La resistencia a los cambios es tan natural como la caída del cabello y también de otras cosas en la mayoría de los hombres a una cierta edad. Concierne a esas cosas que sabemos pasarán pero que no aceptamos. Los cambios suponen, al menos en principio y antes de aceptar las luces y oportunidades que ellos proveen, pérdida de lo que se tiene. Se aprecian como una suerte de agresión. Percepción que es proporcional al valor que le atribuimos a lo que sentimos amenazado.
En estos últimos años, desde la llegada al gobierno del comandante Chávez, un grupo muy significativo de los ricos y la clase media venezolana -también unos cuantos ingenuos de la clase empobrecida- ha sido víctima de sus miedos hábilmente explotados por un aparato mediático inclemente. Ello se ha traducido en reacciones ajenas a la razón: ira, bronca, furia, rabia, arrebato, coraje y locura, todos ellas desbocadas. Todo dirigido contra la persona de Chávez y todo aquel que simpatice con él.
Recuerdo que en el cenit del odio y la frustración de este sector, justo en los días aquellos posteriores al 11 de abril de 2002, una vez que se reiniciaron las actividades académicas, ante un grupo que escupía espuma, con los ojos desorbitados por un odio visceral, repartí una hoja en blanco y les pedí que enumeraran las agresiones que en lo personal o como clase social les había inferido Chávez. El resultado fue desconcertante -para ellos- no pudieron dar una sola respuesta argumentada. Todo se redujo a etiquetas y propaganda implantada desde los medios de comunicación: Chávez es un asesino; Chávez nos llevará al comunismo; Chávez quitará la patria potestad de los hijos; Chávez nos quitará los apartamentos; Chávez nos quitará los pasaportes; Chávez esto, Chávez lo otro. ¡Ni un solo argumento para sustentar el desenfreno! Al terminar, no todos, pero un buen número de ellos, debieron admitir la naturaleza estúpida, artificial y alienada de su odio. Interesante, todas las acusaciones estaban conjugadas en tiempo futuro. Continúa estándolo. Presten atención a las campañas sistemáticas y lo verán. Todo pasará… algún día. La irracionalidad no les permite preguntarse porqué no ha pasado después de once años.
El sector más vulnerable, también el más desconcertante por no tener razón alguna es la clase media. Es la carne de cañón de los verdaderos ricos. ¡Después de todo, los ricos tienen razón para sus miedos! La clase media viene perdiendo espacios, condición y estatus desde los tiempos del primer mandato de Carlos Andrés Pérez. Con CAP vivió una ilusión que en términos reales significó su empobrecimiento: pérdida de la capacidad adquisitiva, inflación galopante, endeudamiento ilegal, etc., etc. La llamada clase media emergente comenzó un proceso indeclinable de proletarización progresiva. Sólo un sector de esta clase se enriqueció en el período que lleva desde CAP hasta el gobierno de Lusinchi: la clase política que estaba en la pomada. El resto –la inmensa mayoría- de esta clase, sufrió el deterioro de sus negocios pequeños y medianos. Allí comenzó el alejamiento de los viajes a Miami, las fiestas o los carros último modelo cambiado cada año. Con ello se dio inicio al voto castigo. Se castigó a Pérez con Herrera, a Herrera con Lusinchi, para terminar en el salto al vacío, el colmo del autoengaño, que significó el voto por CAP II, porque con CAP “se vive mejor”
Negada a asumir la realidad, esta clase ha dado bandazos entre el miedo y la ilusión. Siempre obnubilada por la esperanza irracional repitió el ciclo del Kino (lotería) con cada proceso electoral. Rica desde el miércoles -cuando compra el Kino- generosa, plena y optimista, montada en el tren de la ilusión, hasta el domingo cuando el Kino no le toca, y de nuevo al infierno de la amargura. ¿Se acababa? ¡No! Con cada eleción vuelta de nuevo a la noria. Ha sido incapaz -a pesar de su autoproclamada cultura superior- de detectar el juego de los verdaderos ricos. Explícita o implícitamente ha sido un instrumento eficaz para el saqueo de la patria por parte de transnacionales. Aceptó con beneplácito las extorsiones del FMI o el BM. Estaba feliz con una Fuerza Armada instruida en la Escuela de las Américas. Aupó el control de la industria petrolera por parte de los EE.UU., todo, con tal de seguir soñando con el modo de vida americano.
El pánico inducido y la ceguera es de tal magnitud que sueña con la conversión de Venezuela en otra estrella de la bandera de USA. Abiertamente sueñan con marines invadiendo el país. Toda reflexión y análisis, todo amor por lo nuestro ha quedado aplastado bajo el miedo irracional. Causas y consecuencias de cuanto les acontece han quedado relegadas al grito visceral de ¡Fuera, fuera! ¡Chávez vete ya!
Jamás protestó por el fraude y el despojo de los llamados gobiernos "democráticos". Ni siquiera bajo el castigo terrible que le infligió el segundo gobierno de Caldera. En medio de aquella debacle total: devaluaciones, cierre de bancos, pérdidas de los ahorros, brutal cierre de miles y miles de pequeñas empresas, jamás protestó como lo hace desde el año 2000. El odio inducido a Chávez la ha conducido a la locura, al descontrol, a las banderas de Venezuela teñidas de negro, a las marchas con antorchas al mejor estilo del KKK, a los cacerolazos, a las agresiones, a la discriminación, a la violencia absurda. ¡Que poderoso es el miedo cuando es exacerbado! ¡Si sólo de detuvieran a pensar o se auto recetaran quince días sin Globovisión, El Nazional, etc.!
Ningún presidente ha conquistado para la clase media mayor suma de logros efectivos: Baja inflación, eliminación de los créditos hipotecarios indexados, tasas de interés bajas, control de los intereses y servicios por tarjetas de crédito, auxilios financieros a la vivienda, servicios educativos de calidad gratuitos, ruedas de negocios mil millonarias para la pequeña y mediana industria, eliminación del instrumento de castigo llamado SICRI, multiplicación de oportunidades a través de las cooperativas, etc., incluso, si no se han obtenido mayores beneficios ha sido por sus propios designios ciegos: golpe de estado, marchas, sabotaje petrolero, guarimbas y estado de tensión constante que tuvo y tiene a la clase media como protagonista de primera.
¿Podrá recobrar la sindéresis esta clase media, especialmente ante estas elecciones? Estoy persuadido de que si se le dejara pensar lo haría. Voy más lejos en mi convicción: bastaría un período de unos dos meses de paz mediática para alcanzar ese magno objetivo. Lo que resulta imposible es que este estado de reflexión armónica pueda alcanzarla bajo el bombardeo diario de unos medios de desinformación convertidos en armas de guerra psicológica al servicio del imperio. Medios que sobre la mentira, la calumnia y la manipulación más grotesca convierten el logro en amenaza, la luz en sombra, la verdad en mentira, el bien en mal, la paz en guerra y la caricia en tortura y viceversa. Medios que montados en tiempo real sobre cualquier acto bondadoso del gobierno lo desfiguran y lo deforman hasta convertirlo en una amenaza, todo esto hace poco probable la reflexión para un sector que sólo los ve, los oye y los lee a ellos. Audiencia cautiva sólo ven de cuanto pasa en Venezuela lo que dicen estos jinetes del Apocalipsis. Ganados por una repugnancia visceral a todo lo popular o revolucionario solo leen el Nazional o el Universal, sólo escuchan Unión Radio, o Radio Caracas Radio, y sólo ven RCTV o Globoterror. Si hay cadenas vuelan despavoridos a sus canales por cable para no sufrir un infarto. ¡Una pandemia grave! ¡Una adicción al escándalo, a la mala noticia, al terror, que sólo podría curarse bajo un régimen de severa abstinencia!
Hace un tiempo propuse un referendo para solucionar este problema de salud pública. Hoy vuelvo a hacerlo ante una Asamblea Nacional con aplastante mayoría revolucionaria. Debe propiciarse que el pueblo soberano -no el gobierno de Chávez- decida si quiere mantener esta guerra mediática activa. Los plutócratas dueños de estas televisoras y periódicos, cuya única autoridad proviene del dinero, deben ser sometidos a una prueba de legitimidad como está contemplado para cualquier funcionario público de elección popular. ¿Por qué deben estar estos caballeros por encima del bien y el mal? De no hacerlo, estas divisiones de la guerra mediática seguirán en sus manipulaciones -¡parece imposible que puedan arreciar más, pero lo harán!-, continuarán bombardeando sin clemencia y podrían conducir a esta patria y a este pueblo a escenarios de insospechada violencia. Debe preservarse el derecho de opinión y la libertad de expresión junto al derecho a la información veraz, pero debe impedirse la desinformación como arma para propiciar el odio y llevarnos a una guerra. Moderar estas armas de destrucción masivas es un derecho y una obligación de todo pueblo que aspire a la paz. ¡El pueblo tiene derecho a la paz!
PATRIA SOCIALISTA O MUERTE
¡VENCEREMOS!
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