Poco a poco y un tantoa la deriva, se han venido definiendo ciertos aspectos esenciales del proceso revolucionario bolivariano. Uno de ellos es la necesidad urgente por crear una nueva institucionalidad, más al servicio de las amplias mayorías populares y radicalmente diferente a las existentes durante el período del puntofijismo. De ahí que el Presidente Chávez fustigue a sus colaboradores, ubicados en las diferentes instituciones del Estado, para que ataquen el flagelo del burocratismo y de la corrupción administrativa, como paso previo para producir la confianza que requiere el pueblo en sus voceros que facilite el avance seguro de la transformación estructural insertaen el proyecto bolivariano. Éste es uno de los más evidentes de los abismos que presenta la revolución bolivariana, abismo que nadie desmiente, salvo una dirigencia cupular inclinada hacia el reformismo e interesada en que las cosas se mantengan sin modificación alguna.
De esta realidad ha estado pendiente el mismo Chávez . De ahí que haya intentado conformar infructuosamente una vanguardia revolucionaria que impulse adecuadamente el proceso bolivariano. Primero, a través del comando político de la revolución, el MBR-200, el comando Ayacucho y, más recientemente, el comando Maisanta; sin obviar, los Círculos Bolivarianos, las Unidades de Batalla Electoral y las Patrullas Electorales. Todo dirigido a elevar el sentido de la organización política y social del pueblo.
Sin embargo, Chávez (lo mismo que las bases populares de todo el país) han tenido que librar una guerra, digamos, silenciosa contra quienes, estando al frente de las instituciones y organizaciones políticas y sociales afectas al proceso bolivariano, insisten en situarse de espaldas a los intereses del pueblo, repitiendo -quizás con más escándalo que adecos y copeyanos en el pasado- los mismos procederes antisociales, clientelares e individualistas del puntofijismo. Frente a ella, los revolucionarios auténticos libran una batalla que no se decidirá sin el peso decisivo de las masas en su rol protagónico y participativo. Esto lo entiende mejor que nadie tal dirigencia, decidida a impedir, con los medios a su alcance, incluyendo la figura sacrosanta del Presidente Chávez, su desplazamiento del poder en lugar de desbaratar las diferentes estrategias montadas por la reacción minoritaria.
Esta realidad no escapa al ojo avizor de Chávez y éso mantiene la esperanza de las masas por que todo cambie para bien. Por ello, una vez más, trata de asentar la plataforma que le dé al proceso revolucionario su debida fortaleza, haciendo factible la democracia directa y, con ella, la constitución de un nuevo Estado, más identificado con las expectativas mayoritarias, y radicalmente opuesto a las directrices que rigen el viejo modelo representativo. Pero esto exigirá de los seguidores de Chávez una preparación política e ideológica que rompa definitivamente con los esquemas que aún rigen la escena política del país, sin eludir la confrontación que ésta provoque por el poder entre quienes profundizarían realmente el proceso revolucionario y quienes sólo se contentan con copar las instancias gubernamentales, incluyendo las más inocuas, sin originar cambio alguno en sus estructuras y comportamientos.
Es valido darle forma a un debate serio que caracterice lo hecho hasta ahora y lo que queda por hacer en lo adelante. No es necesario que todo se centre en la común acusación de que la dirigencia chavista es culpable de los muchos desaciertos que le tocó enmendar al Presidente Chávez mediante la implementación de algunas iniciativas gubernamentales, como las Misiones. Hay que plantearse la superación de los lineamientos heterodoxos expuestos por Chávez en reiteradas ocasiones y que algunos repiten sin ahondar para nada. Es vital que comencemos a rediscutir los planteamientos ideológicos de alguna gente del pasado (como Mario Briceño Iragorry, en el caso de Venezuela) que puedan servirnos de referencia para hacer la revolución, ignorando -por ahora- a esa dirigencia actual, cuyo máximo interés estriba en que las cosas funcionen bien, pero sin cambiar sustancialmente.
Todo esto debe iniciarse, a pesar de las contradicciones que, a veces, nos ahogan y que son usadas, incluso, por la misma dirigencia partidista del chavismo para atacar el radicalismo exhibido por algunos delos revolucionarios auténticos, en contraposición al reformismo contrarrevolucionario de que ellos hacen gala sin ningún pudor.
En medio de tal situación –reforzada luego del triunfo del 15 de agosto y de las recientes elecciones regionales- las masas siguen esperando por su momento estelar. Confían en que, de la mano de Hugo Chávez, ellas podrán tener el rol que les corresponde hasta por mandato constitucional. Un primer esbozo de lo que pueden hacer está en convertirse en vigilantes de la gestión de quienes resultaron electos y exigir que abran cauces para que sea realidad la participación popular, de manera que no sigan el mismo sendero transitado por quienes debieron cumplir un mejor papel al frente de las instituciones públicas y olvidaron, o no supieron, entender que este proceso revolucionario tiene en el pueblo a su principal sostén y protagonista. Un abismo que se podría superar, sin mayores traumas, con el concurso decisivo de las masas populares.-
*Miembro de la Dirección Ejecutiva Estadal del Movimiento por la Democracia Directa (MDD) en el Estado Portuguesa.
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