Habiendo dicho esto, me referiré de seguidas al objeto central que me ocupa en este escrito, la tan famosa y muy mal llamada “Feria de la Chinita”, o “Feria de la Chiquinquirá”, y digo mal llamada porque las actividades que se llevan a cabo durante la misma nada tienen que ver con una feria propiamente dicha y sí mucho con circos romanos y botiquines.
Año tras año la “Feria de la Chinita” ha venido mutando cada vez más hasta quedar convertida casi totalmente en una reunión de los peores vicios de los que son capaces los seres humanos. Desde su inicio -entrada la segunda quincena de noviembre hasta pasado el dieciocho del mismo mes- el licor corre caudaloso por nuestras calles, de forma tal que su pestilencia arropa con tan inícuo manto a la ciudad, mientras hombres, mujeres y hasta niños ebrios pululan por todas partes a cualquier hora.
El comercio forma parte de este indeseable aquelarre, se montan exhibiciones que incitan al consumo de necedades que nadie necesita, se vende comida contaminada sin ningún tipo de registro sanitario, y como si esto fuera poco no se hacen esperar las incontables peleas y golpizas entre los “enferiados”, hecho que causa un sin número de heridos y varios muertos.
En la plaza de toros marabina –obra que sólo se usa una vez al año, menos mal que ahora el presidente le ha sacado algo de provecho llevando a cabo varios actos ahí- se humillan, vejan y masacran varios animales mientras el público delira, como si se tratase de veinte mil calígulas contemporáneos sedientos de sangre.
Al “matador”-que muchas veces, aunque no las suficientes el muerto es él- que haya sido más cruel y estúpido le es otorgado como premio las orejas del animal asesinado, y en ocasiones, hasta el rabo, ya quisiera que alguna vez un toro les cortara el culo a ellos; luego, al “ganador” por mejor torero se le entrega el “Rosario de oro”.
El acto religioso es en lo último en lo que se piensa, se carga en la cabeza libar licor en esos tétricos espectáculos impagables que dejaron de ser gaiteros hace mucho tiempo, de cultura, como se aprecia, nada, de contra cultura todo.
La “Feria de la Chinita” pasó de ser de un momento propicio para el recogimiento espiritual y el encuentro familiar a un amasijo de borrachos, boxeadores improvisados, circos romanos y lugar de encuentro y “deleite” para los delincuentes –esos sí que hacen su feria-.
Ahora bien, ese tipo de “espectáculos” es digno de la cuarta república, y que yo sepa llevamos doce en la quinta, es hora de hacer algo al respecto, o se dignifica o se elimina este desastre que deja tanto que lamentar, poco que celebrar y habla tan mal de todos.
Pregunto a los que como yo son creyentes, ¿le gustará a la Virgen que esta orgía sangrienta y etílica se “celebre” supuestamente en Su honor?,¿cuán lejos de Dios –en el que usted crea, si es que cree- y del verdadero hombre hay que estar para no darse cuenta de la veracidad de lo que he planteado?, y que luego no vengan a decirnos “con mi feria no te metas”, que sepan bien que son ellos quienes ofenden a la Virgen, al hombre creyente y al no creyente con estas “ferias”.
En definitiva, este tipo de “Ferias de la Chinita” deben desaparecer, por el bien de tirios y troyanos, pues sencillamente son eventos deshonrosos que demuestran lo alienados que estamos, ajenos a nuestra condición de hombres, escapados de nosotros mismos.
Twitter: @jomigovi