Ayer fue el ladino Santander, a quien el Libertador -más por ironía que por otra cosa- llamó el hombre de las leyes, porque siempre, bajo cualquier excusa o añagaza leguleya, se oponía y torpedeaba todo aquello que significara avance en la consolidación de la guerra de liberación del sur. Y en este momento, más pertinente que nunca, debemos recordar que como vicepresidente de la Gran Colombia y contraviniendo órdenes del padre de la patria, al convocar el congreso anfictiónico de Panamá en 1826, invitó a los Estados Unidos, quienes sabotearon la idea integradora del caraqueño universal y del precursor Francisco de Miranda, y además robaron sus ideas en torno a lo que denominaron panamericanismo, posteriormente en la doctrina Monroe desarrollado.
No es casualidad que en el contexto de la IX Conferencia Panamericana de Bogotá en abril de 1948, apuntalada por el General Marshall (aquél del famoso plan de la reconstrucción europea de posguerra), precisamente, se haya asesinado a Jorge Eliécer Gaitán. Ya previamente se le había hecho un atentado fallido en la plaza Santander de Cúcuta que no trascendió. El carismático líder del pueblo colombiano y del partido liberal, iba directo a ser presidente de la república si su magnicidio no hubiese sido decretado por el imperio y sus lacayos de la rancia oligarquía neogranadina y virreinal… Para mayor asombro, antes de ser abatido aquél aciago 9 de abril, se había concertado cita para una entrevista con el joven Fidel Castro, delegado cubano, quien asistía a un encuentro estudiantil paralelo a aquella Conferencia promovida por el Tío Sam. “La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida", volvían a resonar las palabras que -navegando el Magdalena rumbo a San Pedro Alejandrino- al conocer del vil asesinato de Berruecos, exclamara el Libertador… En un instante todo fue confusión, y fusil en mano, el imberbe Fidel, estuvo en las trincheras en los efímeros días de sublevación.
Protegiendo a sus amos norteamericanos, a Marshall y al presidente del Banco Mundial, el gobierno de Ospina Pérez controló la situación…, para que la IX Conferencia Panamericana continuase la función –aún en medio del infinito dolor, en una ciudad presa de llamas y la sangrienta represión a la sublevación popular- y poder lograr el cometido de imponer la carta que daría partida de nacimiento a la O.E.A., o Ministerio de colonias yanquis como después, irónicamente, la llamaría Fidel. Nuevamente los trabajadores humildes había ofrendado su sangre, y si a ese precio lo habían logrado con Gaitán, la esperanza de un pueblo entero no se podía asesinar. Brutal fue la represión en esos años. Y si de exiliados y desplazados se trata, y si de paramilitares también, no crean que nada nuevo hay bajo el sol; de allí nos llegó la primera oleada de compatriotas colombianos que vinieron huyendo de los chulavitas y¡BOLIVAR VIVE Y CABALGA OTRA VEZ!
Ayer fue el ladino Santander, a quien el Libertador -más por ironía que por otra cosa- llamó el hombre de las leyes, porque siempre, bajo cualquier excusa o añagaza leguleya, se oponía y torpedeaba todo aquello que significara avance en la consolidación de la guerra de liberación del sur. Y en este momento, más pertinente que nunca, debemos recordar que como vicepresidente de la Gran Colombia y contraviniendo órdenes del padre de la patria, al convocar el congreso anfictiónico de Panamá en 1826, invitó a los Estados Unidos, quienes sabotearon la idea integradora del caraqueño universal y del precursor Francisco de Miranda, y además robaron sus ideas en torno a lo que denominaron panamericanismo, posteriormente en la doctrina Monroe desarrollado.
No es casualidad que en el contexto de la IX Conferencia Panamericana de Bogotá en abril de 1948, apuntalada por el General Marshall (aquél del famoso plan de la reconstrucción europea de posguerra), precisamente, se haya asesinado a Jorge Eliécer Gaitán. Ya previamente se le había hecho un atentado fallido en la plaza Santander de Cúcuta que no trascendió. El carismático líder del pueblo colombiano y del partido liberal, iba directo a ser presidente de la república si su magnicidio no hubiese sido decretado por el imperio y sus lacayos de la rancia oligarquía neogranadina y virreinal… Para mayor asombro, antes de ser abatido aquél aciago 9 de abril, se había concertado cita para una entrevista con el joven Fidel Castro, delegado cubano, quien asistía a un encuentro estudiantil paralelo a aquella Conferencia promovida por el Tío Sam. “La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida", volvían a resonar las palabras que -navegando el Magdalena rumbo a San Pedro Alejandrino- al conocer del vil asesinato de Berruecos, exclamara el Libertador… En un instante todo fue confusión, y fusil en mano, el imberbe Fidel, estuvo en las trincheras en los efímeros días de sublevación.
Protegiendo a sus amos norteamericanos, a Marshall y al presidente del Banco Mundial, el gobierno de Ospina Pérez controló la situación…, para que la IX Conferencia Panamericana continuase la función –aún en medio del infinito dolor, en una ciudad presa de llamas y la sangrienta represión a la sublevación popular- y poder lograr el cometido de imponer la carta que daría partida de nacimiento a la O.E.A., o Ministerio de colonias yanquis como después, irónicamente, la llamaría Fidel. Nuevamente los trabajadores humildes había ofrendado su sangre, y si a ese precio lo habían logrado con Gaitán, la esperanza de un pueblo entero no se podía asesinar. Brutal fue la represión en esos años. Y si de exiliados y desplazados se trata, y si de paramilitares también, no crean que nada nuevo hay bajo el sol; de allí nos llegó la primera oleada de compatriotas colombianos que vinieron huyendo de los chulavitas y los pájaros, que por todas las veredas de Colombia perseguían asesinando a aquél que sospecharan ser del partido liberal, como hoy en día se persigue y se despacha como “falso positivo” a aquél que supuestamente colabore con la guerrilla, por parte del hoy gobierno narco-paramilitar.
Grandes masas de excluidos en todo el país, y sobre todo en los llanos orientales de Colombia, donde nunca llegó la acción gubernamental, pronto fueron asoladas por ejército y chulavitas, bajo el gobierno de Laureano Gómez, lo que propició la conformación de las primeras guerrillas liberales campesinas, para organizarse en la defensa de sus intereses, en la propiedad de la tierra, pronto amenazada por los intereses de las transnacionales del petróleo y minería, y por supuesto de los terratenientes partidarios del modelo de explotación. En los años cincuenta, después del Bogotazo, traicionados y aislados por la dirección del partido, aunque levantaron su bandera como guerrilla liberal, destacaron figuras como “Cheíto” Velásquez, Dumar Aljure, y el no menos legendario Guadalupe Salcedo, la mayoría asesinados después de las propuestas de pacificación del lacayo gobierno liberal-conservador de Rojas Pinilla.
No ocurrió así, a pesar del devastador bombardeo a Marquetalia en 1964, con Manuel Marulanda Vélez, Tiro Fijo, quien jamás se jamás se dejó envolver por esos cantos de sirena de la pacificación eternamente traidora de la oligarquía colombiana, y dos años después fundó las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia de larga vida, F.A.R.C.
De igual modo, continuando con la política de pacificación de Belisario Betancur y Virgilio Barco después, en 1987, recuérdese el asesinato de Jaime Pardo Leal, presidente de la Unión Patriótica, y sus más connotados dirigentes también. Sesenta años después de la muerte de Gaitán, cómo explicar que la guerrilla colombiana -incluyendo al E.L.N. fundado por el cura Camilo Torres- sin beligerancia alguna por parte del estado, y aunque sea excomulgada por la iglesia oficial, sin embargo se mueve, como dijo galileo ante el tribunal de la santa inquisición.
Plan Colombia, so pretexto de la lucha contra las drogas, negocio que ellos muy bien saben controlar, y la política de seguridad democrática, llamando terrorista a todo lo que se oponga a sus planes de poder y control global, no rindió los resultados que sus amos esperaban de su lacayo servil. Desestabilizar, derrocar y asesinar al presidente Chávez con la incursión de más de doscientos paramilitares en la misma capital de Venezuela, es algo difícil de creer, al igual que Uribe, dueño del circo -haciéndose el Paisa- no estuviese enterado de tal acción. Todo lo que había prometido al imperio, le salió mal; así que el destino del doctor Varito, por vender su alma al diablo, es muy parecido al de Noriega en Panamá.
Y así con música de fanfarria, ésta, la más extraordinaria de la extraordinarias asambleas de la O.E.A., en su sede permanente (y no como en 1948 cuando nació allá en Bogotá -incluido el discurso rastrero en la voz atiplada del miserable Rómulo Betancourt) antes de entregar el poder a Santos -con fantasmas de falsos positivos incluidos- , en su última patada de ahogado más hermoso, en este señalado día jueves 22 de julio de 2010, como lo expresó brillantemente nuestro canciller Roy Chardetton, el verraco de Don Álvaro , contrató -sin pagar derecho de autor al Gabo- a Blacamán el malo, el último culebrero de Santa María la Antigua del Darién, para que tratara de vender su jarabe de lengual, allá en Washington frente al río Potomac; y hasta donde lo escoltó desde el pacífico colombiano, un acorazado de la cuarta flota “que estaba en el muelle desde hacía como veinte años en visita de buena voluntad”.
En el pleno bicentenario de la independencia, como si el tiempo se hubiese detenido ahora, rememorando el pasado, cuando se acaban de exhumar los restos del padre de la patria grande y a punto de conmemorar los doscientos veintisiete años de su nacimiento, y a vuelta de elecciones parlamentarias el próximo 26 de septiembre, para blindar el proceso Bolivariano, vuelven a conspirar los hijos de Santander, acusándonos de narcotráfico y de sembrar campamentos guerrilleros, es decir los pájaros disparando a las escopetas, cuando somos precisamente, los venezolanos, los más afectados por la violencia y el desplazamiento de un gobierno que abandona a sus ciudadanos a la buena de Dios, a veces con música de motosierras, y cinco millones de colombianos que nos acompañan hoy.
Aviesa clase oligarca colombiana, que junto al imperialismo norteamericano, con sus bases militares, la guerra mediática, el paramilitarismo y el terror, en su afán de poder y control de recursos naturales, quieren arrebatar a todos los pueblos de América Latina y el Caribe el proyecto de unidad e integración liderado por Simón Bolívar, nuestro común libertador, intentando separar a sus hermanos, cuando ya es imposible, porque el fruto maduro de su conciencia, lo habrá de impedir. Por si lo creían muerto… ¡Bolívar vive y cabalga otra vez!
Freddy Araque. /fredy.araque@gmail.com
pájaros, que por todas las veredas de Colombia perseguían asesinando a aquél que sospecharan ser del partido liberal, como hoy en día se persigue y se despacha como “falso positivo” a aquél que supuestamente colabore con la guerrilla, por parte del hoy gobierno narco-paramilitar.
Grandes masas de excluidos en todo el país, y sobre todo en los llanos orientales de Colombia, donde nunca llegó la acción gubernamental, pronto fueron asoladas por ejército y chulavitas, bajo el gobierno de Laureano Gómez, lo que propició la conformación de las primeras guerrillas liberales campesinas, para organizarse en la defensa de sus intereses, en la propiedad de la tierra, pronto amenazada por los intereses de las transnacionales del petróleo y minería, y por supuesto de los terratenientes partidarios del modelo de explotación. En los años cincuenta, después del Bogotazo, traicionados y aislados por la dirección del partido, aunque levantaron su bandera como guerrilla liberal, destacaron figuras como “Cheíto” Velásquez, Dumar Aljure, y el no menos legendario Guadalupe Salcedo, la mayoría asesinados después de las propuestas de pacificación del lacayo gobierno liberal-conservador de Rojas Pinilla.
No ocurrió así, a pesar del devastador bombardeo a Marquetalia en 1964, con Manuel Marulanda Vélez, Tiro Fijo, quien jamás se jamás se dejó envolver por esos cantos de sirena de la pacificación eternamente traidora de la oligarquía colombiana, y dos años después fundó las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia de larga vida, F.A.R.C.
De igual modo, continuando con la política de pacificación de Belisario Betancur y Virgilio Barco después, en 1987, recuérdese el asesinato de Jaime Pardo Leal, presidente de la Unión Patriótica, y sus más connotados dirigentes también. Sesenta años después de la muerte de Gaitán, cómo explicar que la guerrilla colombiana -incluyendo al E.L.N. fundado por el cura Camilo Torres- sin beligerancia alguna por parte del estado, y aunque sea excomulgada por la iglesia oficial, sin embargo se mueve, como dijo galileo ante el tribunal de la santa inquisición.
Plan Colombia, so pretexto de la lucha contra las drogas, negocio que ellos muy bien saben controlar, y la política de seguridad democrática, llamando terrorista a todo lo que se oponga a sus planes de poder y control global, no rindió los resultados que sus amos esperaban de su lacayo servil. Desestabilizar, derrocar y asesinar al presidente Chávez con la incursión de más de doscientos paramilitares en la misma capital de Venezuela, es algo difícil de creer, al igual que Uribe, dueño del circo -haciéndose el Paisa- no estuviese enterado de tal acción. Todo lo que había prometido al imperio, le salió mal; así que el destino del doctor Varito, por vender su alma al diablo, es muy parecido al de Noriega en Panamá.
Y así con música de fanfarria, ésta, la más extraordinaria de la extraordinarias asambleas de la O.E.A., en su sede permanente (y no como en 1948 cuando nació allá en Bogotá -incluido el discurso rastrero en la voz atiplada del miserable Rómulo Betancourt) antes de entregar el poder a Santos -con fantasmas de falsos positivos incluidos- , en su última patada de ahogado más hermoso, en este señalado día jueves 22 de julio de 2010, como lo expresó brillantemente nuestro canciller Roy Chardetton, el verraco de Don Álvaro , contrató -sin pagar derecho de autor al Gabo- a Blacamán el malo, el último culebrero de Santa María la Antigua del Darién, para que tratara de vender su jarabe de lengual, allá en Washington frente al río Potomac; y hasta donde lo escoltó desde el pacífico colombiano, un acorazado de la cuarta flota “que estaba en el muelle desde hacía como veinte años en visita de buena voluntad”.
En el pleno bicentenario de la independencia, como si el tiempo se hubiese detenido ahora, rememorando el pasado, cuando se acaban de exhumar los restos del padre de la patria grande y a punto de conmemorar los doscientos veintisiete años de su nacimiento, y a vuelta de elecciones parlamentarias el próximo 26 de septiembre, para blindar el proceso Bolivariano, vuelven a conspirar los hijos de Santander, acusándonos de narcotráfico y de sembrar campamentos guerrilleros, es decir los pájaros disparando a las escopetas, cuando somos precisamente, los venezolanos, los más afectados por la violencia y el desplazamiento de un gobierno que abandona a sus ciudadanos a la buena de Dios, a veces con música de motosierras, y cinco millones de colombianos que nos acompañan hoy.
Aviesa clase oligarca colombiana, que junto al imperialismo norteamericano, con sus bases militares, la guerra mediática, el paramilitarismo y el terror, en su afán de poder y control de recursos naturales, quieren arrebatar a todos los pueblos de América Latina y el Caribe el proyecto de unidad e integración liderado por Simón Bolívar, nuestro común libertador, intentando separar a sus hermanos, cuando ya es imposible, porque el fruto maduro de su conciencia, lo habrá de impedir. Por si lo creían muerto… ¡Bolívar vive y cabalga otra vez!
fredy.araque@gmail.com