el Che Guevara. Es indispensable que se produzca una teoría revolucionaria que fundamente los cambios estructurales propuestos y se propicie una explosión simultánea de liderazgos naturales que tengan una convicción revolucionaria a prueba de cualquier tentación. Por ello, lejos de amainar las contradicciones existentes, deben agudizarse hasta el extremo que queden expuestos los verdaderos enemigos de la revolución y se genere un cambio significativo en la actitud de la gente frente al Estado, haciéndolo escenario cotidiano de la democracia participativa mediante novedosas formas de organización popular. Al favorecerse tal contexto, la revolución bolivariana será una realidad irreversible y definitiva, con el pueblo como principal protagonista y artífice.-



*Candidato a Diputado del CLR-Portuguesa por el Movimiento por la Democracia Directa (MDD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV)





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Homar Garcés*


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